
Una mañana de 1984, mientras me estaba afeitando y escuchaba el programa radiofónico de Luis del Olmo me enteré de que Juan Pujol, el célebre espía Garbo –mi padre–, había reaparecido y vivía en Venezuela. Habían pasado 50 años y creíamos que estaba muerto. Puede figurarse mi reacción y la de mi familia», recuerda Juan Kreisler.