Neurótico, dominante, afable...
Neurótico, dominante, afable...
Hace ya unos 10.000 años que humanos y gatos iniciamos la convivencia y todavía nos estamos conociendo. El acercamiento se inició en el Neolítico, cuando el hombre se puso a labrar la tierra en Oriente Próximo y el gato africano (Felis silvestris lybica), del que descienden todas las razas domésticas, acudió a su lado, atraído por los ratones que infestaban los sembrados. Los agricultores de aquel Creciente Fértil les dieron la bienvenida porque mantenían las cosechas a salvo de plagas.
Los científicos han situado un segundo linaje posterior en Egipto, donde fueron venerados como un dios y desde donde se extendieron por Europa y otros lugares a través de las rutas comerciales. Siguiéndole la pista al ADN de los restos arqueológicos de unos 200 gatos, investigadores de la Universidad de Lovaina y el Real Instituto Belga de Ciencias Naturales han determinado que así fue como se nos metieron en casa y se convirtieron en mascotas.
Aunque la ciencia se ha ocupado ampliamente del estudio de la psicología animal, en lo que respecta al gato doméstico hay un matiz de diferencia. «Dueños, veterinarios, científicos y expertos se centran en los problemas de comportamiento cuando los gatos están estresados, no en la conducta de ejemplares psicológicamente saludables y sus interacciones tanto con personas como con animales», señala Carla Litchfield, la experta en psicología animal de la Universidad de South Australia que ha liderado un estudio centrado en los gatos hogareños para comprender su personalidad dentro de su hábitat cotidiano (The 'feline five': an exploration of personality in pet cats). Analiza así la conducta de 2802 gatos a cuyos dueños los investigadores pidieron que valoraran 52 rasgos de carácter y comportamiento.
Los resultados sugieren que el temperamento de esos felinos puede clasificarse en torno a cinco factores: neurosis, dominio, impulsividad, afabilidad y extraversión.
Los autores encuentran varias aplicaciones valiosas para su estudio. Evaluar el temperamento de nuestro gato podría señalarnos las pautas para mejorar su bienestar y su felicidad. Conocer su carácter normal también puede darnos pistas sobre su salud: un cambio significativo en sus hábitos podría estar indicando un problema médico subyacente.
Otro posible valor de una comprensión de su 'idiosincrasia' es evitar los conflictos territoriales que surgen al juntar según qué animales bajo el mismo techo y mejorar el entendimiento amo-gato y, en consecuencia, las tasas de éxito en la adopción de mascotas. En España, 33.335 gatos fueron abandonados y recogidos por protectoras de animales en 2016. En última instancia, conocer a nuestros compañeros de piso mejorará las relaciones entre todos los miembros de la familia. «Los gatos son más sociables de lo que muchos piensan», asegura Litchfield.
A pesar de arrastrar una reputación de bichos ariscos, esquivos y distantes, nuestros gatos nos quieren. Un equipo de científicos dirigidos por Kristyn R. Vitale Shreve, de la Universidad Estatal de Oregón, sometió a un grupo de 50 mininos a una serie de pruebas para determinar sus preferencias ante diferentes situaciones. En una de ellas, los animales fueron confinados y privados de todo contacto humano, de alimentos, juguetes y olores.
Transcurridas varias horas, se pusieron a su alcance diversos estímulos y se les permitió elegir libremente sus preferencias. Lo que sucedió fue que la mitad de los gatos eligieron restregarse y juguetear con las personas antes que lanzarse en plancha hacia un cuenco de comida o pelearse con un ratón de peluche.