Sábado, 09 de Octubre 2021
Tiempo de lectura: 12 min
Un 18 por ciento de la población española padece dolor crónico. Esto supone que más de ocho millones de personas conviven con unas molestias constantes que afectan a todas las facetas de su vida cotidiana: laboral, familiar, social… Y, pese a que tiene un impacto en el PIB que gira en torno al 2,5 por ciento, no hay todavía una solución satisfactoria.
La doctora Helena Miranda –médica e investigadora del Instituto Finlandés de Salud Laboral– no ha obrado el milagro. No conoce el secreto infalible para deshacerse de este malestar con tantas consecuencias psicológicas ni ha desarrollado el fármaco que hará que desaparezca para siempre. Pero basándose en los últimos descubrimientos científicos ha desarrollado una serie de herramientas que permiten que afecte menos a la vida cotidiana de quien lo padece. Si no acaba con él de un plumazo, sí puede lograr al menos que el dolor y sus consecuencias disminuyan. La doctora Miranda sabe que sus herramientas funcionan… porque las ha experimentado en primera persona: además de que es investigadora, padece migrañas desde su juventud; sufre ciática en su cadera y pierna derecha desde hace más de una década; y, a sus 53 años, tiene artritis en su rodilla izquierda y neuropatía –un daño en los nervios– en sus pies. «El amor es el mejor analgésico», dice en su libro Adiós al dolor (editorial Diana). Nos lo explica en esta entrevista.
XLSemanal. ¿Qué es un dolor crónico?
Helena Miranda. Un dolor que se prolonga más de tres meses. Puede fluctuar, crecer o suavizarse… pero está presente en tu vida.
XL. Y a menudo persiste incluso cuando la lesión ya se ha superado.
H.M. Es el más frustrante. Es más fácil tolerar el dolor cuando sabes que tienes una lesión. Si ha desaparecido pero el dolor continúa, provocará más sufrimiento.
XL. ¿Pero por qué persiste?
H.M. Digamos que te has hecho daño en un pie. Las células nerviosas que se encuentran alrededor de la zona lesionada se activan y envían señales al cerebro. Mientras dure la lesión, los receptores cerebrales se mantienen activos. Y, cuando la lesión se cura, las señales de dolor decrecen y la activación se ralentiza. En algunas personas, estos receptores del dolor alrededor de la lesión continúan enviando la señal aunque no exista ya la herida, funcionan mal. Esta es una de las explicaciones.
XL. ¿Hay otras?
H.M. Algo más común todavía es que el cerebro se vuelva hipersensibilizado. Es como si el cerebro mantuviese abiertos los receptores cerebrales del dolor.
XL. Aunque no exista en realidad.
H.M. Bueno, el dolor es real. Siempre es real. Es igual que el que tenía lugar durante la lesión, pero no es por la herida, sino por la hipersensibilización del cerebro.
XL. ¿Se puede observar?
H.M. En una resonancia magnética funcional vemos que el cerebro no se calma. Cualquier paciente con dolor crónico conoce las dificultades para quedarse dormido porque su cerebro está constantemente activo. No solo en las áreas relacionadas con el dolor, también en las áreas emocionales.
'A veces el dolor continúa, aunque ya no haya lesión. El sistema nervioso funciona mal, pero el dolor existe. ¡Siempre es real!'
XL. ¿Qué papel desempeñan las emociones?
H.M. El dolor es algo que da mucho miedo. Nos asusta. Y provoca preguntas: «¿Qué es esto?», «¿amenaza a mi supervivencia?». Y la gente suele tender a evitar hacer cosas cuando padece un dolor...
XL. ¿Erróneamente?
H.M. No hace tanto tiempo a la gente con dolor de espalda se le decía que permaneciese en la cama de tres a siete días. Hasta que nos dimos cuenta de que debes hacer todo lo contrario: toma algún analgésico los dos primeros días… ¡y muévete!
XL. No te dejes llevar por el miedo.
H.M. Ni el paciente ni el profesional. También el mundo de la medicina ha asustado mucho a sus pacientes. Tenemos cada vez mecanismos de imagen más precisos, como imágenes de resonancia magnética, escáneres… Es fácil que, al verlos, el médico diga: «He aquí el motivo de tu dolor de espalda, tienes desecación en tu disco intervertebral».
XL. ¿Hacen mal en decirlo?
H.M. El problema es que a menudo son cosas normales, propias del envejecimiento. Hemos interpretado esos resultados de un modo excesivo. Y ha resultado un mensaje nocivo, ¡debemos dejar de asustar a los pacientes!
XL. Volvemos a las emociones.
H.M. Cuando mejoras el humor, escuchas buena música o bailas, no experimentas mucho dolor. Y, al contrario, cuando estás triste o te sientes culpable, sientes más dolor a partir del mismo estímulo.
XL. ¿Cómo aprender a controlarlo?
H.M. Hay muchas maneras. Yo me hice con un perro.
XL. ¿Y hablar de ello?
H.M. Para algunos pacientes, hablar de las emociones puede ser complejo. Creen que alejas la atención del aspecto biológico, de la lesión.
XL. Preferimos aferrarnos a causas fisiológicas.
H.M. A menudo, cuando un médico o un fisioterapeuta pregunta por las emociones, el paciente cree que le están diciendo que no es un dolor real, que es algo psicológico. ¡Pero no se trata de eso! Es importante tomar a la persona como un todo: hablar de su estado de ánimo, de cómo ha dormido, de lo que piensa, de la comida...
XL. Y reconfigurar nuestro sistema nervioso.
H.M. Exacto. El sistema nervioso simpático entra en estado de hiperactividad ante el dolor crónico. Pero podemos calmarlo si pensamos: estoy bien, no me duele. Sin embargo, este diálogo interno puede llegar completamente distorsionado en muchos pacientes.
XL. ¿Cómo?
H.M. Algunos se culpan del dolor crónico. Porque no hicieron bastante ejercicio, porque tienen sobrepeso... El tratamiento moderno del dolor ha incorporado muchas terapias útiles en este sentido: mindfulness, yoga, terapia de aceptación, terapia centrada en la autocompasión…
'Para saber si debo seguir tomando una medicina contra el dolor, utilizo la regla 30-30'
XL. Habrá quien lea esto con escepticismo. ¿Qué le diría?
H.M. [Se lo piensa]. A ver cómo lo expongo… Hablemos. Quiero ver qué hay detrás de ese escepticismo y cómo podemos empezar a construir algo juntos. Hablemos de los distintos tipos de medicamento que puedes tomar, algunos te ayudarán, otros pueden incluso empeorar la situación. Pero sé valiente, contempla el mundo desde una perspectiva más amplia. Y te sorprenderá descubrir que hay muchas cosas en tu mente que pueden afectar a tu dolor. Todos tenemos nuestras opiniones. Y todas son lícitas, pero si dialogamos, escuchamos…, aprenderemos a ver el mundo de otro modo.
XL. ¿Un mensaje para los médicos?
H.M. Un paciente con dolor crónico puede ser muy frustrante, porque es difícil obtener mejorías. Viendo las últimas investigaciones sobre cómo funciona el cerebro, sobre el efecto de esta hipersensibilización ante el dolor, el médico encontrará muchas herramientas para su trabajo. Y cambiará la vida de sus pacientes.
XL. Usted trata de evitar que los medicamentos sean la única solución. ¿Abusamos en verdad de ellos?
H.M. Absolutamente. Es un tema delicado. Hace diez o quince años hubo una discusión global sobre cómo estaba siendo infratratado el dolor. Y los médicos decidieron tratarlo de modo más efectivo.
XL. ¿Cómo?
H.M. Con más medicación. Fue el punto de partida, pero faltaba mucho conocimiento, y pensaron: «Cuanto más fuerte sea el analgésico, mejor será el tratamiento».
XL. No es la solución.
H.M. Pero no lo sabíamos. Ahora hemos aprendido cómo actúa el dolor sobre el cerebro. En el futuro habrá medicinas todavía mejores.
XL. ¿Por dónde podría ir?
H.M. Por una medicación personalizada. Pero esta es una revolución futura. De momento tenemos que combinar medicamentos –aunque no mucha gente se beneficia de ellos– con tratamientos no farmacéuticos.
XL. ¿Los medicamentos no funcionan?
H.M. Funcionan para la presión sanguínea, el asma, la diabetes… Pero, para el dolor crónico, hoy por hoy solo un 30 por ciento de los pacientes se beneficia de la medicación. Y el dolor se reduce en torno a un 30 o un 50 por ciento de media.
XL. No es mucho.
H.M. Bueno, tampoco es poco. Lo importante es que los profesionales lo entendamos. Porque cuando prescribes un medicamento puedes generar expectativas falsas y llevar a pensar que desaparecerá el dolor. En realidad, si tras dos semanas de tratamiento has reducido el dolor un 30 por ciento, estás obteniendo un buen resultado. Y puedes continuar. Pero muchos abandonan la medicación por frustración.
XL. ¿Cómo saber si debo continuar tomándola?
H.M. Yo utilizo la regla del 30-30: si en los días peores tu dolor es un 30 por ciento más bajo con la medicación y si hay un 30 por ciento menos de días malos con ella, sigue tomándola. Si no, habla con tu médico. Podría haber otras opciones.
XL. Usted misma sigue tomando medicinas para sus migrañas, pero no es el único remedio que utiliza.
H.M. Desgraciadamente es así. Estoy harta de medicinas, como tantos pacientes crónicos. Pero las necesito. Si no, la vida sería un infierno. Cuando las migrañas están más controladas, trato de funcionar sin medicación.
'Es fundamental recuperar las cosas que has dejado de hacer. Monta en bici, baila... aunque sea cinco minutos. Enseña a tu cerebro que eso no es nocivo'
XL. Usted da otra serie de herramientas en su libro. ¡Algo tan sencillo como cambiar el colchón!
H.M. ¡Sí! [Ríe]. Es sorprendente cuánto tiempo pasamos en la cama, unas ocho horas al día, y seguimos usando el mismo colchón durante años. A mí me ayudó mucho cambiarlo.
XL. Dormir bien refuerza nuestro sistema inmunológico.
H.M. Y no solo eso. Sabemos que el dolor crónico provoca que duermas mal… Pero la relación causa-efecto también funciona en sentido inverso: el sistema de control del dolor en el cerebro no funciona bien en la gente que ha dormido mal durante un largo período de tiempo en su vida.
XL. ¿Qué ocurre en el cerebro?
H.M. En nuestro sistema nervioso central existen las llamadas 'vías neurológicas descendentes': cuando el cerebro recibe una señal de dolor, la interpreta y la transmite a la periferia a través de estas vías descendentes. Pero la falta de sueño hace que funcionen mal. Y puede provocar dolores más tarde, incluso aunque no exista lesión alguna. Además, dormir bien ayuda a gestionar las emociones relacionadas con el dolor.
XL. Usted misma, por su dolor crónico, empezó a probar otros métodos, además de la medicación.
H.M. Sí, pero soy muy escéptica, necesitaba evidencia científica. Me llevó algún tiempo cambiar el modo de pensar. Cuando padeces dolor crónico, atraviesas muchos estados de ánimo: el shock inicial, pensar que esto no puede estar pasándote a ti. El enfado: «¿Por qué a mí?». Después viene la tristeza: «¡Oh, ahora tengo que dejar de hacer esto!»... Hasta que llega la aceptación: «OK, tengo este dolor y puedo hacer algo por ello».
XL. Menciona analgésicos como enamorarse o el contacto físico.
H.M. Sabemos que la mejor medicina para el dolor está en el cerebro. Cuando tocas, cuando sientes amor, cuando te sientes apreciado, valorado… se abre un botiquín en tu cerebro, que empieza a producir oxitocina, dopamina, serotonina, endorfina… Es impresionante las medicinas que tenemos en el cerebro. Pero hay que hacerlas salir. Tienes que encontrar la llave para abrir ese botiquín.
'No te puedes dejar llevar por el miedo. Ni el enfermo ni el médico. ¡Debemos dejar de asustar a los pacientes!'
XL. Haz cosas que te gustan, dice usted: escucha música, toca un instrumento, practica natación...
H.M. Exacto. Es uno de los aspectos fundamentales de la rehabilitación: recupera esas cosas que has dejado de hacer por culpa del dolor. Si empiezas a montar en bici durante diez o quince minutos o bailar cinco minutos, quizá en dos meses puedas bailar durante diez… Le enseño a mi cerebro que esto no empeora mi dolor y voy incrementando el tiempo que le dedico.
XL. Se trata de reeducar al cerebro.
H.M. Enseña a tu cerebro que esto no es nocivo. Que incluso si sientes algo de dolor no tiene por qué ser peligroso.
XL. Habla también de ejercicios de visualización.
H.M. Hay muchos modos de hacerlo y cada cual tiene que encontrar el suyo. Te cuento un ejercicio personal que me resultaba muy efectivo, sobre todo de noche cuando me costaba relajar mi cerebro. Yo leía sobre estos estudios de imágenes de resonancia magnética y me di cuenta de que hay un área cortical hiperactiva en mi cerebro. Lo que hice fue coger una goma de borrar imaginaria y empecé a borrar en mi cerebro las partes externas de esta área cortical, la que activaba mi cerebro. Y fue sorprendente ver cómo funcionaba.
XL. Otro ejemplo: observar la parte sana en el espejo.
H.M. Se usa mucho en casos de amputación. Se trata de un dolor fantasma. Te han amputado una pierna, o una mano, ya no la tienes, pero sigue doliendo. Puede ser un dolor terrible. Pero si en el espejo observas la mano sana, le estás enseñando al cerebro que ahí está la mano sana, que no duele, que puedes moverla… y el cerebro reduce la sensación de dolor. Es un modo de reaprender, de procesar de manera distinta las señales. Es como un truco de magia… Es increíble hasta qué punto podemos engañar a nuestro cerebro para reducir dolores muy muy fuertes.
Qué hacer cuando el que sufre es alguien a quien quieres
Las consecuencias del dolor crónico 'salpican' también a quienes están cerca. Helena Miranda da algunas claves para parejas, amigos y compañeros de trabajo.
• Tu pareja: la importancia de hablar
Frustración, ira, agotamiento… Son sentimientos que no solo sufre quien padece el dolor, sino, a menudo, su pareja. Por la impotencia ante el sufrimiento de un ser querido o al asumir más carga en las tareas domésticas o, simplemente, cuando un abrazo no es bienvenido. Aprende a interpretar la comunicación no verbal de tu pareja doliente. El dolor tiende a encerrarnos en nosotros mismos. Anima a tu pareja a hablar de sus sentimientos. Y haz tú lo mismo. Tratando de ser positivo y constructivo. Y no asumas demasiadas responsabilidades ni hagas demasiadas cosas por tu pareja: «Seréis dos personas exhaustas en una relación», dice Miranda. También hay grupos de apoyo para familiares.
• Tu amigo: paciencia y escucha
La cancelación de planes a última hora es y será frecuente: el dolor aparece sin avisar. Si eres el amigo que ha sufrido 'el plantón', sé paciente. Y, aunque no sea la primera vez, insiste en volveros a encontrar en un momento mejor. «Sentirse solo es peor que sentirse culpable por no ser capaz de salir con los amigos», explica Miranda. Y recuerda: el dolor es complejo. Una escucha activa será más útil que un consejo precipitado.
• Tu compañero de trabajo: flexibilidad y empatía
«Por muy mal que se encuentre una persona que sufre dolor crónico, no suele demostrarlo», dice la especialista. Quizá no le apetezca socializar, charlar en torno a la máquina de café. Respetémoslo. Las preguntas sobre su situación, en privado. Podría ser necesario un nuevo reparto de tareas y responsabilidades. Y si tu compañero tiene un día bueno… ¡que no se pase en su esfuerzo! Podría tener consecuencias en los días o semanas siguientes.
• Tu empleado: ajustes razonables
Sin duda, es un reto para el jefe o superior inmediato. Si es tu caso, puede que veas en la baja del trabajador afectado la solución más sencilla. «Sin embargo, la salud y la capacidad de trabajo no siguen el modelo de 'todo o nada'», explica la doctora. Y el hecho de no trabajar quizá empeore la situación. Buscar soluciones para que esto no ocurra no es solo muestra de buena voluntad, es también un imperativo legal: la Directiva 2000/78/CE del Consejo de la Unión Europea obliga a las empresas a realizar «ajustes razonables» para apoyar a los afectados. Buscad juntos estos ajustes.
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