El pez con brazos camina de nuevo

Usan las aletas como brazos con los que se arrastran por el fondo marino; es decir, caminan más que nadan. A tan peculiar forma de moverse le deben el nombre los «peces con brazos», del que el más singular es el pez rosado, Brachiopsilus dianthus, tan excepcional que el último ejemplar del que quedaba constancia fue avistado por un buceador en el año 1999, al sureste de Hobart, la capital de Tasmania. Por ello, la especie fue inmediatamente catalogada en peligro de extinción. Ahora, más de dos décadas después, un nuevo ejemplar ha aparecido en la costa de Tasmania, una remota isla-estado al sur de Australia.

Los expertos creían que los Brachiopsilus dianthus habitaban en aguas poco profundas, de entre 15 y 40 metros; pero el nuevo hallazgo, a 120 metros de profundidad, pone en jaque los pocos conocimientos que se tenían sobre ellos.

Una de las amenazas  a las que se enfrenta el pez rosado con brazos  son los depredadores que fueron introducidos en las aguas donde habita, como las estrellas del mar que llegaron del Pacífico norte. La contaminación y la reducción de las algas también le perjudican. El pequeño pez usa las algas para cubrirse y protegerse. Es un mal cazador, debido a su lentitud, y se limita a alimentarse de gusanos y pequeños crustáceos. Tampoco es rápido a la hora de huir de sus enemigos, todo lo cual contribuye a su fragilidad.

En el Handfish Conservation Project, un proyecto creado en 2018 para la recuperación de todas las subespecies de peces sin brazos, se dedica a la localización y mantenimiento de los pocos ejemplares vivos de los que se tiene constancia. Entre sus iniciativas, se encuentra la de poner nombre a uno de estos peces por mil dólares. Con todo el dinero recaudado se aseguran de mantener a flote sus programas: la cría en cautividad, los estudios de población, la conservación del hábitat... «Si ha visto un pez rosado con brazos en los últimos 5 años, cuéntenoslo. Su ayuda es muy importante y puede contribuir al descubrimiento de una nueva población de estos peces en peligro crítico de extinción», insisten desde la organización.

La inmensidad del océano guarda grandes secretos y sorpresas para los amantes de la fauna marina. Estas son otras especies 'raras' de peces que han sido avistadas en los últimos años y que demuestran que aún queda mucho por descubrir. 

Peces raros

El campeón de los feos

No tiene músculos. Se compone de una masa gelatinosa de baja densidad que le permite flotar sobre el fondo del mar sin gastar energía. Cuando lo pescan, el pez gota (Psychrolutes marcidus) se desparrama y se le forma esa especie de nariz. Vive entre las costas de Australia y Tasmania. Y es todo un campeón: ha sido elegido el animal más feo del mundo por la Sociedad para la Conservación de Animales Feos, un organismo que vela por la salvación de las especies más repulsivas del planeta. La rata topo desnuda y el también narigudo elefante marino le siguen en la clasificación de animales poco agraciados.

Peces raros

Los peces sin ojos

Miden siete centímetros y son ciegos. De hecho, no tienen ojos. Hasta hace unos años solo se habían visto en el estado mexicano de Coahuila, de ahí que su nombre sea bagre ciego mexicano. Desde que fue descubierto en 1954 está en la lista de especies en extinción, pero en 2016 se encontraron ejemplares en Texas, en unas cuevas próximas al río Grande. El hallazgo de la nueva colonia de este raro pez sugiere que México y Texas estarían unidos por cavernas subterráneas.

Peces raros

El pez más pesado del mundo

El pez luna (también llamado ‘mola mola’) nada tranquilo por aguas templadas de todo el planeta. No es temeroso porque lo protege su envergadura: es el pez óseo más pesado del mundo, hay ejemplares de dos toneladas de peso y más de tres metros de longitud. Vive sin estrés porque, además, su piel no parece apetecible: es gruesa, sin escamas, con textura de papel de lija y está cubierta por una capa de moco. Se siente a salvo el pez luna. De ahí su parsimonia habitual. Cuando el hambre aprieta, van a por él tiburones, orcas y leones marinos, como el intrépido de la foto: este ‘mola mola’ no se esperaba el bocado.

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