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Rimbaud, de genio romántico a traficante de armas: cómo convertirse en

La aventura

Rimbaud, de genio romántico a traficante de armas: cómo convertirse en 'poeta maldito' antes de cumplir los 30

Absolutamente adelantado a su tiempo, Arthur Rimbaud ya era reconocido con 21 años como uno de los poetas más importantes de su época. Pero, de pronto, decidió dejar los salones de París y viajar por Oriente y África. Se convirtió entonces en aventurero, traficante de armas y fotógrafo. Estas son algunas de las instantáneas del ‘poeta maldito’.

Jueves, 11 de Noviembre 2021

Tiempo de lectura: 5 min

El poeta adolescente que lo escribió todo antes de sus 20 años cumplía todos los requisitos para recibir el título de ‘poeta maldito’: fue un niño prodigio, guapo, de ojos azules y porte aristocrático, además de rebelde, borracho y absolutamente adelantado a su tiempo.

Poeta maldito le apodó Paul Verlaine -poeta también- con quien Arthur Rimbaud mantuvo una turbulenta relación amorosa. Con él huyó de su casa a la conquista del París literario y revolucionario. Verlaine, a su vez, abandonó a su mujer y a su hijo recién nacido para vivir sin freno la relación con su amante por Europa. Fue una salvaje aventura que consistía en malvivir y emborracharse sin ser felices, con idas y venidas entre los extremos del amor y el odio. Una relación que acabaría trágicamente en un arrebato de ira de Verlaine al disparar a Rimbaud en una muñeca, incidente que le costó una condena a dos años de prisión.

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El joven eterno. El más famoso retrato de Arthur Rimbaud, icono universal del adolescente romántico y rebelde.

Pero aún hay mucho más que contar sobre este imprevisible hombre nacido en Charleville-Mézières en 1854, y cuya explosiva vida fue una mina a la que no le faltó nada. Tras su frustrada relación con Verlaine y su precoz vocación poética que lo llevó a escribir dos libros que ya son clásicos, Una temporada en el infierno e Iluminaciones, Rimbaud dio comienzo a otra etapa de su vida completamente distinta, con la vaga ilusión de sentar la cabeza y dejar atrás una salvaje existencia.

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Un amor apasionado. Rimbaud y Paul Verlaine (en la foto, en Bruselas en 1873) vivieron una de las relaciones más apasionadas del mundo literario. Se conocieron cuando Rimbaud tenía 16 años y Verlaine 37 (y una esposa y un hijo) y pasearon por París su romance antes de instalarse en Inglaterra durante unos años. Allí la relación, bañada en alcohol, se deterioró. Golpes, violencia y finalmente dos disparos de Verlaine a Rimbaud que aunque solo le hirió en un hombro, acabó para siempre con aquella pasión.

Sin embargo, los años que lo esperaban fueron todo menos los de la vida estable que buscaba. Llevado por el anhelo de ser el primero en pisar nuevas tierras, recorrió grandes extensiones a pie por Europa para más tarde ser seducido por la épica llamada de África. En 1880, con 26 años, se estableció en el actual Yemen, como empleado en una agencia que exportaba café, pieles y caucho. Allí probó la heterosexualidad y tuvo varias amantes nativas, e incluso convivió con una.

En Harar, ya en Etiopía, fue primero comerciante y, más tarde, consiguió hacer una pequeña fortuna como traficante de armas. Lejos quedaba su pasión por la poesía, que sustituye por una relación epistolar con su hermana Isabel y su madre, en la que no hay rastro de literatura.

Entregado a la vida nómada en Etiopía, «el hombre de las suelas de viento», como lo llamaba Verlaine, vuelve a pasar hambre y penurias. Entre los nuevos oficios que descubre en su retiro africano sobresale el de fotógrafo.

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Nobles y criados.Un niño lava los pies de un joven noble, en la antigua Choa, hoy Etiopía. Rimbaud, que durante un tiempo quiso convertirse en fotógrafo profesional, tomó esta imagen en 1887.

Como cronista y casi reportero en Etiopía, Rimbaud piensa que el descubrimiento de su nueva vocación va a ser un excelente negocio. «Aquí todo el mundo quiere fotografiarse; incluso ofrecen una guinea por imagen», escribió. Y a su familia le envía sus primeras imágenes: «En estas fotografías estoy de pie en la terraza de la casa; en otra, en un jardín de café y, en la última, con los brazos cruzados, en un huerto de plátanos […]». En la misiva, Rimbaud se queja de que las fotos están decoloradas debido a la mala calidad del agua que usaba para lavarlas. «La próxima vez haré un trabajo mejor. Esto es solamente para recordaros mi figura y daros una idea de los paisajes aquí».

«Siento no haberme casado, tener una familia. Ahora estoy condenado a errar. Puedo desaparecer entre estas tribus sin que nadie tenga noticia»

Estas primeras fotos descubren a un Rimbaud adulto, lejos de la imagen de adolescente romántico y rebelde, y también muy diferente al famoso retrato de juventud reproducido en las antologías de literatura. Lleva un traje blanco colonial, se ve que ha adelgazado y, a pesar de la mala calidad de la tirada, se adivina un rostro de rasgos duros curtido por el sol.

Pero su sueño como fotógrafo se frustra enseguida, porque sus imágenes jamás llegarían a ver la luz. Decepcionado, en una carta de abril de 1885, le cuenta a su madre y a su hermana que, a su pesar, ha revendido su cámara.

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Inmortal. Picasso dibujó a Rimbaud, en su esplendor juvenil y Leo DiCaprio le dio vida en la película Total Eclipse de 1995.

Condenado de nuevo a la vida errante y turbulenta, Rimbaud busca nuevos proyectos porque sabe que es demasiado tarde para volver atrás: «Ya no puedo ir a Europa porque me moriría en invierno y porque ya estoy demasiado habituado a la vida nómada; en fin, ya no tengo posición».

Agotado y con una grave enfermedad en la rodilla, regresa a Francia. Le amputan una pierna, pero ya es tarde

El final de su vida se resume en una escalada de frustraciones y fracasos, que él mismo supo sintetizar en una carta escrita en Harar en 1883. «La soledad es una mala cosa -escribió allí-. Por mi parte, siento no haberme casado y tener una familia. Pero ahora estoy condenado a errar. […] Puedo desaparecer en medio de estas tribus sin que nadie tenga noticia».

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Amigos de otro mundo. Retrato de Constantino Sotiro, uno de los amigos de Rimbaud, en Harar, Etiopía, hacia 1883, retratado por el poeta.

Excesivamente cansado, le cuenta a su familia que pasa sus días africanos sorteando las fatigas y las privaciones. «Imaginaos cómo uno debe de estar después de hazañas así: travesías de mar y viajes a caballo, en barca, sin ropa, sin alimento, sin agua».

Rimbaud no aguanta su estado de agotamiento y soledad, y sus sueños de Oriente se han convertido en pesadilla. En 1891 se ve afectado por una grave enfermedad en la rodilla derecha y tiene que abandonar Harar en una camilla, porteada por unos hombres durante doce días hasta llegar a Zeila, en el noroeste de Somalia. Es el principio de una larga agonía.

Repatriado a Francia, le amputan la pierna y, finalmente, meses después, con tan solo 37 años, Arthur Rimbaud muere en un hospital de Marsella, tras padecer terribles dolores.

El genial poeta -el que fuera capaz de inspirar a generaciones de escritores, a músicos como Bob Dylan y hasta a artistas como Picasso, que lo retrató en 1960- se apagó igual de abruptamente que su poesía. Demasiado pronto.

Fotografías: Colección Museo Arthur Rimbaud-Charleville-Mézières

Etiquetas: Escritores
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