No son fotografías de moda de los años veinte. Son fichas policiales y sus protagonistas, delincuentes. Así retrataban a los detenidos los fotógrafos del Departamento de Policía de Nueva Gales del Sur, en Australia, entre 1919 y 1939. Un impresionante archivo que ahora se expone en los Sydney Living Museums, en el que hombres y mujeres salidos de la calle eran invitados a posar como quisieran, con su propio estilo. Un documento único en el mundo.
Miércoles, 09 de Marzo 2022, 15:57h
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La historia de esta colección del Archivo de Fotografía de la Policía de Nueva Gales del Sur, el estado donde se ubica la ciudad de Sidney, comienza con una inundación. A finales de los 80, tras una de esas tormentas habituales en la región que lo inundaron todo, el agua llegó hasta los cofres de madera que contenían los negativos de miles de fotografías de detenidos de principios del siglo XX. El lodo acabó con buena parte de ellos. Pero muchos otros, sobre todo placas de cristal, fueron recuperados y catalogados por primera vez.
Empezó la fascinación por este material increíble y único en el mundo: instantáneas tomadas por los fotógrafos de la Estación Central de Policía de Sydney que dejaban a los detenidos que posasen como quisieran, en lugar de forzar los primeros planos de lado y de perfil con un cartel identificatorio delante. El problema era que no siempre se conservaban los datos policiales de esos personajes, lo que no desanimó a los documentalistas australianos. En 2005 se organizó la primera exposición y el libro City of Shadows (Ciudad de sombras) puso las fotos a disposición de ciudadanos y profesionales que pudieron aportar más información. Dos años después, el libro Crooks like us (Nosotros los truhanes) añadía nuevas historias personales a las imágenes. Hoy se pueden disfrutar en la web del Sydney Living Museums. Cualquier pista es bienvenida...
Un capo venido a menos
William Stanley Moore fue un trabajador del muelle detenido en 1926 por traficar con grandes cantidades de opio y cocaína. Los cuatro hombres de la imagen anterior fueron detenidos por robar en la casa del editor Reginald Catton en 1921. Thomas O'Brien fue liberado, pero los otros tres fueron declarados culpables y sentenciados a quince meses de prisión. Esta imagen forma parte de la serie de las primeras 2500 'fotografías especiales' que fueron recuperadas.
Vagos, maleantes... y héroes de guerra
Gracey y Edward Dalton fueron detenidos por ser sospechosos de actividades ilegales y «tener medios insuficientes de sustento», dice su ficha policial. A los hombres que, como ellos, tenían antecedentes penales graves o extensos, se les prohibió luchar en la Primera Guerra Mundial, pero estos dos delincuentes lograron alistarse utilizando un alias para engañar a las autoridades. Gracey, a la izquierda, resultó herido en dos ocasiones y recibió varias medallas por su servicio en Francia.
El cabecilla en la sombra
Lo llamaban 'Sordo', pero su verdadero nombre era Ellis. Estaba fichado por robar cajas fuertes en tiendas y casas y sus fotografías se encuentran en numerosos registros policiales de los años 20 y 30. Él era la cabeza pensante que organizaba los atracos y se encargaba de convencer a otros para que los llevaran a cabo. Sus condenas se produjeron por «sustracción de bienes» y «lanzamiento de proyectiles»; aunque no se especifica de qué proyectiles se trataba, todo indica que fueron usados para eludir la detención.
Una estafadora de película
Barbara Turner Taylor fue descrita por la policía como «la estafadora más inteligente de Nueva Gales del sur». Era una maestra de la manipulación. Comenzó vendiendo revistas, pero pronto descubrió que podía ganar mucho más engañando a grandes empresarios y abogados. Les contaba historias sobre sus desgracias y les convencía para que le prestaran dinero. Logró acumular una considerable fortuna, pero su ambición iba más allá: quería que su vida se convirtiese en película. Por ello hizo de sí misma la protagonista del libro que escribió sobre sus hazañas, donde, sin reparos, nombraba a sus víctimas y se burlaba de ellas.
Sospechosos habituales
En la madrugada del 31 de diciembre de 1927, una redada en el suburbio de Maroubra, en Sidney, acabó con el arresto de seis hombres y una mujer acusados de «frecuentar la compañía de ladrones». Solamente ha quedado documentado el delito de uno de ellos: William Thompson, quien, durante la redada, tuvo un «cuerpo a cuerpo» con el jefe de policía, por lo que fue condenado a seis meses de trabajos forzosos. Semanas más tarde, varios de ellos aparecían fotografiados entre otro grupo de delincuentes. Se les describió cómo presuntos ladrones pero todos ellos pudieron demostrar que trabajaban como peones del muelle y sus cargos fueron desestimados.
Yo quiero ser una ‘flapper’
En los años veinte surgieron las flapper, mujeres que, desafiando los preceptos de la feminidad tradicional, se cortaban el pelo, conducían y no tenían reparo en beber y fumar. Lindsay fue una de ellas. Pero para pagarse el tren de vida de una flapper, Lindsay tuvo que delinquir... O, más bien, según la documentación policial, robó por amor. Su novio ansiaba ser un bailarín reconocido y para ello necesitaba costearse una gira nacional. La joven robó un cheque a su jefe y juntos falsificaron la firma con la esperanza de obtener 310 libras. Fueron arrestados por las sospechas que despertaron en los empleados del banco. Pronto los pusieron en libertad; la sentencia del juez fue más una amonestación paternal: «Bailar no lo es todo en la vida».
La doble vida de Harry
Se llamaba Eugenia. Pero desde 1899 se hacía pasar por un hombre, Harry Crawford. Esta transexual australiana protagonizó un sonado caso en la época no por su cambio de sexo, sino porque fue acusada de asesinar a su esposa, Annie Birkett, con la que se había casado en 1914. Annie desapareció tres años después, en 1917, tras comentar a unos allegados que había averiguado «algo increíble sobre Harry». El cuerpo de Annie no apareció.
¿Hablas conmigo?
En pose digna de Robert de Niro en Taxi Driver, Guiseppe Fiori, alias Permontto, posó para la cámara del fotógrafo de la comisaria, que no descuidaba los requerimientos de la ficha policial, aunque la pose para determinar la estatura fuese sui generis. Fiori estaba acusado de reventar cajas fuertes. Sin perder el estilo.
Los secretos que esconde el negativo
El archivo está compuesto en su totalidad por 130.000 negativos; los más antiguos, plasmados en placas de vidrio. Luego comenzó a utilizarse la película de celulosa. La mayoría de ellos están deteriorados, con marcas y huellas dactilares de los agentes que los manipularon. En los bordes se escribían anotaciones con la información sobre los sospechosos e incluso, en ocasiones, el fotógrafo rayaba o tapaba con tinta algunos detalles capturados que quería ocultar. Hoy en día, gracias a la tecnología digital podemos ver estas partes eliminadas para seguir reconstruyendo la historia del archivo.
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