Si miras al cielo durante un rato antes de que amanezca o poco después del anochecer, es probable que veas pasar una hilera de luces. No son ovnis. Se trata de los satélites Starlink del magnate Elon Musk [en la imagen de arriba, según una captura de la página de Internet Satellitemap, que permite ver en tiempo real dónde están]. Los satélites se desplazan en 'bandadas' a unos 500 kilómetros de altura, formando algo parecido a una caravana con decenas de unidades. Cada satélite tiene las dimensiones de una puerta de garaje y pesa unos 230 kilos.
Cuando esté operativa, la constelación Starlink proporcionará wifi e Internet de banda ancha a cualquier lugar del planeta, por remoto que sea: la selva amazónica, el desierto del Sáhara, la Antártida... o un pueblo perdido de la España vaciada. Al menos eso promete Musk, que tiene a un buen puñado de personas soliviantadas: astrónomos, reguladores, agencias estatales. Veamos por qué.
Primero. Porque no le mueve la filantropía.
Las antenas parabólicas para recibir la señal cuestan 500 dólares. La cuota mensual tampoco es barata: 99 dólares. Y ya se puede contratar en España, aunque todavía está en periodo de pruebas. El negocio mundial rondará los 50.000 millones de dólares anuales (45.000 millones de euros).
Cuando esté operativa, la constelación de Musk proporcionará wifi y banda ancha a todo el planeta
Segundo. Porque son legión.
Musk ya ha lanzado 1929 satélites. Y pretende llegar a los 42.000. El MIT ha alertado de que el riesgo de colisiones ha aumentado. Y los chinos todavía se están reponiendo del par de sustos que se llevaron los taikonautas de su estación espacial que tuvieron que desviar el rumbo para evitar estamparse contra sendos Starlink en julio y octubre. (Musk ya tuvo sus más y sus menos por un incidente similar con la Agencia Espacial Europea en 2019).
Tercero. Porque no hay 'semáforos' allá arriba...
No se ponen multas en el espacio, aunque hay voces que piden que se regule cualquier actividad a partir de la línea de Karman (cien kilómetros de altura). En teoría, el espacio pertenece a la humanidad. Pero eso es lo mismo que decir que no es de nadie.
El espacio pertenece a la humanidad, pero eso es como decir que no es de nadie. Ya tenemos más posibilidades de que nos mate un satélite que un rayo
Cuarto. Todo lo que sube baja.
Musk está añadiendo unas cuantas 'arrobas' a las 8000 toneladas de chatarra que ya orbitaba sobre nuestras cabezas. Las posibilidades de que te descalabre un satélite son mayores que las de que te parta un rayo. Como sus cacharros, además, ocupan una órbita muy baja, necesitan ir mucho más rápido que los habituales satélites geoestacionarios (a unos 36.000 kilómetros de altura) para no caerse. Tan rápido van que dan una vuelta a la Tierra cada hora y media. Musk asegura que disponen de un sistema de rastreo para evitar choques, ¿pero cómo es de efectivo a 27.000 kilómetros por hora?
Y quinto. Porque el cielo oscuro ya no es tan oscuro.
Los satélites de Musk son como espejos que desvían la luz del sol, y los astrónomos se quejan de que dificultan su trabajo, en especial cuando vigilan el cielo para detectar exoplanetas potencialmente habitables o la presencia de asteroides.
Cómo ver los satélites desde la tierra (Y sin telescopio)
Hay decenas de páginas en Internet y aplicaciones de móvil para identificar satélites sin necesidad de telescopio (siempre que no haya demasiada contaminación lumínica). Una de las más útiles e intuitivas es la del experto en realidad virtual James Darpinian (https://james.darpinian.com/satellites/). Introduciendo la ubicación del observador y, gracias a la integración de Google Maps, señala la hora exacta y el lugar del cielo que hay que observar para ver pasar los satélites de Starlink, y muchos otros, así como la Estación Espacial Internacional.
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