LUPUS Hablan los pacientes Una investigadora española da con la clave de la misteriosa enfermedad
La científica gaditana Carola García de Vinuesa ha dado con una pista fundamental para entender esta enigmática enfermedad. Su descubrimiento sobre el lupus ha dado la vuelta al mundo y abre esperanzas de curación no solo para los 100.000 españoles que lo padecen, también para los que sufren otras enfermedades autoinmunes. Hablamos con ella y con los enfermos.
Alejandra se desmayó en casa. Fue el primer indicio de que su propio cuerpo conspiraba contra ella. Sus órganos empezaron a fallar: la médula, los pulmones, el corazón… Extenuada y febril, bajó de peso y empezó a perder visión; se le caía el pelo y le salió una erupción en la piel. «Tras un mes y medio de pruebas y de haberlo confundido con otras enfermedades, llegó el diagnóstico: lupus eritematoso sistémico». Alejandra tenía un brote severo, pero llevaba arrastrándolo, sin saberlo, desde hacía años. «Entonces tenía 21 y quería comerme el mundo. Mi cabeza me pedía un ritmo, pero mi cuerpo no podía seguirlo», recuerda. Ahora, a los 30, muestra entre sus tatuajes un lobo (lupus significa 'lobo' en latín), la palabra 'resiliencia' y un punto y coma. «Representa un bache que te obliga a parar, pero no para siempre. Para mí significa superación».
Hoy, los más de 100.000 enfermos de lupus que hay en España están un poco más cerca de superarlo gracias a una investigación internacional liderada por la científica Carola García de Vinuesa, que ha identificado una de las mutaciones genéticas que provocan esta dolencia. Porque el lupus sigue siendo un misterio. No puede decirse que sea hereditario, aunque haya genes que, si se alteran, estarían implicados en su aparición. Además, en esa alteración pueden intervenir muchos factores y algunos todavía se desconocen.
No hay dos casos de lupus exactamente iguales, pero nueve de cada diez afectados son mujeres. No tiene cura y en algunos casos puede ser fatal
El lupus puede permanecer silente y escondido durante mucho tiempo. Como es autoinmune, se activa cuando el sistema defensivo, desestabilizado por el estrés, la exposición al sol, una infección u otro desencadenante, comete un error y ataca a sus propias células, provocando la inflamación de órganos y articulaciones. Ni siquiera entonces es fácil de diagnosticar porque se disfraza de otras enfermedades y sus síntomas varían de un paciente a otro. A veces pasan años y solo cuando aparece la mariposa, su signo más típico, un sarpullido rojo con forma de antifaz en torno a las mejillas y la nariz, generalmente después de la exposición al sol, se confirman las sospechas. Pero no hay dos casos de lupus exactamente iguales. Nueve de cada diez afectados son mujeres. No tiene cura. Se suelen recetar corticoides para la inflamación e inmunosupresores para aletargar a las defensas, con la contrapartida de que el cuerpo baja la guardia ante otros enemigos. En algunos casos puede ser fatal.
Una letra alterada, de los 3050 millones del ADN
El estudio coordinado por Vinuesa ha sido publicado por Nature. Cuando se realizó, era la investigadora principal del Centro de Inmunología Personalizada de Australia; desde septiembre dirige su propio laboratorio en el Instituto Francis Crick de Londres. El Reino Unido no solo la ha fichado, sino que le ha otorgado uno de los mayores honores para un científico: el ingreso en la Royal Society. El hallazgo fue un trabajo de equipo (intervinieron laboratorios de Australia, China, Estados Unidos y España) y fue posible por la implicación de una paciente muy especial: Gabriela Piqueras, una niña española a la que se le diagnosticó lupus grave cuando tenía 7 años, que estaba ingresada en el hospital del Niño Jesús de Madrid y que ahora es una adolescente. Y también fue decisiva su pediatra, Carmen de Lucas.
Lo que hizo el equipo liderado por Vinuesa fue secuenciar el genoma completo de Gabriela, compuesto por más de 30.000 genes. Se encontró una mutación puntual en un único gen llamado TLR7, que tenía una de sus bases de ácido nucleico alterada: la guanosina. Una sola letra química de los 3050 millones que componen el ADN humano. Diseñaron entonces una estirpe de ratones, a la que bautizaron Kika por el peluche de Gabriela, con esa mutación. Y todos los roedores enfermaron de lupus.
Secuenciaron el genoma de Gabriela, una niña de 7 años con lupus grave. Encontraron una mutación 'rara' y diseñaron una estirpe de ratones con ella. Todos los roedores enfermaron de lupus
Algunos titulares sobre ciencia tienden a celebrar como una victoria cada avance. Y causan desconcierto entre los pacientes y sus familias, pero esta vez merece la pena ilusionarse, asegura Vinuesa. «Ya había evidencias de que el TLR7 podía ser una vía importante, pero era difícil saber si su alteración era la causa de la enfermedad o una consecuencia. Una vez demostrado que la relación es causal, cualquier avance terapéutico que utilice el TLR7 como diana puede beneficiar a muchos pacientes, tengan o no mutaciones en ese gen, porque sabemos que, aunque esté apagado, puede activarse por factores ambientales. Y, de hecho, existen pruebas de que en muchos enfermos se activa. Lo bonito es que ya tenemos inhibidores de este gen. No es una molécula que haya que diseñar. Hay fármacos que están en ensayos clínicos con humanos y que, en ratones, ya se ha visto que lo mantienen apagado».
El lupus, no obstante, es una enfermedad multigénica; esto quiere decir que pueden verse involucrados muchos genes de una manera casi imperceptible, pero la suma de todos puede acabar desequilibrando al organismo. Surgen entonces las dudas: ¿habría que personalizar el tratamiento casi a nivel individual? «Las opiniones están divididas. La mía ha fluctuado, pero ahora pienso que con unas pruebas básicas, viendo si unos pocos marcadores están activados, ya se podría iniciar un tratamiento con la precisión suficiente sin necesidad de secuenciar genomas completos». Y pone el ejemplo del colesterol. «Se demostró que una sola mutación en el receptor LDL, que solo padecen personas con una hipercolesterolemia gravísima y muy rara, activaba el metabolismo del colesterol, crucial para prevenir la arteriosclerosis y enfermedades cardiovasculares. Y gracias a este descubrimiento se diseñaron las estatinas, que hoy toman millones de pacientes. Este puede ser un caso parecido», señala. Pero no solo se abre una vía a nuevas terapias para el lupus, también para otras enfermedades autoinmunes.
Uno de cada diez sufrirá una enfermedad autoinmune
Vinuesa ya está trabajando en la identificación de factores que contribuyen a reacciones autoinmunes en más de cien dolencias; entre ellas, artritis reumatoide, inflamación intestinal, esclerosis múltiple, psoriasis y diabetes de tipo 1. «Hay mucho interés de las farmacéuticas porque las enfermedades autoinmunes están aumentando en todo el mundo, aunque no por causas genéticas, sino por factores ambientales que acaban alterando genes que eran normales. Una de cada diez personas padecerá una enfermedad autoinmune», advierte. Pero hay que tener los pies en el suelo. «Un problema de estas enfermedades es que, cuando se diagnostican, puede ser demasiado tarde para curarlas completamente porque hay un daño que es difícil reparar del todo. Sin embargo, si se trata de reemplazar una hormona, como la insulina o el tiroides, las expectativas son mejores. Por ejemplo, los trasplantes experimentales de islotes de páncreas, en el caso de la diabetes, son prometedores».
Por cierto, su estudio ha confirmado por qué el lupus afecta más a mujeres. Y es debido a que el gen TLR7 se encuentra en el cromosoma X. Las mujeres (que son XX) tienen dos copias del gen, mientras que los hombres (XY) solo tienen una. Noah Beningo, de 27 años, no sabía que llevaba esa papeleta extra en la lotería genética. «Pasé de estar muy sana a estar muy enferma de golpe. Pero después de 12 años lo asumes», relata. «Veo mi futuro con esperanza, porque la medicina avanza de la mano de la investigación. Pero también pienso que el lupus me va a acompañar toda la vida. Lo puedes tener controlado, pero te va dañando por dentro. Los médicos ya me han advertido de que quizá deba ponerme un marcapasos a los 30. Pero somos unos guerreros. Lo que pasa es que es una guerra invisible porque mucha gente no entiende que estés tan fatigada. En la actualidad trabajo como profesora y me siento útil, durante mucho tiempo no fue así. Pero he aprendido a no dejar que las malas 'vibras' puedan conmigo».
HABLAN LOS PACIENTES
VIVIR CON LUPUS
Madrid, 30 años | 'Community manager' de una aerolínea
Alejandra Arnáiz
«Tardé en aceptarlo. Quería comerme el mundo y sentí que me frenaban en seco. Fue duro aprender que mi cuerpo pedía otro ritmo. Pero tras el tercer brote, una nefritis que me tuvo muy malita durante meses, ya no pude negar la realidad».
Granada, 42 años | Economista y administradora web
Nuria Zúñiga
«Tengo dos hijos pequeños. Para ser madre con lupus, hace falta un buen seguimiento médico y echarle mucho valor porque el embarazo puede provocar un brote. Te juegas la salud y da pánico pensar que quizá no puedas ocuparte de tu bebé».
Lima (Perú), 48 años | Psicóloga y administrativa
Yuli Trillo
«Los primeros síntomas fueron fatiga, dolor de cabeza, taquicardias… Pensé que estaban relacionados con mi hipotiroidismo, pero siguieron apareciendo más: edemas, daño en el riñón… Confío en que se encontrará una cura».
Madrid, 15 años | Estudiante
Carla Montero
«Yo era muy activa y, de pronto, me sentí tan débil que tuve que dejar la escalada, el baile… Mi padre veía que no podía ni ir a por el pan y se le caía el alma a los pies. Voy recuperándome, aunque me cuesta seguir el ritmo en los estudios».
Donostia, 54 años | Pensionista
Elena Sánchez Morán
«Era trabajadora social, pero tuve que dejarlo por incapacidad a causa del lupus, que estuve siete años inactiva y sin diagnosticar, pero despertó como un volcán y acabé en la UCI, en coma y con las plaquetas por los suelos. Necesité transfusiones».
Getafe, 27 años | Profesora de inglés
Noah Beningo
«Un día, jugando al baloncesto, me desmayé. Tenía los riñones fritos. Valoraron hacerme un trasplante. Pasé por todas las especialidades hasta que me diagnosticaron. Tuve que aprender a caminar de nuevo y me bajó la autoestima».
Vitoria, 39 años | Pintor
Gaizka Lana
«Al principio no quise darle importancia, hasta que me di cuenta de que el cansancio era astenia y mis dolores no eran consecuencia del trabajo físico. Uno de mis jefes me llegó a decir que iba demasiado al médico. Cogí una baja y me despidieron».
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