Viernes, 11 de Octubre 2024, 09:59h
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Estoy saturado de la saturación. No puedo más con las casas y los cocineros obsesionados en concentrar los sabores. Me refiero a esos adoradores del nuevo dios umami que dedican sus días a reducir, como los jíbaros, y a amplificar la potencia de los platos al nivel de la nitroglicerina. Luego los sirven orgullosos a sus clientes porque han logrado llegar a ese nivel sápido que podría corroer una plancha de acero en segundos.
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