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Dos jefes en la intimidad Obama y Springsteen, una charla exclusiva entre amigos

Son íntimos amigos desde que se conocieron, en 2008, cuando el cantante se volcó en la campaña del que sería el primer inquilino negro de la casa blanca. Un libro recoge una serie de conversaciones entre ambos en las que se desnudan de forma extraordinaria. Sus padres ausentes, sus mujeres poderosas, la nueva masculinidad... Reproducimos sus reflexiones más personales.

Por Fernando Goitia / Fotos: Rob DeMartin

Sábado, 16 de Octubre 2021

Tiempo de lectura: 13 min

Una estrella del 'rock' y un expresidente de Estados Unidos se sientan una mañana de verano de 2020 en un estudio de grabación. Son dos símbolos incontestables del país más poderoso de la Tierra que charlan durante horas como amigos que comparten visiones sobre lo que los rodea y confidencias íntimas, extremadamente personales. Se conocieron en la campaña electoral de 2008, la que llevó a Barack Obama a la Casa Blanca. Como muchos otros artistas e intelectuales norteamericanos, Bruce Springsteen –«un magnífico narrador, un bardo de la experiencia estadounidense», Obama dixit– se volcó con el que acabaría siendo el primer dirigente negro de su país. «Durante ese tiempo tuvimos algunas largas y reveladoras conversaciones –señala el músico–. De esas en las que hablas con el corazón y te marchas con una comprensión verdadera de la forma en que tu amigo piensa y siente, de la manera en que se ve a sí mismo y su mundo».

Fue, digamos, un amor a primera vista, una amistad cuya solidez se exhibe ahora en Renegados. Born in the USA (que en España publica la editorial Debate el 4 de noviembre y en catalán Libros del Kultrum ), un libro que recoge horas y horas de conversaciones en el estudio de Springsteen en Nueva Jersey. Infancia, masculinidad, poder, mujeres, racismo... XLSemanal selecciona algunos extractos como adelanto en exclusiva. Escuchemos.

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Como dos músicos que improvisan. Bruce y Obama comenzaron a reunirse en el estudio del Boss en Nueva Jersey en el verano de 2020. Grabaron allí una serie de conversaciones divulgadas en formato podcast. Ahora ven la luz en un libro, Renegados. Born in the USA, que la editorial Debate publica en España el 4 de noviembre.

NUESTROS PADRES AUSENTES

Bruce: Mi padre jamás habló conmigo. No sabía cómo hacerlo. Recuerdo que un día le puse una cámara de vídeo y le dije: «Papá, quiero que me cuentes la historia de tu vida». Duró cinco minutos. Todo lo que acabé sabiendo de él fue por lo que pude observar y por lo poco que me contó mi madre, que, aunque no era mucho, contradecía al hombre que yo conocía. Me resigné al hecho de que jamás iba a conocerlo.

Obama: Mi padre no vivía en casa. Tuve un padrastro de los 6 a los 10. Era amable, me trataba bien, me enseñó a boxear, pero después…

Bruce: ¿Qué le pasó?

Obama: Bueno, era indonesio. Nos trasladamos a Indonesia hasta que, cuando cumplí los 10, mi madre pensó: «Tengo que enviar a Barry de vuelta a Hawái para que reciba una educación estadounidense». Así que regresé. A casa de mis abuelos. Para entonces, el matrimonio de mi madre ya estaba deteriorado. Se separaron de forma amistosa. Tuvo una enfermedad en el hígado y murió joven. Recuerdo llorar cuando falleció.

'Mi padre se marchó cuando yo tenía 2 años y no lo volví a ver hasta los 10. Era un extraño. Estaba impaciente por que se fuera. Luego supe que provocó mucho caos y desgracia, heridas muy profundas con las que yo no tuve que lidiar'

–Barack Obama–

Bruce: Mi padre padecía una enfermedad mental, así que ya en el instituto empecé a ser consciente de sus debilidades. Lo recuerdo quejándose de que, si no hubiera tenido familia, habría aceptado cierto trabajo y viajar. Se sentaba con un 'pack' de seis cervezas noche tras noche. Esa fue mi única imagen de masculinidad hasta mis 30 largos.

Obama: Mi padre se marchó cuando tenía 2 años y no lo vi hasta los 10, cuando vino a Hawái a visitarnos un mes. Yo no sabía bien qué pensar de él. Tenía acento británico, una voz potente y ocupaba un espacio enorme. Me decía lo que tenía que hacer. No me alegraba que hubiera aparecido, estaba impaciente por que se marchara. Era un extraño que, de repente, se había plantado en casa.

Bruce: Claro.

Obama: Y se marchó. Jamás lo volví a ver. Ya en la Universidad, pensé: «Para comprender quién soy, debo conocerlo». Le escribí: «Voy a ir a Kenia. Me gustaría pasar un tiempo contigo». Pero seis meses antes de la fecha planeada murió en accidente de coche. Más tarde comprendí que me influyó de una forma en que no me había dado cuenta. Me regaló mi primer balón y me obsesioné con el baloncesto. También me llevó a un concierto de jazz. ¡A un chico de 10 años! Pero más tarde era uno de los pocos niños de la escuela a los que le interesaba el jazz. Por otro lado, al observar a sus otros hijos varones –a quienes conocí más tarde en Kenia–, descubrí que, probablemente, fue mejor no haber vivido en su casa. Tuvo que lidiar con un montón de cosas. Y provocó mucho caos y desgracia a su alrededor, mucha rabia y dolor, heridas muy profundas con las que yo no tuve que lidiar.

CONVERTIR LOS FANTASMAS EN ANCESTROS

Bruce: El asunto es el siguiente: cuando no puedes conseguir el cariño de tu madre o padre, ¿cómo creas esa intimidad que necesitas? Yo no podía llegar a él ni podía tenerlo. Entonces pensé: «Voy a ser él». Todo lo que me ha importado, todo lo que he escrito está basado en la historia de su vida. Creo que no me convertí en el hombre que quería ser hasta que Patti llegó. A los 32 empecé una terapia psicoanalítica y no tuve hijos hasta los 40, así que esos ocho años me los pasé revisando esas cosas y descubrí que ese estereotipo había ahuyentado a personas que me importaban. Impidió que me conociera a mí mismo.

Obama: Y acaba uno luchando con fantasmas. La táctica de mi padre consistía en mostrar solo sus cualidades. Jamás sentí que tuviera un legado problemático que me llevara a ser alcohólico, marido maltratador... pero no dejaba de pensar: «Debo estar a la altura». Todo hombre intenta estar a la altura de las expectativas de su padre o de sus errores. Michelle a veces me pregunta: «¿Qué es ese vacío en tu interior que te obliga a hacer esas cosas tan complicadas?». Y parte de la respuesta viene de haber sentido: «Tal vez se fue porque pensaba que no valía la pena quedarse por mí y pienso demostrarle que se equivocó».

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Nacidos para correr. Bruce (arriba, en la playa con Virginia, la mayor de sus dos hermanas) creció en Freehold (Nueva Jersey), en una familia de clase obrera. Obama nació en Hawái. Su padre se fue cuando él tenía 2 años. Su madre se casó otra vez y vivió en Indonesia otros cuatro, hasta que fue enviado de vuelta a su archipiélago natal, con sus abuelos.

Bruce: Como bien dices, acabamos luchando con fantasmas. El secreto es convertirlos en ancestros. Los fantasmas persiguen. Los ancestros caminan a tu lado, te dan consuelo y una perspectiva de la vida que se convierte en tuya. Ahora, mi padre camina a mi lado.

DESCUBRIR UNA NUEVA MASCULINIDAD

Obama: Yo no tuve ningún modelo. Quise muchísimo a mi abuelo y reconozco cosas de él en mí, pero no tenía nada que me hiciera sentir: «Tengo que hacer eso». De modo que en la adolescencia intenté averiguar qué significa ser un hombre. Tienes que ser deportista, perseguir a las chicas. Cuánta cerveza eras capaz de beber. Cómo respondes en una pelea... Si no tenías un padre en casa, tomabas esas cosas de la cultura popular. Me gusta pensar en mí mismo como alguien que ha superado algunos de esos problemas, que ahora es sensible y está en sintonía con sus sentimientos, pero de vez en cuando hay momentos en que brota el macho alfa y Michelle me dice: «Eres un…».

Bruce: «Capullo».

Obama: Las niñas ponen los ojos en blanco y dicen: «Típico de chico».

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Ambición y paternidad. La paternidad, confiesan Obama (dos hijas) y Bruce (tres chicos y una chica), los ayudó a descubrir un nuevo modo de ser hombres. Al músico le llegó ya convertido en mito del rock y pasaron a ser su prioridad. A Obama, cuando iniciaba su carrera política. Se las vio y se las deseó, cuenta, para no perderse sus infancias.

Bruce: Yo tenía una imagen muy de macho alfa a mediados de los ochenta, en la era Reagan.

Obama: The Boss.

Bruce: Exacto. Resurgía esa idea de Estados Unidos como país poderoso y prepotente. Y no se me ocurre nada más prepotente que salir a un estadio y enfrentarte a 50.000 personas. Es como de gladiador, ¿no? Así que no puedo negar que me serví de ese modelo.

Obama: Es interesante comprobar hasta qué punto eso no ha cambiado nada. Se nota en la cultura popular y también en cierto tipo de política. Se ve en Donald Trump, esa caricatura…

Bruce: De la masculinidad.

Obama: Que nunca se disculpa ni muestra debilidad ni emociones.

Bruce: Que no es transparente. Pero te quedas aislado y solo, sobre todo cuando atraviesas momentos dolorosos.

Obama: También se nota en las estadísticas de suicidio y consumo de opiáceos. Además, está la soledad, sobre todo a medida que envejecemos. A nuestros chicos no les estamos enseñando esa habilidad de compartir y conectar de una manera permanente.

'Cuando Patti llevaba unos meses de embarazo, tuvo pérdidas y fuimos al médico. Mientras estaba allí pensé: 'Estoy dispuesto a hacer cualquier cosa, lo que haga falta'. Fue mi primera experiencia de amor incondicional, de un amor sin miedo'

Bruce Springsteen

APRENDER A SER PADRES

Obama: En el instante en que vi a Malia, con esos ojos enormes mirándome, pensé: «Dios mío. Estoy dispuesto a hacer cualquier cosa por ti». Y cuando llegó Sasha, igual. El amor de padre no es algo en lo que haya tenido que trabajar.

Bruce: Es incondicional. Cuando Patti llevaba unos meses de embarazo, tuvo pérdidas y fuimos al médico. Mientras estaba allí pensé: «Estoy dispuesto a hacer cualquier cosa, lo que haga falta». Fue algo…

Obama: Visceral.

Bruce: Fue mi primera experiencia de amor incondicional, de un amor sin miedo.

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Y entonces llegó Patti. «Patti salió con muchos tipos y dejó un montón de corazones rotos a su paso –dice Bruce–. 'Joder, vive igual que yo', pensé. Se dedicaba a la música y era independiente. Eso me parecía muy atractivo y comprendí: 'Necesito a alguien con ese poder'».

Obama: En mi caso, el reto de la paternidad radicó en que mi trabajo era agotador, absorbente, y viajaba. Después, me presenté a la Presidencia y pasaba fuera cinco días seguidos.

Bruce: Tuviste a tus hijas al principio de tu vida profesional. Yo tuve a los míos cuando ya había alcanzado la cima y había dado la vuelta. Tanto la relación como la familia se convirtieron en mi prioridad y podía dedicarme a ellas.

Obama: Michelle y yo tuvimos a las niñas y, en un plazo de dos o tres años, fui catapultado. Cuando me presenté al Senado, Sasha tenía 3. Me pasé un año y medio de viaje. Los primeros seis meses de mi candidatura me sentí fatal. Lo superamos gracias a la heroica capacidad de Michelle para gestionar las cosas en casa y a la generosidad de mis hijas. Lo que no sabía era que iba a pasar mucho más tiempo con ellas cuando fuera presidente.

Bruce: ¡Claro!

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El consejo de Michelle. «A Michelle le encantaban tus ideas sobre tus defectos como hombre –dice Obama a Bruce–. Me decía: 'Bruce entiende sus faltas y ha aprendido a lidiar con ellas de un modo en que tú no'. Debes pasar más tiempo con él».

Obama: Tenía un trayecto de treinta segundos, así que cenaba todas las noches a las seis y media, a menos que estuviera de viaje. Quería estar allí y zambullirme en las historias de los chicos pesados, de los profesores raros y de los dramas en la cafetería; quería leer a Harry Potter, arroparlas y escuchar las canciones que estuvieran escuchando. Aquello fue mi salvación en un trabajo en el que lidiaba a diario con el caos, la crisis, la muerte, la destrucción, los desastres naturales...

Bruce: Lo más difícil para mí fue quedarme quieto. Tenía viejos hábitos de músico. Me quedaba despierto hasta las tres o las cuatro y me levantaba a mediodía. Los primeros años, Patti dejó que siguiera así y yo hacía el turno de noche. Pero, a medida que crecían, me dijo: «No tienes que levantarte, pero el mejor momento de los niños es por la mañana, están guapísimos, recién despiertos tras una noche de sueños. Y tú nunca los vas a ver». Aprendí que yo no era mi padre y que hay que estar presente en este mundo.

MICHELLE Y PATTI, LAS MUJERES QUE MARCARON EL CAMINO

Obama: ¿Qué crees que nos ha empujado a esta desafiante y satisfactoria elección de estar acompañados por mujeres fuertes?

Bruce: Creo que somos personas que necesitaban límites. Patti intentó definir un concepto más amplio y libre de masculinidad para mí, y eso me asustó. Pero me di cuenta de que, si no lo hacía, no iba a tener una vida plena. Algo en su inteligencia, en su intuición, su poder, su feminidad, me dio la tranquilidad de que, de repente, tenía una compañera en la que podía confiar y a la que podía contarle mis miedos.

'Yo no tuve ningún modelo. De modo que en la adolescencia intenté averiguar: '¿Qué significa ser un hombre?'. Ser deportista, perseguir a las chicas, beber cerveza, pelearte... Me gusta pensar en mí como alguien que ha superado algunos de esos problemas'

Barack Obama

Obama: Cuando miraba a Michelle, me daba cuenta de que no había conocido a nadie igual y pensaba que, incluso si el matrimonio no funcionaba, nunca me arrepentiría de haber estado con ella. Así que aquel verano en que me mudé a su casa le pedí que se casara conmigo.

VIVIR EN UN PAÍS ENTRE EL ORGULLO Y LA CODICIA

Bruce: Mis primeros recuerdos de Freehold tienen que ver con las imágenes de Norman Rockwell: los desfiles del Día de los Caídos, de los Veteranos, las banderas... Sentía pertenecer a un país bendecido. Había ocurrido una gran guerra. Luchamos por la libertad de otros. Éramos los buenos. Mi padre fue camionero en la batalla de las Ardenas. Y existía esa sensación de que Dios miraba a Estados Unidos con especial favor. De niño, eso tuvo un impacto profundo e inolvidable.

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Dos 'jefes', dos colegas. Bruce fue una figura muy presente en la presidencia de Obama. Actuó en su campaña, en el concierto de su toma de posesión y varias veces en la Casa Blanca. Dos meses antes de dejar el cargo, le concedió la Medalla Presidencial de la Libertad, máximo honor civil de EE.UU. Así recibió ese día el presidente a The Boss a su llegada al acto en la Casa Blanca.@ Pete Souza.

Obama: Uno de los caminos que me volvieron más patriota fue mi salida del país, porque me di cuenta de lo que teníamos. Mi madre me explicaba que en Indonesia había un Gobierno militar, pero que en Estados Unidos todo el mundo tenía voz. Tenía una sensación de superioridad: «Estoy feliz de haber nacido bajo esta bandera». El cambio se produjo en los ochenta, cuando Reagan salió elegido.

Bruce: Empezaron a salir en los medios historias propias de 'Lifestyles of the rich and famous', que introdujeron la cultura del materialismo en todos los hogares. Nos decían: «No serás lo bastante bueno hasta que tengas estas cosas».

'Con Reagan resurgió esa idea de Estados Unidos como país poderoso y prepotente. Y no se me ocurre nada más prepotente que enfrentarte a 50.000 personas en un estadio. Es como de gladiador. Así que no puedo negar que me serví de ese modelo'

Bruce Springsteen

Obama: Alcancé la mayoría de edad en la era Reagan, así que, cuando pensaba en Estados Unidos, pensaba en el lugar que ocupaba: en vez de ver a mi alrededor una cultura de servicio, de comunidad, veía un país definido por la codicia. En los ochenta, Reagan vino a decir que el Gobierno era el problema. Se produjo un cambio en el modo de operar del capitalismo, los sueldos se estancaron y las desigualdades crecieron mucho.

UNA HISTORIA DE RACISMO

Bruce: Después del asesinato de George Floyd, empecé a leer a James Baldwin, y este pasaje se quedó conmigo: «A los blancos de este país les falta mucho para aprender a aceptarse y amarse a sí mismos y a los demás y, cuando lo hayan logrado –que no será mañana e incluso puede que nunca ocurra–, el problema de los negros se acabará porque ya no será necesario».

Obama: En los sesenta, el grupo de jóvenes que se implicaba era más reducido. Ahora, parece ser un cambio de actitud de toda una generación. Emociona esa voluntad de exponerse, de plantearse preguntas difíciles y de planteárselas a sus padres. De mirar hacia adentro.

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Cantar y contar entre amigos. A un mes de acabar su mandato, Obama quiso hacer algo especial para su personal más cercano. Acompañado de guitarra y piano, Bruce contó episodios de su vida, su historia. «Me sentí como nunca me había sentido tras una actuación –le confiesa a Obama–. Me dijiste al oído: 'Esto que has hecho por nosotros deberías hacerlo en un teatro'».  Así nació su espectáculo Springsteen on Broadway.

Bruce: En Estados Unidos hemos querido a los negros y a los latinos cuando nos entretienen, pero cuando quieren vivir en la puerta de al lado seguimos siendo una sociedad tribal. Para hablar de raza, hay que admitir que gran parte de nuestra historia ha sido de rapiña y violencia y manipulación contra la gente de color. Deberíamos reconocer nuestra complicidad diaria y que estamos ligados a la historia del racismo.

UN IDEAL PRESIDENCIAL

Bruce: ¿Cuándo pensaste por primera vez que querías ser presidente? ¿Qué te llevó a desear algo así?

Obama: Alguien debió de metérmelo en la cabeza… En realidad, se remonta a lo que hemos hablado de alinear el país con los ideales. Sarah Palin, prototipo y precursora de lo que estaba por venir, hablaba de los «estadounidenses de verdad», y yo no entraba en esa categoría. La escuchaba y pensaba: «No has recorrido mucho estas tierras, porque los estadounidenses son de todas las formas y tamaños». Eso es lo bueno de ser candidato: visitar los cincuenta Estados, conocer a gente con distintos tipos de vida y en diferentes circunstancias y ver el hilo conductor que los une. Incluso entre conservadores y liberales hay una serie de premisas en común, pero están profundamente enterradas. Creo que uno de los desafíos más difíciles, en nuestras vidas individuales o como nación, es descifrar si somos capaces de identificar lo negativo en los demás sin negar la totalidad de sus vidas. Nuestro trabajo es crear un puente para la próxima generación.

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