Andrés Rodríguez, urólogo: «La primera revisión urológica para los hombres tiene que hacerse a los 50 años, como muy tarde»
Enfermedades
El doctor, que es jefe de servicio en el Complejo Hospitalario Universitario de Ferrol, hace un repaso por todas las patologías que se tratan desde su especialidad: «Hay más casos de cistitis cuando comienzan las relaciones sexuales y alrededor de la menopausia»
20 Dec 2022. Actualizado a las 11:13 h.
Con Andrés Rodríguez Alonso, jefe de Urología del Complejo Hospitalario Universitario de Ferrol (Chuf) se puede poner el foco en muchas enfermedades. Tanto de hombres, como de mujeres, deja claro. Tiene más de 20 años de experiencia a sus espaldas, y ha sido pionero en la implantación y desarrollo de la cirugía laparoscópica urológica en Galicia para el abordaje de las principales patologías urológicas: cáncer de próstata, cáncer de riñón, cáncer de vejiga o el prolapso genital. El doctor también ejerce en el Hospital San Rafael, de A Coruña, y en el Hospital General Juan Cardona, de Ferrol. El pasado mes recibió el premio, de la medicina privada, Top Doctors al mejor en su especialidad por su trayectoria, habilidades clínicas y grado de especialización, entre otros.
—¿El paciente sigue pensando que la urología es solo cosa de hombres?
—Sí, pero no de forma mayoritaria. Probablemente, aunque cada vez menos, hay un sector de la población, sobre todo mayor, que piensa que la urología es solo cosa de hombres. De hecho, cuando la gente pide cita para las consultas de urología, una de las preguntas que se le hace a la persona que contesta es si el urólogo atiende a mujeres. Supongo que con el paso del tiempo ese concepto irá desapareciendo. Lo que hay que saber es que la mayor parte de los órganos del aparato urinario son compartidos. Los riñones, los tractos urinarios superiores, los uréteres, la vejiga y la uretra. Solo nos diferenciamos en la próstata, el pene, y los testículos. Pero todos los demás órganos del aparato urinario son comunes.
—Por sentar un poco las bases, ¿qué podría tratar en las mujeres?
—Las patologías más frecuentes en las mujeres, casi específicas de ellas, son las infecciones urinarias, también llamadas cistitis. Quizás es la causa más frecuente de consulta en la mujer de cualquier edad, tanto en las mujeres más jóvenes, como en la mujer menopáusica o mayores. Y por supuesto, el resto de enfermedades, como la patología renal, los tumores de riñón o de vejiga.
—El cáncer de vejiga está aumentando en las mujeres, ¿se conoce alguna causa?
—Los tumores de riñón son muy frecuentes en la población femenina, al igual que en la masculina. El tumor de vejiga es más frecuente en los varones, probablemente porque el hábito tabáquico se ha acentuado a lo largo de décadas. Aunque, como dices, en los últimos años las cifras de este tumor se están igualando en ambos sexos, debido a que el hábito de fumar se ha extendido más en ellas. Es decir, si bien no se llega a alcanzar la incidencia del tumor de vejiga de los hombres, cada vez se operan a más mujeres. En realidad, la patología general oncológica, que es uno de los aspectos más importantes de la urología, es común a ambos sexos. Los tumores de riñón, del tratado urinario superior, el de la vejiga. Con diferentes niveles de incidencia, porque influyen factores del estilo de vida, oncológicos o el índice de masa corporal.
—Me hablaba de las infecciones de orina, que son más frecuentes en las mujeres, incluso en las de edad avanzada. ¿Por qué sucede esto?
—Sí, la infección urinaria es una patología inmensamente más frecuente en las mujeres que en los hombres. El factor diferencial que hace que sea así es una cuestión anatómica. Sobre todo, el factor que más influye es la longitud uretral. La uretra masculina es una uretra de longitud variable, pero que tiene aproximadamente unos 15 centímetros, mientras que la femenina es un órgano de unos 3 centímetros de longitud y totalmente lineal, no tiene absolutamente ninguna curva. Además, la femenina está colocada justo delante de la vagina, con lo cual, la actividad sexual hace que los gérmenes asciendan con cierta frecuencia por la uretra para contaminar la vejiga y provocar una infección urinaria.
—¿La edad no actúa como factor de riesgo? Quiero decir, cuanto más adulta, más infecciones.
—No. Lo que sí ocurre es que a medida que avanza la edad, las infecciones urinarias tienen otra sintomatología y son más difíciles de solucionar en las mujeres mayores. Las infecciones urinarias tienen dos picos de incidencia. El primero es cuando la población femenina empieza a tener relaciones sexuales, después se pasa a una fase de estabilización, y posteriormente, la etapa perimenopáusica y postmenopáusica, cuando se produce el segundo pico de incidencia. Ahí ya entran en juego otros factores más allá de las relaciones sexuales, que lo sigen siendo. Cobran peso los hormonales asociados a la menopausia. El déficit de los estrógenos, que hacen que sufran cambios en los genitales externos, en la zona de la vulva, de la entrada de la vagina, e incluso, en la mucosa del final de la uretra. Estos cambios que se llaman cambios tróficos, cambios en la mucosa de estos órganos, hace que exista una mayor predisposición a tener infecciones urinarias.
—Su especialidad también trata, al menos la comparten con ginecología, la incontinencia urinaria en mujeres y hombres.
—Sí, así es. De hecho, la incontinencia urinaria es una patología urológica, aunque otras especialidades también pueden tratarla. Afecta a dos órganos del aparato urinario, que son la vejiga y la uretra. Dos órganos urológicos tanto en hombres como en mujeres. Eso sí, es muchísimo más frecuente en las mujeres.
—¿Por qué?
—Es importante diferenciar los tipos de incontinencia urinaria. Un tipo es la del esfuerzo, que se produce cuando aumenta la presión del abdomen. Esa incontinencia aparece al toser, al correr, al saltar, al levantar un peso o al estornudar. Hay un segundo tipo, conocido como la incontinencia urinaria de urgencia. Esta se produce en un contexto que se denomina el síndrome de la vejiga hiperactiva, y es porque la mujer tiende a orinar con mucha frecuencia, esa prisa desencadena una incontinencia por la que no llegan a tiempo al baño. En este tipo, siempre existe una urgencia previa. Es decir, la causa no es que tosa, sino que se le escapa la orina porque previamente le alerta de que tiene que ir a hacer pis de forma urgente, y en alguna ocasiones no llega. También es cierto que estos dos tipos, después de la menopausia, suelen estar asociados. Pero en cualquier caso, es muy importante diferenciarlos porque el tratamiento de uno y otro es radicalmente diferente. La de esfuerzo se opera cuando está indicado, y más del 90 % de las mujeres están curadas con esta intervención. Por su parte, la de urgencia solo cuenta con tratamiento farmacológico. La de esfuerzo se asocia a los partos; de forma que cuantos más partos, más posibilidades. A mayores, hay otros factores como la obesidad, el sedentarismo, el tabaquismo u otras intervenciones urológicas o ginecológicas en la pelvis. Además, es más precoz en el tiempo. En cambio, la de urgencia suele ser en la etapa menopáusica. A su vez, todas estas incontinencias se pueden asociar, en grado variable, al prolapso pélvico con el que guardan muchísima relación.
Prolapso pélvico: descenso de los órganos de la pelvis a través de la vagina. Bien la vejiga, bien la cúpula de la vagina, el útero o el recto, cualquier órgano o varios en combinación.
—Me indicaba que para la incontinencia urinaria fumar es un factor de riesgo. Lo mismo para el cáncer de vejiga. ¿Por qué se relaciona tanto el tabaco con el aparato urinario?
—En el cáncer de vejiga es algo obvio. Varias sustancias del tabaco ejercen un efecto carcinógeno sobre el urotelio, que es la capa que recubre a todo el aparato urinario por dentro desde el riñón hasta la uretra. Y claro, los agentes carcinógenos se eliminan a través de la orina. Es decir, esos agentes discurren por el aparato urinario. No solo afectan a los pulmones por el aire inhalado, sino que los que están en la sangre de los pacientes, se eliminan por los riñones, se excretan a través del tracto urinario superior, llegando a la vejiga y saliendo por la uretra. En suma a todo esto, sí que es cierto que el cáncer de todo el aparato urinario es mucho más frecuente en la vejiga, que en los uréteres y que en los riñones. Esto es porque la vejiga es un órgano de almacenamiento. Es decir, la orina, con sus agentes carcinógenos específicos del tracto urinario, están más tiempo en contacto con la mucosa de la vejiga, que con la del uréter. Ahí se pasan dos o tres horas hasta que se orina. Sin embargo, el efecto del tabaco sobre la incontinencia urinaria es más difícil de explicar. Los estudios epidemiológicos dicen que existe asociación, pero además, se apunta a que otro de los mecanismos por los cuales fumar ejerce influencia es porque las mujeres que fuman son más tosedoras. Y eso puede hacer que se produzca una mayor presión repetitiva sobre la uretra, provocando la incontinencia urinaria.
—El cáncer de próstata se está detectando en varones más jóvenes. ¿Se sabe el porqué?
—La razón específica por la cual el cáncer de próstata cada vez se diagnostica más pronto en el tiempo no se conoce. No se sabe. Lo único que sabemos es que la incidencia de los países de Europa occidental es cada vez más elevada. Una de la justificaciones puede ser una mayor concienciación de los hombres de que tienen que realizar revisiones periódicas, la difusión de los mecanismos de detección del cáncer de próstata como por ejemplo el análisis de PSA, y la utilización de otras tecnologías más recientes, y después, tendrá que ver con razones de estilo de vida o genéticas con toda probabilidad. Es una combinación de todos los factores.
—¿A cuántas revisiones urológicas tienen que acudir los hombres al año?
—A los 50 años tienen que hacerse la primera revisión. A partir de esta prueba, y de una serie de exploraciones, entre ellas un tacto rectal, y una analítica de PSA, se establecerá una periodicidad. Con un riesgo bajo, las revisiones se pueden hacer cada dos o tres años. Si tienen un riesgo alto, la revisión debería efectuarse al cabo de un año. En la siguiente revisión, se vuelve a establecer el riesgo y, por lo tanto, la periodicidad. Dejando esto aparte, hay un grupo de hombres cuya primera revisión debería ser a los 45, que son quienes tienen antecedentes familiares de ese tipo de tumor. Y otro, mucho menos numeroso, que deben hacerla desde los 40. Son los que tienen alteraciones genéticas familiares que predisponen a desarrollar cáncer. Y no solo de próstata, sino de otros también, como el de mama, de páncreas, de colon. Existen mutaciones genéticas comunes a estos cánceres.
—Esto es muy importante, porque se suele decir que el cáncer de próstata es silencioso.
—Efectivamente. Es una afirmación totalmente correcta. Es silencioso porque no da ningún síntoma, salvo en fases avanzadas. Esto quiere decir que una persona que tiene signos urinarios, salvo que el tumor haya avanzado, puede convivir perfectamente con un cáncer de próstata. Cuando un hombre va al urólogo porque tiene esta clase de síntomas, probablemente no sean derivados del cáncer, pero sirven para que se le detecte. El cáncer de próstata da síntomas en fases muy avanzadas, por insuficiencia renal, sangrado por la orina, obstrucción de los riñones o retenciones urinarias.
—Usted trabaja desde hace años con el robot de cirugía Da Vinci. ¿Considera que sigue siendo lo mejor de los hospitales gallegos?
—En cuanto a la tecnología quirúrgica neurológica, y quirúrgica en general, creo que sigue siendo lo mejor. La plataforma quirúrgica Da Vinci es la más avanzada del mundo. Desde una perspectiva quirúrgica es la más relevante. Aunque hay nuevos modelos de TAC, de resonancias, o recientemente se ha conseguido la radioterapia con protones que se instalará en un futuro, pienso que desde el nivel operación, el Da Vinci es la mejor.
—¿Cómo aprendió a utilizarla? Algunos la comparan con una consola.
—Así es. Es una consola. La transición desde la crujía convencional al Da Vinci depende mucho de varios factores. Desde el 2004, he hecho unas 3.000 intervenciones quirúrgicas laparoscópicas, lo que para mí hizo la transición relativamente sencilla. Es más, el Da Vinci se llama cirugía laparoscópica asistida por robot Da Vinci, es decir, no es más que una cirugía de este tipo asistida por un robot de alta precisión. Aquellas personas que no tienen tanto este hábito tienen una transición más dificultosa. Tienen que acostumbrarse a la visión laparoscópica en primer lugar, y a las particularidades del robot. Independientemente, aunque seas un experto, sí que tienes que acostumbrarte al robot. Las primeras intervenciones que yo realicé con la plataforma, sentado en la consola, tardaba más tiempo que la misma intervención hecha con laparoscopia convencional. Pero en unos 10 o 15 casos, la sensación fue de comodidad absoluta en la consola; y a partir de los 50 casos, los tiempos son mejores. Con el robot hay que aprender el manejo de los brazos del robot, el de los pedales, que aprender que la cámara la manejas tú, a saber los motivos de las alertas que te da, colocar adecuadamente los brazos del robot para que no haya choques. La laparoscopia te acostumbra a ver al paciente por dentro con una cámara, si viniese de una cirugía abierta, eso sería mucho más complicado.
—¿Piensa que los robots les quitarán terreno?
—De momento, los robots que hay en la actualidad no son autónomos. No existe ninguno en el mundo aprobado, aunque sí probado. Los que hay en la actualidad son manejados por el cirujano, en mi caso, por el urólogo. El actor principal de una intervención quirúrgica robótica sigue siendo el cirujano. Lo que consigue el robot es hacer mejor al profesional. Es decir, la cirugía es de mucha mejor calidad desde el punto de vista funcional, u oncológico, que la realizada de otro modo.