Por el psicólogo y profesor Adam Grant
Por el psicólogo y profesor Adam Grant
Por qué nos cuesta tanto cambiar de opinión? ¿Y por qué nos cuesta aún más lograr que los demás cambien la suya? Cada vez se hace más difícil mantener conversaciones razonables, debates que no acaben en incómodas, cuando no violentas, discusiones. ¿Qué está pasando? «Preferimos escuchar únicamente las opiniones que nos hacen sentir bien antes que enfrentarnos a quién piensa de manera diferente», explica el psicólogo Adam Grant. «Porque lo más difícil no es aprender, sino desaprender».
En una época tendente a las 'burbujas' y las 'cajas de resonancia', este psicólogo nos invita a cambiar de mentalidad y nos proporciona un entretenido manual para hacerlo, Piénsalo otra vez (ed. Deusto), considerado por The Wall Street Journal como uno de los libros que hay que leer para actuar con inteligencia. Estos son los 15 consejos para abrir tu mente... y la de los otros.
Cuando empieces a crearte una opinión, resiste la tentación de predicar, fiscalizar o politiquear. Trata tu opinión recién nacida como una intuición o una hipótesis y ponla a prueba con los datos.
Evitar un apego excesivo a tus creencias es mucho más sencillo si no te sientes atado a ellas, como si fueran una parte fundamental de tu identidad.
Puedes combatir el sesgo de confirmación, reventar los filtros burbuja y escapar de las cajas de resonancia si interactúas activamente con otras ideas que cuestionen tus suposiciones.
Cuanto mejor sea la opinión que tienes de ti mismo, mayor es el riesgo de que te estés sobreestimando, y mayores las probabilidades de quedarte estancado y dejar de mejorar.
Ser consciente de lo que no sabes suele ser el primer paso para acabar dominando un tema.
Cuando descubras que has cometido un error, tómatelo como una señal de que has descubierto algo nuevo. No tengas miedo de reírte de ti mismo.
Todo el mundo sabe más cosas que tú sobre algún tema.
Está muy bien, y ayuda mucho, tener a un equipo de animadores que siempre están ahí para alentarte, pero también necesitas críticos que te cuestionen.
Los desacuerdos no tienen que ser desagradables. Intenta enmarcar el desacuerdo como un debate: de esta forma, la gente suele enfocarlo desde un punto de vista intelectual y no lo ve tanto como algo personal.
Cuando intentas abrir las mentes de la gente, se llega bastante más lejos escuchando que hablando.
Cuando la gente describe por qué defiende una opinión extrema, muchas veces aumenta su compromiso y dobla la apuesta. Pero cuando intentan explicar cómo harían realidad sus ideas, suelen darse cuenta de las limitaciones de sus conocimientos y empiezan a moderar algunas de sus opiniones.
Para ayudar a reevaluar las cosas, pregúnta si quizá tendrían una opinión distinta si hubieran nacido en un lugar o una época diferentes.
Un debate es como un baile, no una guerra. Reconocer los puntos de convergencia no te hace más débil y anima al otro bando a considerar tu punto de vista.
Si amontonas demasiadas razones diferentes para respaldar tu postura, es posible que el público descarte todo tu argumento por la fragilidad de sus puntos menos convincentes.
En ciertos casos, el público no se resiste porque desestime el argumento, sino porque rechaza la sensación de que alguien trate de controlar su comportamiento.
Una vez a la semana, conversad a la hora de cenar para desmontar algún mito
Es muy sencillo desmontar las creencias falsas a muy temprana edad y es una excelente manera de enseñar a los niños a sentirse cómodos con el proceso de reconsiderar las cosas.
Invita a los niños a hacer varios borradores y a pedir la opinión de los demás
Crear diferentes versiones de un dibujo o una historia anima a los niños a aprender el valor de revisar sus ideas. Pedir las opiniones de otras personas también puede ayudarlos a seguir mejorando y a desarrollar sus estándares. Quizá aprendan a aceptar mejor la confusión y a dejar de esperar la perfección al primer intento.
Deja de preguntar a los niños qué quieren ser de mayores
No tienen que definirse a sí mismos por una carrera profesional. Una identidad única puede cerrar la puerta a otras alternativas. En vez de intentar reducir sus opciones, ayúdalos a ampliar sus posibilidades. No tienen que ser una sola cosa; pueden llegar a ser muchas diferentes.