Los neurólogos lo confirman
Los neurólogos lo confirman
Viernes, 18 de Octubre 2024, 10:48h
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Una lluvia de estrellas puede dejarnos boquiabiertos. También un recién nacido o un espectáculo del Circo del Sol. El neurocientífico Beau Lotto dirigió, precisamente, un estudio durante las actuaciones de esta compañía canadiense en Las Vegas. Cerca de 300 espectadores respondieron a cuestionarios, y algunos llevaban gorros de electrodos para medir la respuesta neuronal de los sujetos. Encontraron que el asombro que producían las piruetas imposibles de los artistas lleva a olvidar nuestros pensamientos y a vivir en el presente; nos predispone a lo desconocido y a hacernos preguntas; actúa como contrapeso del estrés; y tiene elementos en común con la respuesta neurológica a los psicodélicos. También registraron una mayor actividad neuronal, donde se desarrolla nuestra creatividad.
«En el asombro hay un componente de inmensidad», explica José Pizarro, psicólogo social e investigador de la Universidad del País Vasco. «Nos orienta hacia algo más grande que nosotros». Contemplar un paisaje de particular belleza, el Taj Majal o la Vía Láctea en una noche estrellada puede provocar este sentimiento. También un concierto, una experiencia religiosa o un mitin político. «Son cosas que te hacen sentirte pequeño, tienen mucho de humildad y gratitud. Y ayudan a crear grupo», añade Pizarro. Es lo contrario de lo que ocurre en la depresión, donde hay mucha rumiación: el ego ocupa el primer plano. Por el contrario, la humildad asociada al asombro «nos permite bajar nuestras defensas ante ideas externas», explica el psicólogo social. «A menudo tenemos un sesgo de confirmación: buscamos cosas que validen nuestras ideas. Algo evidente hoy en redes sociales. Practicar el asombro puede ayudar a frenar la polarización actual», concluye este experto.
¿Pero qué es practicar el asombro? No hace falta comprar entradas de circo o subir a un avión para encontrar aquello que nos maraville. El asombro puede aguardar a la vuelta de la esquina: los llamados 'paseos del asombro' proponen precisamente eso. Dar una vuelta por un parque cercano, observando el entorno y dispuestos a dejarnos sorprender por una mariposa, la textura de un tronco, unas piedras de forma inesperada… Es lo que propuso una investigación del Centro de Memoria y Envejecimiento de la Universidad de California en San Francisco. Durante ocho semanas, los participantes realizaron caminatas de quince minutos en la naturaleza, al menos una a la semana. En las encuestas que rellenaban, la experiencia de asombro se iba incrementando, lo que sugiere que es una emoción que se puede entrenar. Redujo también las emociones negativas como la soledad y se pusieron de manifiesto otras como la compasión o la gratitud. Los participantes debían tomarse selfis durante los paseos: al principio, ellos mismos eran protagonistas de las fotos, pero conforme avanzaban las semanas aparecían más pequeños en las mismas, dando más importancia al entorno. Además, una vez adquirido el hábito de realizar salidas como esta, la frecuencia con la que los sujetos sentían asombro aumentaba.
Solo te llevará quince minutos. Esta es la guía que propone la Universidad de Berkeley para convertir un paseo en una experiencia única.
Paso 1: Antes de salir, respira profundamente. Inhala contando seis y exhala en siete. Siente el aire moverse en las fosas nasales y escucha el sonido de tu respiración. Vuelve a esta respiración durante toda la salida.
Paso 2: Siente el suelo debajo de ti y el aire en tu piel, escucha los sonidos circundantes y huele lo que hay a tu alrededor con una... Leer más
«Eso sí, es más probable que el asombro ocurra en lugares que tienen dos características claves: inmensidad física y novedad», explican desde el Greater Good Science Center de la Universidad de Berkeley. Al frente del mismo se encuentra Dachel Keltner, psicólogo y profesor de dicha universidad, que lleva más de dos décadas estudiando emociones positivas como la compasión, el amor o el asombro. Su laboratorio ha colaborado con Google, Pixar o Facebook para dar con los rostros que reflejen emociones. Fruto de esta colaboración es el emoji que hoy usamos para expresar asombro: ojos abiertos de par en par y mandíbula caída, como si estuviera diciendo 'wow'. La expresión es prácticamente universal y el emoji se usa hoy en todo el mundo.
«El cerebro se ha diseñado a lo largo de millones de años y nos orienta a buscar alimentos o escapar de situaciones de peligro. Pero no está acostumbrado a que pasen diferentes cosas a la vez. Se centra en una única sensación –cuenta el mago y matemático de formación Juan Luque–. Desde el punto de vista de la magia, el asombro es maravillarse observando algo que sabemos que es imposible». El efecto 'wow' te hace olvidarte de todo, preguntándote cómo ha podido ocurrir. Y, coinciden los estudios, el asombro nos hace concentrarnos en el presente, parece dilatar el tiempo. «El juego y el asombro no desaparecen nunca, por eso la magia es más para adultos que para niños», concluye el mago. Sin embargo, un estudio de la Universidad de Basilea en Suiza publicado en enero de este año concluye que la capacidad de asombro sí disminuye con la edad. Estudiaron la reacción de ratones jóvenes y adultos a sonidos inesperados, y los últimos mostraron menos actividad cerebral ante la sorpresa.
¿Pero qué le ocurre al cuerpo cuando contemplamos algo extasiados, cuando nos dejamos llevar por lo que los expertos conocen como 'asombro maravillado'? El catálogo de efectos físicos y neurológicos es amplio. Calma el sistema nervioso, ralentiza el pulso y reduce los niveles de cortisol, una hormona relacionada con el estrés, al tiempo que aumentan los niveles de dopamina, que se asocia a la relajación y el placer. También actúa como regulador de las citoquinas proinflamatorias, unas pequeñas proteínas fundamentales para nuestro sistema inmunitario, pero que pueden tener efectos negativos si se encuentran constantemente a niveles elevados. Del mismo modo, contemplar una puesta de Sol o un impactante arcoíris regula el nervio vago: un conjunto de fibras nerviosas que conecta el cerebro con órganos como el corazón, los pulmones, el estómago o los intestinos. El estrés, el cansancio o la ansiedad provocan inflamación del nervio vago. Según el investigador Dacher Keltner, emociones positivas como la alegría, la compasión o el asombro regulan el tono del nervio vago, contribuyendo a nuestro bienestar general.
«El asombro es como un motor que nos lleva a interesarnos por el entorno, a hacernos preguntas y a buscar respuestas», explica Javier Sánchez Cañizares, doctor en Física, teólogo y sacerdote, e investigador del Instituto de Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra. Explica que esas preguntas se encuentran en la base de la ciencia, la filosofía y la religión también. ¿En qué se diferencian? «Einstein sentía asombro ante la naturaleza, tenía una visión casi religiosa de la misma. Pero no se traducía en un dios personal, como estamos acostumbrados en el Occidente cristiano». ¿Y estamos perdiendo capacidad de asombro? «En el sentido más superficial sí». Con la proliferación de fake news o de manipulaciones creadas con la inteligencia artificial parece que ya no nos sorprende nada. «Pero yo soy optimista: esto nos puede llevar a asombrarnos por cosas más importantes. Lo humano nos interesa más que las respuestas técnicas: el enamoramiento, la culpa, el perdón… Eso sigue estando presente».