Viernes, 25 de Octubre 2024, 13:29h
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Con solo 17.000 habitantes, la pequeña localidad de Kalundborg se ha convertido en el gran productor del pinchazo que ha logrado el sueño de muchos habitantes del Primer Mundo: reducir la cintura. Allí se fabrica el tratamiento contra la obesidad que ha revolucionado el mundo de las dietas. La farmacéutica responsable de que celebrities como Oprah Winfrey o Elon Musk hayan conseguido bajar de peso, Novo Nordisk, ha invertido 7800 millones de euros en la expansión de su planta local.
Unas cifras que han convertido a este pueblo marinero, que albergó una leprosería en el siglo XI, en una meca laboral, atrayendo a miles de trabajadores y generando prosperidad en la región. Y, aunque la euforia es evidente, los vecinos de Kalundborg andan preocupados y ya han planteado sus dudas sobre la poca sostenibilidad a largo plazo que tiene depender demasiado de una sola industria. Saben de lo que hablan. Ya han saboreado las mieles del éxito en varias ocasiones, con resultados frustrantes. El último batacazo ocurrió en 1990.
Décadas antes, en los sesenta, Kalundborg se convirtió en el centro de producción de Carmen Curlers, la empresa que revolucionó la vida de las amas de casa de medio planeta con los primeros rulos eléctricos. Su creador, Arne Bybjerg, era un inventor danés que no tenía nada que ver con la industria de la belleza y que, como la inventora de Ozempic, Lotte Bjerre Knudsen, llegó a su genialidad casi por casualidad.
De hecho, Arne trabajaba en la industria de la calefacción cuando tuvo la idea de introducir hilos eléctricos en un rizador de pelo, lo que permitió a las mujeres no tener que pasar tanto tiempo en la peluquería. Según afirmaba la revista Forbes de la época, Carmen Curlers se convirtió en la compañía de mayor crecimiento a nivel mundial y en la séptima empresa más grande de Dinamarca casi de la noche a la mañana.
También la revista Time, en un artículo de mayo de 1968, contaba la proeza de los rulos explicando que «cada noche, se embarcaban en el aeropuerto de Copenhague más de 20 toneladas de rizadores eléctricos con rumbo a los Estados Unido,s encargados por la empresa Clairol, que los vendía en su país a unos 40 dólares la unidad». Y añadía: «El propietario parece un triunfador, al volante de un Rolls-Royce amarillo o de uno de sus cinco aviones, acompañado a menudo por su segunda esposa, la rubia Lise-Lotte Bybjerg, de 22 años, que nunca tiene un pelo fuera de lugar: utiliza su rizador Carmen Curler dos o tres veces al día»
La cuna del ‘ave fénix’: Con la llegada del ferrocarril y la construcción del astillero de Kalundborg en 1918, la región vivió un momento de esplendor, pero en 1921 el banco que lo financiaba quebró y con él todo el proyecto. Ahora, la ciudad está centrada en el sector biotecnológico.
Rizando el rizo: Carmen Curlers se convirtió en la compañía de mayor crecimiento mundial y... Leer más
Tal fue el éxito de aquellos rizadores, que Estados Unidos acabó haciéndose con la firma y no de un modo muy amable. Básicamente le dijeron a Bybjerg que, si nos les vendía el negocio, dejaban de hacerle pedidos. Así que tuvo que aceptar. El danés recibió 300 millones de coronas de la época (unos 335 millones de euros actuales) y, finalmente, la planta cerró en 1990, causando la caída económica en la ciudad.
No era su primer traspié. A principios del siglo XX, Kalundborg ya vivió otra bonanza económica gracias a su astillero, hasta que colapsó durante la Gran Depresión, lo que dejó a muchas personas sin empleo y sumió a la ciudad en grandes dificultades económicas.
La moraleja detrás de tanto altibajo empresarial se resume en la expresión popular para clarificar la premisa de la diversificación financiera: no poner todos los huevos en la misma cesta. Por eso, y a pesar de que la reciente expansión de Novo Nordisk ha traído el optimismo, la ciudad de Kalundborg ha decido apostar por sector biotecnológico y una de las claves la encontramos en su parque ecoindustrial, que funciona casi como una cadena alimenticia: la planta eléctrica Asnaes vende vapor a la refinadora Statoil y a la planta farmacéutica, y el calor obtenido de los generadores se usa para la calefacción de edificios en la ciudad y para calentar invernaderos y granjas acuícolas. Además de esto, la refinería vende gas combustible y agua de enfriamiento a la planta eléctrica Asnaes, y el azufre que produce se envía a la planta de acido sulfúrico de Kemira.