Maradona, caso abierto: los chats de la vergüenza
El 25 de noviembre de 2020, Diego Armando Maradona moría en una casa cerca de Buenos Aires. Tras su fallecimiento, la Fiscalía abrió una investigación contra varias personas de su entorno. Ahora, las acusa de haberlo asesinado. Los mensajes y notas de voz de los móviles de los sospechosos permiten reconstruir los últimos y dramáticos días del astro.
Mensaje de voz de Leopoldo Luque, médico personal de Diego Armando Maradona, 25 de noviembre de 2020 a las 12:38 horas:
- Decime si está vivo.
Respuesta de Agustina Cosachov, psiquiatra de Maradona (12:39 horas):
- No sé, Leo, está en paro. Lo están reanimando. Dios quiera. Me tiembla todo.
Cosachov (13:04 horas):
- Leo, lo están reanimando, pero nada... nada.
Luque (13:09 horas):
- Avisame si están enojados con nosotros.
Cosachov (13:10 horas):
- No, no, por ahora no dijeron nada. Leo, ha muerto.
En una oscura habitación de la planta baja, un cadáver yace en una cama. El hombre que ha muerto el 25 de noviembre de 2020 en una casa a las afueras de Buenos Aires lleva puesto unos pantalones de fútbol y una camiseta sucia. En los brazos luce tatuajes con los nombres de sus hijas, Dalma y Gianinna. Su cuerpo está hinchado, durante la autopsia se le extraerán más de tres litros de agua, consecuencia de un edema pulmonar no tratado. Junto a la cama hay un inodoro químico. Hace calor, huele a orina y a muerte. La visión del fallecido es tan horrible que el fiscal sigue manteniendo bajo llave las fotografías.
El muerto es un ciudadano argentino, número de identificación personal 14.276.579, nacido el 30 de octubre de 1960 en Lanús, provincia de Buenos Aires; dos hermanos, cinco hermanas, padre de cinco hijos. Su nombre: Diego Armando Maradona.
Cuando se conoce la noticia de su muerte en Argentina, el tráfico se detiene, los conductores bajan de sus coches llorando, se abrazan. Cientos de miles de personas salen a las calles. El Nápoles, uno de los equipos en los que jugó, le pone su nombre al estadio. Y Pelé, su gran rival, dice: «Espero que juguemos juntos al fútbol en el cielo».
Maradona murió por un paro cardiaco, esa es la causa oficial. Suena a repentino. A algo que no se podía evitar. Pero mientras por todo el planeta los aficionados se despiden de su ídolo, la Fiscalía de San Isidro, en la provincia de Buenos Aires, abre pesquisas contra los responsables de velar por su salud. La Policía registra casas, confisca móviles, ordenadores y toda clase de material probatorio. Los exámenes al cadáver sugieren que su muerte podría haberse evitado.
Con ayuda de las actas de la investigación y los informes médicos, así como de registros de mensajes de texto, notas de voz, fotos y vídeos de los móviles de los sospechosos, es posible reconstruir las últimas semanas de Maradona. Los documentos demuestran cómo su entorno lo aisló –y al mismo tiempo lo desatendió– por temor a no poder seguir haciendo negocios a su costa. También demuestran cómo se le negó asistencia médica. Los investigadores están convencidos de que, si hubiese recibido los cuidados necesarios, hoy seguiría vivo.
La investigación demuestra cómo su entorno lo aisló –y al mismo tiempo lo desatendió– por temor a no poder seguir haciendo negocios a su costa
Maradona creció en Villa Fiorito, un barrio pobre de Buenos Aires. El fútbol fue su salvación. La fama, su condena. Se volvió adicto al alcohol y a la cocaína prácticamente desde el comienzo de su carrera. Maradona quería jugar al fútbol, salir por la noche, comprarse relojes y coches caros. Encargarse él mismo de sus finanzas, eso ya no. Dejó el tema económico en manos de hombres en los que confiaba. Sabía que sacarían tajada, y lo aceptaba. Maradona hizo anuncios publicitarios, ganó dos scudettos y la Copa de la UEFA con el Nápoles, fue campeón del mundo con Argentina y uno de los mejores jugadores del siglo XX, pero fuera del campo era una marioneta adicta a las drogas.
El último gestor que se encargó de sus negocios se llama Matías Morla, abogado de Buenos Aires. El 18 de junio de 2015, Morla inscribió en el registro mercantil la empresa Sattvica S. A., dueña de los derechos de las denominaciones 'El Diez', 'Maradona', 'La Mano de Dios' y 'El Diego', entre otras. Como apoderados de la compañía figuran, además de Morla, su hermana Vanesa y su marido, Maximiliano Pomargo. El propio Maradona no se encuentra en la lista.
En octubre de 2019, durante un partido de Gimnasia y Esgrima La Plata, último club al que entrenó.
Getty ImagesMorla ganaba dinero con los derechos de la marca Maradona y negociaba con las empresas que querían anunciarse con el campeón. Creó alrededor de su cliente un séquito de confianza que vigilaba el acceso al astro argentino y lo mantenía bajo control. Pomargo, el cuñado de Morla, ejercía como asistente personal de Maradona.
Su protegido era una persona frágil. Su cuerpo estaba pagando la vida salvaje. Sufría insuficiencia cardiaca, hepática y renal; obesidad; trastornos psicológicos... Morla encargó a un conocido suyo, el neurocirujano Leopoldo Luque, que montara un equipo para ocuparse de los cuidados médicos de Maradona. Luque reclutó a la psiquiatra Agustina Cosachov y a Nicolás Taffarel, un autoproclamado kinesiólogo sin licencia. Ellos eran los encargados de que Diego estuviera operativo siempre. Y de que no diera guerra.
El cumpleaños
Fuegos artificiales, carteles y banderas adornan las gradas del estadio del Gimnasia y Esgrima La Plata, el club de la Primera División argentina del que, en esos momentos, Diego Armando Maradona es, al menos oficialmente, entrenador. Es 30 de octubre de 2020 y Maradona cumple 60 años. El club quiere celebrarlo con él en la previa del partido que se disputa ese día, muchos argentinos se sientan delante del televisor para disfrutar del evento. Pero cuando Maradona entra en el campo lo hace apoyándose en dos hombres. Se mueve como un anciano, parece desorientado, es incapaz hasta de colocarse la mascarilla. Le entregan una placa y dos tartas. Ni siquiera aguanta hasta el descanso, tienen que sacarlo del estadio antes de que termine la primera parte. Esta será su última aparición pública.
Para su entorno más inmediato su estado no es ninguna sorpresa, como demuestra un intercambio de mensajes de voz entre el médico Leopoldo Luque y el kinesiólogo Nicolás Taffarel poco antes del acto:
Leopoldo Luque (30 de octubre, 18:34 horas):
- Decime que aunque sea puede hablar, boludo... ¿Puede hablar o no?
Nicolás Taffarel (18:35 horas):
- Va a ser un papelón, si te dice dos palabras coherentes, olvidate, es la gloria […].
Luque (18:36 horas):
- Qué mierda, boludo […]. Matías tiene que hablar con alguien para que no le hagan entrevistas si se puede.
Taffarel (18:37 horas):
- ¿Pero qué estás diciendo? Si es de ahí de donde salen los ingresos. Por eso los del Gimnasia también han presionado tanto para que Diego esté. Quieren tenerlo allí porque da dinero.
Nadie debía enterarse del lamentable estado de Maradona. El día de su 60 cumpleaños solo le pasaron seis llamadas. Ni sus hijas conocían su nuevo número de móvil
Cuatro días antes del 60 cumpleaños, Matías Morla se había puesto en contacto con Luque, según se desprende del registro de chats del médico. Le dijo que necesitaba un informe que certificara que Maradona estaba «orientado en tiempo y espacio». Morla ya había acordado con una marca de bebidas y una petrolera el patrocinio de la fiesta de cumpleaños. Necesitaba a Maradona en el estadio y ante las cámaras.
Agustina Cosachov, la psiquiatra contratada por Morla, se encargó de redactar el informe y lo fechó el 20 de octubre. En el documento aseguraba que había evaluado personalmente a Maradona, aunque en realidad ese día no estuvo con él.
Luque y Cosachov habían apreciado en el futbolista claros indicios de párkinson, trastorno bipolar y demencia alcohólica. Le estaban administrando psicofármacos a pesar de que sabían que bebía alcohol y fumaba marihuana. Según otro intercambio de mensajes entre Luque y Taffarel, la víspera de su cumpleaños el astro argentino también se habría agarrado una importante borrachera. Pero, en lugar de abordar los problemas de su célebre paciente, todo lo que hacía el equipo médico a su cargo era burlarse de él.
Leopoldo Luque (5 de octubre, 15:03 horas):
- ¡Taffa! ¿Y…?
Nicolás Taffarel (15:05 horas, envía una foto de Maradona):
- Ahora está sentado fuera, calentándose al fuego.
Luque (15:06 horas):
- Jajajaja. Parece un delincuente. ¿Puede andar él solo?
Taffarel (15:06 horas):
- Sí, casi. Habla un idioma incomprensible.
Luque (15:08 horas):
- Jajajajajaja. ¿Muy borracho?
Taffarel (15:08 horas):
- ¡Y tanto! Jajajaja. Ha meado toda la silla.
Nadie debía enterarse del lamentable estado de Maradona. Su entorno lo mantenía aislado. El día de su 60 cumpleaños solo le pasaron seis llamadas. Ni sus hijas conocían su nuevo número de móvil. Sus amigos y su familia tenían la sensación de que Maradona estaba secuestrado.
Comienzo del fin
Tres días después de su cumpleaños, Maradona es trasladado a la clínica Ipensa para un tratamiento de desintoxicación. Los médicos se encuentran con un Maradona adormecido. Durante una tomografía, los neurólogos descubren un hematoma subdural, un coágulo de sangre en el cerebro, habitual en las personas alcohólicas. El estado de Maradona desaconseja la intervención quirúrgica. Pero Leopoldo Luque, su médico, hace que lo lleven a otra clínica. Quiere que la operación se haga.
El 3 de noviembre de 2020 le extirpan el hematoma en la Clínica Olivos, de Buenos Aires. Luque comparece ante la prensa, anuncia que la operación ha sido un éxito, se presenta como el salvador de Maradona. Sube a Instagram fotos junto a la cama del futbolista.
Durante esos días, Maradona no solo tiene que hacer frente a las consecuencias de una operación cerebral, también al síndrome de abstinencia. Unas veces parece aletargado, otras intenta arrancarse el gotero. Al auxiliar que le lava las piernas le dice que no hace falta que lo haga, que han perdido la magia.
Los médicos que lo tratan aconsejan trasladarlo a una clínica de rehabilitación o a un centro psiquiátrico cerrado. Pero eso supone un problema para Morla y su equipo: en una clínica psiquiátrica, los especialistas se darían cuenta de que debería haber sido incapacitado legalmente hacía tiempo. Y ellos se quedarían sin su gallina de los huevos de oro.
Leopoldo Luque y Pomargo, el cuñado de Morla, temen 'perder' a Maradona, como escribe el propio Pomargo en un mensaje de texto.
Leopoldo Luque (8 de noviembre, 15:00 horas):
- Lo único que me interesa es que (Maradona) salga el viernes.
Maximiliano Pomargo (15:01 horas):
- Te lo juro, amigo mío, porque de esto depende el trabajo de todos.
Luque (9 de noviembre, 19:59 horas):
- Querían ingresarlo en la clínica, ingresarlo directamente. Tuve que ponerme firme para evitarlo […], no podemos permitirnos más errores.
Pomargo (20:04 horas):
- Ratas
Pomargo le asegura a Luque que si Maradona se «logra zafar de esta, hay plata para todos». En esos momentos ya ha alquilado una casa en San Andrés, una urbanización privada al norte de Buenos Aires. Luque le explica a la familia de Maradona que los cuidados domiciliarios son lo mejor. La familia confía. El 11 de noviembre, Maradona sale de la clínica en una ambulancia.
Maradona tiene que recuperarse de una cirugía cerebral y al mismo tiempo deshabituarse del alcohol y la marihuana. A eso se suman sus dolencias crónicas y la insuficiencia cardiaca. Una atención domiciliaria para un paciente de riesgo como él debe cumplir muchos requisitos: un cuarto de baño acondicionado, una cama con barandillas de seguridad, sistemas de control y de vigilancia, un desfibrilador, material y medicinas para emergencias, una ambulancia próxima…
En la casa de San Andrés, no hay nada de eso. Maradona permanece tumbado en una habitación oscura, con las ventanas tapadas. Junto a la cama no tiene ni un timbre para pedir ayuda. No hay un cuarto de baño cerca, solo unas cuantas botellas de agua y un inodoro químico portátil.
En el momento de su salida se había acordado que un equipo de médicos de la Clínica Olivos visitaría regularmente a Maradona. Pero el entorno del jugador solo se lo permite el primer día. Es la última vez que un médico lo examina. También estaba previsto que los terapeutas que habían empezado la desintoxicación en el hospital siguieran trabajando con él, y tres enfermeros, repartidos en tres turnos durante las 24 horas, comprobarían sus signos vitales y le administrarían la medicación. Pero a los terapeutas los echan, y a los pocos días también dejan de permitirles el acceso a los enfermeros. Supuestamente, porque el paciente no quiere ver a nadie. A partir de entonces son las personas de su entorno las que se encargan de las pastillas. Y, en lugar de la dieta prescrita por los facultativos, le dan de comer bocadillos, osobuco, gambas al ajillo...
El paciente no se recupera, al contrario. Maradona se siente agotado, le escribe Nicolás Taffarel a Leopoldo Luque el 17 de noviembre de 2020. Para entonces, el paciente ya lleva más de 26 horas sin salir de la cama.
Nicolás Taffarel (17:57 horas):
- Dieguito estaba muy hinchado, Leo. Tenía los ojos que parecían tetas […]. Si tiene ese aspecto a oscuras, no quiero ni verlo a la luz del día.
Luque tranquiliza a Taffarel. La hinchazón remitirá, le dice. Pero el estado de Maradona sigue empeorando.
Agonía y muerte
Como su corazón es incapaz de bombear suficiente sangre, acaba por desarrollar un edema pulmonar, que requiere ser tratado de inmediato, puede ser mortal. Es necesario mantener elevada la parte superior del cuerpo. Pero Maradona está todo el día tumbado bocarriba, la cama no se puede inclinar. También habría que darle diuréticos. Y administrarle oxígeno. Nada de eso ocurre en la casa de San Andrés.
Cualquier médico que hubiese visto a Maradona en el estado en el que se encontraba una semana antes de morir no habría dudado de la necesidad de llevarlo a un hospital inmediatamente. Pero cuando dos médicos externos quieren examinarlo el 18 de noviembre, el entorno de Maradona se los quita de encima.
Diego Armando Maradona pasa los últimos días en estado vegetal. Su agonía se prolonga más de doce horas, según determinaron los forenses posteriormente. Primero falla la respiración. Luego, el corazón.
Leopoldo Luque niega las acusaciones. «Jamás» se le pasó por la cabeza que Maradona pudiera morir, dijo ante la Fiscalía. Junto con Agustina Cosachov se enfrenta a penas entre 8 y 25 años de cárcel
Cuando la psiquiatra Agustina Cosachov entra en la habitación de Maradona el 25 de noviembre, se da cuenta de que está frío y de que no tiene pulso. Son las 11:30 de la mañana. Cosachov y varios de los presentes le intentan dar un masaje cardiaco. Es inútil. Luque no llama a los servicios de emergencias hasta las 12:16 horas, más de 45 minutos después de que Maradona haya sido encontrado muerto en su cama. Mientras los sanitarios intentan reanimarlo, Luque le manda un mensaje de voz a un colega médico:
- Parece que hizo un paro cardiorrespiratorio y se va a cagar muriendo el gordo.
La Fiscalía de San Isidro ha presentado acusaciones contra siete integrantes del equipo de Diego Armando Maradona por sospecha de «homicidio simple con dolo eventual», agravante que implica intencionalidad de dañar a la víctima. Entre los acusados se encuentran Leopoldo Luque y Agustina Cosachov. Ambos se enfrentan a entre 8 y 25 años de cárcel. La opinión pública argentina está horrorizada.
Los fans de Maradona exigen «justicia para Diego».
Un informe pericial elaborado por un equipo de once médicos atribuye al entorno de Maradona negligencias muy graves. Si en vez de ignorar sus síntomas lo hubiesen llevado a un hospital, sus posibilidades de sobrevivir habrían sido mayores, asegura. Y nunca se debería haber permitido que un paciente tan complicado fuese atendido en «internación domiciliaria». Define el tratamiento médico como «inadecuado, deficiente y temerario». Y concluye que abandonaron al paciente «a su suerte».
Leopoldo Luque niega las acusaciones. «Jamás» se le pasó por la cabeza que Maradona pudiera morir, dijo ante la Fiscalía.
El día después de su fallecimiento, el cuerpo de Maradona es trasladado a la Casa Rosada, sede del Gobierno argentino, donde se instala la capilla ardiente. La psiquiatra Agustina Cosachov ya intuye que los van a acusar de lo sucedido. Está muy asustada, le escribe a Leopoldo Luque que teme que la quieran implicar «por los remedios», en referencia a la medicación. Luque le responde que no se agobie con eso, que Maradona era un «enfermo delicado».
Nicolás Taffarel (17:57 horas):
- Dieguito estaba muy hinchado, Leo. Tenía los ojos que parecían tetas […]. Si tiene ese aspecto a oscuras, no quiero ni verlo a la luz del día.
Luque tranquiliza a Taffarel. La hinchazón remitirá, le dice. Pero el estado de Maradona sigue empeorando.
Agustina Cosachov (26 de noviembre, 9:10 horas):
- Estoy muy triste. Le había cogido cariño.
Leopoldo Luque (9:10 horas):
- […]. Hicimos todo lo que estaba a nuestro alcance para sacarlo adelante. No tenemos por qué preocuparnos […]. Está muerto, es así. Se acabó. El caso está cerrado […].
Cosachov (9:11 horas):
- Sí, sí, tienes razón. Estoy de acuerdo contigo.
Cosachov (9:12 horas):
- Lástima, creo que éramos un buen equipo.
Luque (9:12 horas):
- Sí, lo éramos.
@Stern
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