La Voz de la Salud

¿Por qué nos duelen los oídos?: causas más comunes y hábitos de prevención

Enfermedades

Lucía Cancela La Voz de la Salud
Las otitis es una de las causas más comunes de dolor de oídos.

La molestia suele deberse a una proceso infeccioso conocido como otitis, que puede ocurrir en invierno debido a una infección vírica o bacteriana, y en verano, asociada al baño en playas y piscinas

03 Jan 2022. Actualizado a las 12:41 h.

El dolor de oídos es uno de los peores recuerdos que probablemente conserves de tu infancia. Si bien puede ocurrir entre los adultos, lo más común es que aquellos que lo padezcan sean los niños. Esta afección no tiene un componente estacional, ya que se produce tanto en invierno como en verano, variando las causas pero no sus pacientes. Las razones que están detrás de una otalgia (el nombre menos conocido del dolor de oídos) son varias: 

La otitis, el problema de los más pequeños de la casa 

La Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello señala que la otitis es un problema que aparece con mayor frecuencia entre los niños debido «a la anatomía propia del cráneo a esas edades». A esto añaden: «Son una causa común de hipoacusia infantil». Además, la otóloga indica que los procesos de vía respiratoria alta se consideran la patología que padecen de manera más insistente este grupo de edad: «Las otitis medias con o sin supuración entre los dos y cinco años se presentan con mayor frecuencia que en el resto de la población, y requieren un tratamiento médico inicial. Si este no fuese suficiente, se podría pasar a una intervención quirúrgica curativa que evite mayores complicaciones en el desarrollo auditivo del niño», apunta.

La pérdida de audición, el otro mal de nuestros oídos

A pesar de la importancia de los oídos y del dolor que pueden causar, la doctora Calderón considera que no es habitual que se les preste atención: «No tienen tanto cuidado como se merecen. El paciente suele acudir a consulta cuando ya presenta algún tipo de síntoma o molestia, ya sea dolor, supuración, taponamiento o hipoacusia de larga evolución que de alguna manera le incomoda en su vida diaria», explica.

Los hábitos de prevención para evitar el mal trago de una molestia auditiva son fundamentales: «Los otólogos no nos cansamos de insistir en abandonar el uso de bastoncillos para la higiene de los oídos. Una costumbre ampliamente instaurada en la mente de los pacientes. También, y cada vez más en los jóvenes, recomendamos el cuidado del ambiente sonoro, como puede ser no exponerse a ruidos fuertes o música alta». 

En este sentido, la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello alertó de los peligros que suponen los ruidos de alta intensidad que afrontamos en el día a día, especialmente, en lo que a la pérdida de audición se refiere. La entidad estima que un tercio de la población mundial, «y el 75 % de los habitantes de ciudades industrializadas padecen algún grado de sordera o pérdida auditiva causada por exposición a sonidos de alta intensidad».

Las principales fuentes de problemas en la merma auditiva se deben al tráfico urbano, a electrodomésticos, a maquinaria, a dispositivos móviles, a juguetes, a centros comerciales, a salas de conciertos o a discotecas y reproductores de música. Y si no esto no resulta suficiente, datos aportados por la Organización Mundial de la Salud revelan que 360 millones de personas sufren pérdida auditiva discapacitante, y la mitad de los casos se podrían evitar con precaución. Así,  tener un mal sentido de la audición podría deberse a factores genéticos, infecciones crónicas en el oído, uso de determinados medicamentos, exposición a ruido excesivo y envejecimiento. 

Los tiempos de audición y sus riesgos

Una audición segura depende de la intensidad del sonido (volumen), la duración y la frecuencia con la que una persona se exponga. Esto contribuye a la energía sonora que impacta en el día a día a cada individuo. La Organización Mundial de la Salud calculó la dosis total de ruido admisible por una persona, partiendo de los niveles aceptables en el entorno laboral, para después extenderlos al recreativo. Así, el valor máximo de exposición sin riesgos es de 85 decibelios (dB) durante ocho horas. Mediante ejemplos, esto podría representarse de la siguiente manera: 

 

Prácticas auditivas seguras

Si bien la pérdida de audición es irreversible, la prevención juega un papel fundamental. La comisión de Audiología de la Seorl-CCC elaboró un decálogo sobre los cuidados del oído que recoge una serie de recomendaciones. 

Cera o cerumen, ¿cuál es su función?

La cera tiene un porqué en tus oídos, y su función no se basa en ser eliminada con un bastoncillo. Se denomina cerumen y está formada por las secreciones de las glándulas ceruminosas situadas en el conducto auditivo externo, por las secreciones sebáceas y por las descamación. La cera, esa sustancia que tendemos a asquear, es una medida de protección. Actúa como un vehículo para alejar los desechos y contaminantes de la membrana timpánica, lubrifica la epidermis e incluso, hace que escuchemos mejor al facilitar el paso del sonido hacia el oído medio. 

Hay más. Según un estudio elaborado por Juan Ramón Quirós Jiménez, enfermero del trabajo, el propio conducto auditivo tiene mecanismos de auto limpieza, «de modo que en circunstancia ideales no debería ser necesario limpiar los oídos». Así, indica que existen varios factores que predisponen a la formación del conocido tapón de cerumen, aunque lo más habitual se suele deber a «los intentos no exitosos de extraerlo por parte del paciente». Puede que tú mismo te boicoteases en este sentido. Si la cera llegase a asomarse al exterior, por higiene y estética sí podrías eliminarla con un toalla limpia. En la salud, como en todo, los malos nunca son tan malos. 


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