La abuela, Paquita y el tren Chuchú

Pilar Alonso López

AGRICULTURA

25 ago 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

Todavía recuerdo aquellas largas tardes en las fiestas de San Froilán. Lugo olía a rosquillas, algodón de azúcar, pulpo con cachelos y cuchillos de Taramundi. Pero, por encima de todo, no puedo olvidar cómo se portaban conmigo la abuela Alicia y mi tía Paquita cuando me subía al tren Chuchú.

Yo apenas tenía ocho años. Aquella atracción de la feria era mi preferida: que unos chicos desgarbados me rociaran con agua y me asustaran no era nada en comparación con el placer de levantarme en el carricoche y conseguir una pequeña escoba que me daba un pase gratis para el siguiente viaje...

¡Me sentía la niña más feliz del mundo recorriendo aquellas cortas vías de tren que se me antojaban una grandísima aventura! Y ellas felicitaban mi victoria, un viaje tras otro, con una paciencia infinita.

Años más tarde, y sin contar con nadie, la vida decidió que Paquita tuviera un derrame cerebral, y se quedó hemipléjica. Las tornas cambiaron, y era yo entonces quien las llevaba a pasear, a la playa, a las terrazas...

Mi abuela me prometió que se levantaría de la tumba si las joyas que habían comprado con mucho esfuerzo y trabajo se las quedaba la bruja de Carmucha, esposa de su hijo José María, que había sido un jefazo de agricultura o veterinaria en Lugo y que, por derecho propio e imposición de su mujer, se había merecido el título de Pepe-calzón.

Alicia murió de tristeza y porque se cansó de luchar, y Pepe-calzón escondió su testamento y, con chanchullos varios, se apropió del capital que ambas habían ahorrado durante años. Mis hermanos y yo decidimos que no se hiciese el reparto de la herencia para que Paquita disfrutara de todo el dinero en sus años de vejez, pero su hermano la metió en una residencia en la que ella misma se autocastigó sin ver la tele, ni divertirse, ni nada de nada. Como su hermano no le daba dinero, su única obsesión era custodiar sus sortijas, pendientes y demás cosas de valor... ¡E incluso su pequeña caja de caudales le quitaron antes de morir!

Ya no puedo ir a las fiestas de los pueblos y ciudades, porque me duele ver a los niños en el tren Chuchú y recordar que mi abuela todavía no se ha levantado de la tumba, y que Carmucha, la bruja, seguramente ha dilapidado el dinero y malvendido las joyas que tantos años de esfuerzos y ahorro les costó conseguir...