Ibuprofeno: ¿por qué no se puede tomar a la ligera?
El botiquín
Ingerir una pastilla y media de 400 miligramos es un grave error, conlleva más riesgos y apenas varía en efectividad
05 Oct 2022. Actualizado a las 11:12 h.
El ibuprofeno es uno de los imprescindibles en las farmacias. Un medicamento cuyo consumo está tan normalizado, que parece inofensivo. Aunque no lo es. Tiene un puesto asegurado en cada botiquín, en cada hogar y hasta en un neceser de emergencia. Vale tanto para un roto, como para un descosido. Que si dolor de cabeza, menstrual o muscular. En su momento, logró desbancar a la aspirina, y hoy compite por el podio con el paracetamol.
En el 2019, se le puso coto, y se dejaron de expedir dosis de 600 miligramos (mg) sin receta médica. Esta decisión no vino impuesta por la ley, pues la norma ya era así desde el 2015, sino por las farmacias. Muchas hacían la vista gorda. Pero finalmente, adoptaron una actitud más estricta, ayudando a educar al paciente en el uso de medicamentos. «Fue como un efecto de bola de nieve por el que todos los compañeros empezamos a ser más exigentes con la utilización correcta», explica Nina Villasuso, vocal de la junta de gobierno del Colegio de Farmacéuticos de A Coruña. La postura tuvo sus frutos. «Lo raro es que ahora la gente nos pida uno de 600. Es algo excepcional», precisa.
Antaño, era diferente. Cuando ocurrió este cambio más de uno amenazó: «Había gente que nos decía: “Pues me tomo dos”», recuerda la farmacéutica. Sobra decir que este razonamiento carece de sentido. Lo mismo si se plantea una conducta habitual: pastilla y media de 400 mg. Los expertos advierten: son dosis muy altas, que no ganan en efectividad, y en suma, conllevan mayores riesgos.
¿La razón? Cada formato tiene su uso. «La receta es un documento oficial que asegura que un médico ha hecho un diagnóstico de una situación patológica de un paciente, y por lo tanto, establece el medicamento necesario para el tratamiento», plantea Iván Espadas, responsable de área de Información del Medicamento del Consejo General de Farmacéuticos. «La propia ley recoge una serie de medicamentos que podrán autorizarse sin receta por varios motivos. Entre ellos, que estén destinados a tratar lo que se conoce por síntomas menores», apunta el experto. O lo que es lo mismo, trastornos que no requieren, en principio, una supervisión médica. Por ejemplo, la fiebre: «Si alguien la tiene, no es necesario un diagnóstico médico para confirmarlo. Otra cosa será que esta perdure y ahí sí se haga necesario», detalla el responsable del consejo general.
El ibuprofeno es un antiinflamatorio no esteroideo. «Pertenece al grupo de los derivados del ácido propiónico», comienza explicando Antònia Agustí, presidenta de la Sociedad Española de Farmacología Clínica (SEFC), que añade: «Se puede utilizar básicamente para tres cosas. Respecto al dolor, a la inflamación y a la fiebre». Es de acción rápida, y si bien alberga numerosos beneficios, existen situaciones en las que no solo no está recomendado, sino que prohibido. Al menos, en términos de salud. Durante el embarazo su uso está contraindicado, ya que puede resultar dañino para el feto, además de causar lesiones cardiovasculares en la madre.
En población general puede producir molestias gastrointestinales ligeras, y problemas a nivel renal. «Sensación de irritabilidad gástrica, llegando a convertirse en algo más serio como una úlcera o incluso un sangrado. Además, puede empeorar la función renal, especialmente, si los pacientes tienen patologías previas o cierta edad», explica Agustí, y continúa: «Por otra parte, el ibuprofeno tiende a retener líquidos con lo que puede descompensar o descontrolar a pacientes con hipertensión o con insuficiencia cardíaca», señala.
«Las dosis de 400 y 600 mg son prácticamente lo mismo»
Por ello, cuanta menos dosis, mejor. «Uno de 400 y otro de 600 es prácticamente lo mismo. Pero tenemos la manía de utilizar lo máximo posible», precisa Iván Espada. Es decir, si el dolor se puede controlar con 400, no hay necesidad de utilizar algo mayor. Eso sí, existen y con una razón clara: se dirigen a procesos crónicos «como la artritis reumatoide o una artritis inflamatoria». En todas ellas, con un médico mediante.
A mayor cantidad de medicamento, mayor probabilidad de riesgos. «Con 400 miligramos obtenemos los mismos beneficios que con 600, y el perfil de reacciones adversas es menor. Tenemos que entender que, para la mayoría de los casos por los cuales se toma este medicamento, el de 400 es efectivo y el perfil de seguridad, mejor», precisa el responsable.
La dosis tampoco marca la diferencia en el tiempo de efectividad. «Hay ensayos en los que se ha visto que para el tratamiento de situaciones habituales como son la fiebre o el dolor articular, por ejemplo, la dosis más baja es suficiente», dice Espada. A lo que Agustí añade: «No hay apenas diferencia porque lo solemos pautar cada seis u ocho horas». Vaya, que el marco de actuación está controlado.
No solo esto, sino que las farmacias cuentan con varios formatos que pueden acelerar el efecto antiinflamatorio, sin necesidad de aumentar la dosis. «Casi todas las presentaciones que vienen en sobre, llevan arginina, que unida al ibuprofeno, hace que actúe más rápido», detalla Nina Villasuso.
Y más allá de elegir uno u otro medicamento, existen costumbres que es mejor desterrar. Habitualmente, se suele pensar que cuanto más alarguemos la ingesta de un medicamento, mejor. Todo lo contrario: «No hay que aguantar el dolor. El analgésico debe tomarse nada más lo percibamos, porque cuanto más tardemos, más fuerte se hace. Es decir, la sustancias que lo generan se incrementan», recomienda la farmacéutica.
Precisamente, desde que la dosis de 600 no se consume a la ligera, han aparecido más presentaciones para dar cabida a su hermano pequeño. «Los laboratorios han ido sacando más formatos. Existen muchas alternativas: comprimidos, sticks líquidos, o un polvo con sabor a limón que no necesita agua, y que se toma como un peta-zeta», plantea Villasuso.
Otra respuesta al paciente que desea una solución más rápida es el formato efervescente: «Actúan antes porque el principio activo se disuelve en el agua. El comprimido, por ejemplo, tiene que llegar al estómago, y deshacerse», explica Villasuso.
¿Cómo actúa el ibuprofeno?
Es el rey de las boticas en el campo los antiinflamatorios no esteroideos. Está autorizado para el tratamiento de procesos dolorosos de intensidad leve y moderada, de la fiebre y sintomatología de procesos reumáticos e inflamatorios. Funciona mediante la inhibición no selectiva de la ciclooxigenasa, «una enzima ubicua, responsable de la síntesis de las prostaglandinas», explica Agustí. Tienen un efecto en el sistema nervioso central, «por eso controla el dolor y la fiebre», pero al mismo tiempo, están presentes a nivel gástrico y renal, con una función u otra: «En el estómago, las prostaglandinas producen moco, que protege la mucosa. Al inhibirlas, este queda más desprotegido, y puede ocurrir que el ácido del estómago cause más daño. Estas también mantienen el flujo renal. Por ello, si se inhiben, se reduce y empeora la función», explica Agustí.
Eso sí, el ibuprofeno no es el malo de la película. De hecho, la profesional reconoce que raramente un medicamento es tan selectivo como para solo producir beneficios. «Todos los antiinflamatorios tienen un perfil similar. Son útiles para un objetivo, pero nos perjudican en otras cosas», concluye la experta. Así que en materia de salud, coherencia. El ibuprofeno no es un caramelo.