«Las guerras son horribles. Yo lo que pinto son seres humanos, su sufrimiento y valor, la victoria y la derrota»
La pintura histórica, arrumbada durante años en nuestro país, resurge de la mano de Augusto Ferrer-Dalmau. Empeñado en que el género siga brillando después de él, está formando a nuevos artistas. Su último proyecto: pintar a 22 reyes de España, siempre ayudado por historiadores y asesores como su buen amigo Arturo Pérez-Reverte.
Augusto Ferrer-Dalmau le ha dado un nuevo impulso en España a la pintura histórica, un género universal que cultivaron grandes del arte como Uccello, Delacroix, Tiziano, Leonardo da Vinci o Rafael. En sus cuadros revive momentos de los que no teníamos imágenes. Y lo hace con el máximo detalle y rigor: si pinta un botón dorado es porque exactamente así era el botón. Sus pinceles resucitan a arcabuceros, lanceros, granaderos, húsares o legionarios. Cada personaje con sus dagas, picas, calzas, cuellos de lechuguilla, alfanjes o fusiles. Lo que corresponda. Por su trabajo fino y vibrante (casi se oye el bufido de los caballos), Ferrer-Dalmau ha merecido las más altas condecoraciones militares, un doctorado honoris causa, un asiento en la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría y una Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Lo reclaman museos de México y Estados Unidos, lo buscan coleccionistas rusos y españoles. Hablamos con él en su casa y estudio.
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