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Angelina Jolie y el dolor de Maria Callas: drogas, abortos, abusos...

Nuevas revelaciones

Angelina Jolie y el dolor de Maria Callas: drogas, abortos, abusos...

Desamor, adicciones, abortos, abusos, intentos de suicidio... Angelina Jolie protagoniza la última película sobre la vida de Maria Callas, que se acaba de estrenar en el Festival del Venecia. Con ese motivo le hemos pedido a la biógrafa de la diva, Lyndsy Spence –con acceso a documentos inéditos–, que nos desvele el lado oculto, y más doloroso, de la cantante.

Viernes, 17 de Noviembre 2023

Tiempo de lectura: 9 min

Maria Callas es un mito: una figura trágica a la que el multimillonario griego Aristóteles Onassis, su pareja durante nueve años, rompió el corazón al casarse con Jacqueline Kennedy. La soprano que perdió su don antes de morir. Su famosa voz estaba dañada. La fama de Callas se afianzó en 1949, cuando era capaz de alternar La valquiria e Il puritani, el equivalente vocal de un aventurero que escala el Himalaya para después sumergirse en las profundidades del océano

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Dos iconos y una tragedia. Angelina Jolie interpreta a Maria Callas en el biopic Maria, que se centra en la etapa final (de soledad, dolor y drogas) de la cantante, a cien años de su nacimiento. «Lo he perdido todo. Mi voz está acabada. No tengo un hombre. No tengo un hijo», exclamaba Callas en sus últimos años.

Lo que siguió fue una década de triunfos; de hecho, su genio musical sigue siendo insuperable. Pero, en los años sesenta, la crítica y el público le dieron la espalda; sus problemas vocales se consideraron imperdonables. Antes de sus últimas óperas, Norma en París y Tosca en Londres, en 1965, le inyectaron Coramina, un fármaco que se les da a los alpinistas para aumentar su resistencia. Todo con Callas era, y es, exagerado.



«No valgo mucho», decía. Una creencia que le inculcaron sus padres desde que nació, en 1923, en Nueva York. Fue una niña de reemplazo, concebida para aliviar el dolor de perder a su único hijo, Vasily, en 1922. Los astrólogos habían dicho que sería la reencarnación del niño muerto. Sus padres, emigrantes griegos, se llevaron tal decepción cuando la vieron que no la miraron durante días.

Maria tenía 13 años cuando sus padres se separaron. Ella, su madre y su hermana mayor, Jackie, se fueron a Atenas. Vivían sin electricidad ni muebles. «No os traje a este mundo para nada. Yo os di a luz, así que vosotras debéis mantenerme», dijo la madre a sus hijas. Maria se matriculó en el Conservatorio Nacional y más tarde estudiaría con la soprano española Elvira de Hidalgo.

Onassis se inyectaba células de oveja (como afrodisiaco). Era violento. «El que ama golpea bien», afirmaba

Su hermana, Jackie, fue 'alquilada' a Milton Embirikos, un naviero que pagó su nuevo apartamento y compró un piano para Maria. Aquellos años de formación coincidieron con la Segunda Guerra Mundial y la presencia de soldados italianos y alemanes. Su madre se prostituyó e intentó regatear un precio por la virginidad de Maria.

Maria abandonó el conservatorio después de que un profesor intentara violarla. «Lástima que no lo consiguiera, le habríamos obligado a casarse y se habría acabado todo», dijo su madre. Maria rompió con su progenitora en 1950.

Amante de un gánster

Tras la guerra, Callas regresó a Nueva York. Tenía tres trabajos: niñera, camarera y ayudante de un cantante de ópera retirado. Comenzó un romance con Eddy Bagarozy, un gánster de poca monta y marido de la cantante de ópera Louise Caselotti, que le daba clases de canto. El mafioso la convenció para que él fuera su representante. Más tarde la demandó y amenazó con vender sus cartas de amor.

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¿Parecidos razonables? Angelina Jolie caracterizada como Maria Callas. La cantante (en la foto de la izquierda, cuando tenía 28 años ) se transformó –a base de peligrosas inyecciones de yodo y de cirugía estética– hasta convertirse en un icono de la moda.

El destino quiso que el director artístico del Festival de Verona, Giovanni Zenatello, se encontrara en Nueva York para realizar una audición. Callas cantó para él y logró un contrato de 60 dólares por actuación. Llegó a Verona con una maleta de cartón y sin abrigo. Veinticuatro horas después, Callas –que entonces tenía 23 años– fue a cenar y conoció a Giovanni Battista Meneghini, un fabricante de ladrillos de 52 años y fanático de la ópera.

A los pocos días se había mudado a su apartamento y él se convirtió en su representante. Meneghini no estaba enamorado: «Cuando la conocí, era gorda, torpe, iba vestida como un perro. Una gitana. No tenía un céntimo ni la menor perspectiva de hacer carrera». Callas quería casarse con él y tener un bebé. Y le dio un ultimátum: «Si no te casas, no volveré a cantar». Esa misma tarde de 1949 hubo boda.

En 1953, Callas comenzó un peligroso régimen de inyecciones de yodo, perdió siete kilos, se sometió a cirugía plástica para endurecer la parte superior de los brazos y se arregló los dientes. Se reinventó como icono de la moda y se convirtió en una de las divas más famosas de todos los tiempos. A medida que la fama de Callas crecía, lo hacía su infelicidad matrimonial.

Ante la llegada de soldados italianos y alemanes a Grecia, su madre se prostituyó y puso precio a la virginidad de Maria

Aunque Meneghini la había llamado 'ballena torpe', buscaba consuelo en las prostitutas con sobrepeso. Durante ocho años, Callas fue la reina de La Scala y estaba demasiado ocupada para darse cuenta de que su marido despilfarraba su dinero. En 1959, cuando lo descubrió, ya era demasiado tarde.

Los escándalos y la mala salud la distraían de su arte; pedía ayuda a los médicos, que la tachaban de loca. Su rivalidad pública con la soprano Renata Tebaldi, sus actuaciones canceladas, su despido del Metropolitan y un final desastroso de su contrato con La Scala... Más que una prima donna, Callas se convirtió en una figura tóxica.

Fue en su momento más bajo cuando conoció a Aristóteles Onassis. En agosto de 1959 aceptó su invitación al yate Christina. Onassis había seguido su carrera y le enviaba flores firmadas por «El otro griego». «Ya no era joven, pero seguía siendo depredador y sexy», declaró. Él tenía 53 años y ella, 35.

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Maltratada por ellos. Su marido, Giovanni Battista Meneghini (izquierda), la llamaba 'ballena torpe'; Aristóteles Onassis (a la derecha) la humillaba e insultaba y le era infiel sin disimulo.

Ambos estaban casados. Durante la travesía hablaban en griego para que nadie les entendiera; él le contaba de su infancia en Esmirna (actual Izmir), Turquía, y cómo había hecho fortuna traficando con heroína camuflada en cajas de tabaco. Antes de terminar el crucero ya eran amantes; él le regaló un brazalete de oro, la marca de todas sus amantes.

Callas solicitó la separación de Meneghini, pero él quiso que la detuvieran por adúltera. Meses más tarde se quedó embarazada; Onassis le dijo que abortara; ella se negó. Callas sabía que su marido tendría derechos sobre el bebé y le pidió que firmara el divorcio; este le exigió a cambio el 50 por ciento de sus derechos de grabación.

Callas no podía permitírselo. Abortó involuntariamente en 1960 y volvería a hacerlo en 1963. Aunque Callas siguió cantando, su arte se resintió por su vida nómada con Onassis, que repartía sus días entre Montecarlo, París y su isla privada. Al griego le gustaban las famosas y Callas era su trofeo.

Onassis no perdía el tiempo. Tenía una aventura con Lee Radziwill, hermana de Jacqueline Kennedy. Callas también descubrió que era cliente de Madame Claude, cuyo burdel de París empleaba a quinientas prostitutas. «La mejor chica es esa a la que no tienes que volver a ver», decía. Profundamente infeliz, Callas intentó acabar con su vida. Sería el primero de muchos intentos. «En las óperas –manifestó– he interpretado a heroínas que mueren por amor; es algo que puedo entender».

«Cuando la conocí, era gorda, torpe. Iba vestida como un perro», dijo de ella su primer marido

Onassis llevaba a Lee y Jacqueline de crucero y ella veía sus fotos en los periódicos. «Hace cuatro años era yo quien estaba su lado, dejándome seducir por la historia de su vida. Seguro que se inventa la mayor parte. Los recuerdos exigen demasiado esfuerzo».

Pero Onassis acabó volviendo con Callas. Juntos volaron a Puerto Príncipe, donde él le ordenó cantar para Papa Doc, el presidente haitiano que controlaba a sus ciudadanos con asesinatos y magia negra. Al borde de un ataque de nervios, Callas se desplomó al caer el telón de Norma en París y fue llevada en brazos a su camerino. «Sé que os he decepcionado. Lo siento –dijo a sus fans–. Os prometo que volveré para ganar vuestro perdón y justificar vuestro amor».

Durante tres semanas, ella y Onassis navegaron por el Mediterráneo, pero él, como el público, se había cansado de su abatimiento. «Tú, en tu pedestal... ¿Qué eres? Nada –le gritó–. Solo tienes un silbido en la garganta que ya no funciona». Callas se sentía destruida por los insultos. Bebía y tomaba Nembutal. Ambos se estaban autodestruyendo, él abiertamente y ella a puerta cerrada; entre ellos existía una dependencia que ninguno era capaz de romper.

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Un ambicioso proyecto. La actriz caracterizada de Maria Callas en el rodaje de la película que se acaba de estrenar en el festival de Venecia. Angelina Jolie no protagonizaba un film, desde su última película, Eternals en 2021.

Ella temía que él sufriera una sobredosis o un infarto. Onassis recibía inyecciones de células de oveja –que le vendían como afrodisiaco– y se inyectaba anfetaminas, esteroides y testosterona, que le hacían imprevisible y violento. «Todos los griegos pegan a sus mujeres. El que ama golpea bien», decía.

Durante tres semanas, ella y Onassis navegaron por el Mediterráneo, pero él, como el público, se había cansado de su abatimiento. «Tú, en tu pedestal... ¿Qué eres? Nada –le gritó–. Solo tienes un silbido en la garganta que ya no funciona». Callas se sentía destruida por los insultos. Bebía y tomaba Nembutal. Ambos se estaban autodestruyendo, él abiertamente y ella a puerta cerrada; entre ellos existía una dependencia que ninguno era capaz de romper. Ella temía que él sufriera una sobredosis o un infarto. Onassis recibía inyecciones de células de oveja –que le vendían como afrodisiaco– y se inyectaba anfetaminas, esteroides y testosterona, que le hacían imprevisible y violento. «Todos los griegos pegan a sus mujeres. El que ama golpea bien», decía.

La última humillación

En el verano de 1968, Callas se enteró del romance de Onassis con la viuda Jacqueline Kennedy. Aparecieron fotos en la prensa. «Con una mujer como Jackie y un hombre como tú, empezar algo es fácil, Aristo. Pero ¿cómo pararlo?», preguntó. Tras una última humillación se marchó para siempre. Noche tras noche, Onassis se sentaba en la popa de su yate, bebiendo hasta emborracharse y poniendo discos de Callas, con su voz flotando por las aguas del Jónico.

En los años siguientes, Callas intentó rehacer su vida. Él cambió de táctica y se convirtió en víctima: le hablaba de lo infeliz que le hacía su nueva esposa, Jacqueline. Callas pensó que era su oportunidad de triunfar donde su esposa había fracasado. Intentó relanzar su carrera protagonizando la película Medea, de Pier Paolo Pasolini, que fue un fracaso. En 1973 y 1974 se embarcó en una gira mundial con Giuseppe Di Stefano, con el que inició un romance. Acabó mal: Di Stefano estaba casado, su hija se moría de cáncer y Callas quería que dejara a su mujer.

Tras la muerte de Onassis en 1975, Callas se retiró de la vida pública y entabló amistad con un pianista griego, Vasso Devetzi, quien le suministró Mandrax. Altamente adictiva, podía ser mortal si se mezclaba con alcohol. Quizá Callas lo sabía porque una vez le dijo a Di Stefano que cada día era un paso más cerca del final. No tenía nada por lo que vivir. «Lo he perdido todo. Mi voz está acabada. No tengo un hombre; no tengo un hijo».

A Callas también le diagnosticaron dermatomiositis, una enfermedad que provoca debilidad muscular, pero abandonó el tratamiento porque le hacía ganar peso. El último año de Callas fue tortuoso y solitario. Pasaba las horas viendo la televisión; a través de su mirada miope –la visión había empezado a fallarle– se quedaba absorta viendo las vidas de otras personas. Su tensión arterial disminuía. Por la noche echaba mano del Mandrax. Murió en 1977, a los 53 años.

La película Maria es la desgarradora historia de una mujer en busca de amor y aceptación. Angelina Jolie es una mujer humanitaria, y el retrato de la Callas necesita un toque humano. Como dijo una vez la cantante: «Pon una nota humana en tu historia, por favor. Porque a veces soy bastante humana».


© The Sunday Times Magazine