La Voz de la Salud

Enfermedad inflamatoria intestinal: ¿cuáles son sus síntomas?, ¿cómo recomiendan los expertos que sea la dieta?

Enfermedades

Lucía Cancela La Voz de la Salud
La incidencia de la enfermedad inflamatoria intestinal ha crecido en los últimos años.

Engloba a la colitis ulcerosa y a la enfermedad de Crohn, cuyas cifras están aumentando en países occidentales, entre ellos España

19 May 2023. Actualizado a las 17:56 h.

La enfermedad inflamatoria intestinal tiene un enorme impacto en la vida del paciente; no solo por la sintomatología, sino por la falta de comprensión. «Las personas pueden tener cólicos o diarreas y que en su trabajo no les entiendan», explica la doctora Teresa Diz-Lois, médico adjunto del servicio de Aparato Digestivo del Chuac. A ello, se le suma el miedo a salir de casa por si no encuentran un baño o el desafío mental de justificar su situación. Por todo esto, el día a día se puede ver muy afectado: «Es una enfermedad que debuta en gente joven que todavía está en la fase de formarse, buscar un trabajo o crear una familia. Es decir, tienen muchos proyectos que quedan condicionados», lamenta la especialista del centro coruñés en el Día Mundial de la Enfermedad Inflamatoria Intestinal

Engloba a la enfermedad de Crohn y a la colitis ulcerosa. En España, esta última es más frecuente que la primera, pues supone el 58 % del total de los pacientes, frente a un 42 %. Sin embargo, se espera que ambos porcentajes se vayan igualando con el paso de los años. Tienen rasgos comunes y diferenciales. Ambas se caracterizan por ser enfermedades del aparato digestivo, inmunomediadas y crónicas. A su vez, afectan a la capacidad del organismo para hacer la digestión y, por lo tanto, obtener los nutrientes necesarios; además de compartir ciertos rasgos patológicos. Síntomas como la diarrea, la sangre en las heces, el cansancio, el dolor abdominal, la pérdida de apetito o peso y la fiebre pueden manifestarse en cualquiera de ellas, aunque algunos son más comunes que otros: «La clínica es digestiva, pero influye mucho el lugar de afectación. La diarrea es frecuente en las dos, pero en la colitis ulcerosa suele haber un sangrado más rojo y más vivo. También puede aparecer dolor abdominal en ambas, mientras que la fiebre o la falta de apetito suele ser más frecuente en la de crohn», precisa Raquel Díez, enfermera de práctica avanzada especializada en enfermedad inflamatoria intestinal del Complejo Hospitalario Universitario de Pontevedra (CHUP).

Con todo, la principal diferencia es la zona dañada. «Mientras que la enfermedad de Crohn puede afectar a cualquier segmento desde la boca hasta el ano, en la colitis ulcerosa comienza en el recto y se extiende, de forma proximal, a lo largo de todo el colon», indica la doctora Paula Ripoll, Médico de Aparato Digestivo del Hospital Son Llàtzer de Mallorca. 

Una suma de factores para explicar su origen

El origen exacto de la enfermedad inflamatoria intestinal se desconoce, aunque se sabe que se trata de una interacción de distintos factores genéticos y ambientales. «Por un lado, el paciente tiene que haber heredado parte de la genética que le predisponga a padecer la enfermedad. Se sabe que hay muchos genes implicados en su aparición. Por otro, puede deberse a factores ambientales como que la persona haya nacido por parto natural o por cesárea, si ha tomado lactancia materna, si vive en una ciudad con mucha contaminación, si lleva una buena dieta, si tiene demasiado estrés o, incluso, si hace turnos de noche», explica Virginia Gómez, dietista-nutricionista especializada en trastornos del aparato digestivo y miembro del Grupo Español de Trabajo para la Enfermedad De Crohn y Colitis Ulcerosa (Geteccu), que añade: «Son un conjunto de varios factores los que pueden llevar a que la persona debute con la enfermedad o que esta vuelva a expresarse», precisa. 

Así, tal y como explican desde la Confederación de Crohn y Colitis Ulcerosa, «no hay una sola causa que lo produzca». Por ello, se hace especial hincapié en que los pacientes no son culpables de su aparición, «porque esta no se desencadena exclusivamente por algo que se haga o se deje de hacer como la dieta o el estrés», aclara la confederación. 

Cifras en aumento

Lo más habitual es que se identifique antes de la treintena. «Se suele diagnosticar en adulto jóvenes, entre los 25 y 40 años, aunque actualmente existe un repunte de pacientes con edad avanzada, sobre todo, a partir de los 65 años, debido al aumento de la esperanza de vida y a una mejora en las técnicas diagnósticas», precisa la doctora Ripoll. 

Los números en España han crecido en las últimas décadas y se sitúa como uno de los países que concentra mayor proporción de pacientes de entre 20 y 29 años. Existen leves diferencias por sexos. Mientras que la colitis ulcerosa es más común en el hombre, la enfermedad del Crohn lo es en la mujer. A su vez, la incidencia ha ido aumentado en los últimos años en los países occidentales. Este es, precisamente, uno de los puntos más llamativos para la comunidad científica. «Las razones que mejor podrían explicarlo son los factores ambientales que interactúan en personas con una predisposición, ligada o no a sus genes, y condiciona la alteración de la microbiota intestinal», precisa el doctor Joaquín Hinojosa, experto de la Fundación Español del Aparato Digestivo (FEAD). Cada vez está más claro, que este conjunto de microorganismos tienen un papel fundamental en su desarrollo: «Son esenciales para el mantenimiento del equilibrio y de la salud intestinal, lo que podría condicionar o explicar el aumento de casos tan marcados». 

El concepto de factores ambientales es muy amplio. Aquí se incluyen algunos conocidos como el tabaco para la enfermedad de Crohn, así como otros que todavía se están estudiando, la dieta es uno de ellos. «Empezamos a tener resultados de estudios que se están haciendo en población infantil para ver de qué manera los hábitos alimentarios contribuyen al desarrollo de la patología. En este sentido, se ha apuntado que la carne roja puede ser un factor de riesgo asociado a la enfermedad de Crohn», precisa el doctor Hinojosa. 

De igual forma, el especialista también hace referencia a estudios llevados a cabo en población cubana que se mudó a Estados Unidos en los años 50: «Pasan de ser una población de bajo riesgo a desarrollar una incidencia de la enfermedad inflamatoria similar a la que existe en el conjunto americano», indica el especialista. Un claro ejemplo que les permite apuntar a los factores ambientales como sospechosos del incremento de casos. 

Inmunosupresores o fármacos biológicos, entre los posibles tratamientos

Ambas enfermedades son crónicas, es decir que acompañarán al paciente durante toda su vida. Por eso, el objetivo de los profesionales es que permanezcan en remisión tanto tiempo como sea posible. No existe una cura y el tratamiento varía en función de la persona. «Aproximadamente, un 50 % de los casos de colitis ulcerosa responden bien a la mesalazina, con un buen perfil de seguridad y tolerancia», comienza explica la doctora Diz-Lois, del Chuac. Por su parte, este medicamento no suele ser eficaz para el Crohn. En momentos de brote, lo más habitual es que se prescriba corticoides, «pero no pueden ser el tratamiento a medio y largo plazo porque ocurren muchos efectos secundarios. Así que, al final, para el Crohn tenemos los inmunosupresores y los biológicos. Lo mismo para aquellas personas a las que la mesalazina no les sienta bien», aclara la experta. La cirugía es otra opción, «a la que se puede recurrir cuando hay una complicación o el tratamiento no es eficaz», indica la especialista. En cifras, más del 30 % de los pacientes con Crohn necesitan operarse, así como el 5 o el 10 % de los que tienen colitis ulcerosa.  

Un diagnóstico que cada vez tarda menos

El camino hasta llegar al diagnóstico no es algo fácil. «Estudios recientes en Europa han revelado que en el 45 % de nuevos casos se tarda más de un año en recibirlo, y en el 17 % del total supera el lustro», precisa la entidad nacional. Un hecho que califica de gran problema, por dos razones: en primer lugar, porque los síntomas permanecen durante años y, en segundo, porque «el éxito del tratamiento aumenta si se administra en fases tempranas».  

Pese a la demora todavía existente, en los últimos años se ha mejorado la capacidad de dar una respuesta: «El retraso que más preocupa es el de la enfermedad de Crohn, porque muchos de los pacientes son personas jóvenes, que al referir síntomas como el dolor o la diarrea, con analíticas normales, se les cataloga como intestino irritable. Aun así, este diagnóstico se ha reducido y ahora se sitúa entre unos seis meses y un año», detalla el miembro de la FEAD. Para ello, se recurre a la calprotectina, «un marcado fecal que expresa la posibilidad de inflamación en el intestino y que nos ha ayudado mucho a mejorar el momento del diagnóstico porque tiene un alto valor predictivo», indica el especialista, que destaca el papel de los médicos de atención primaria al solicitarla y derivar a la especialidad correspondiente.

A partir de este punto, la prueba de elección sigue siendo una colonoscopia con biopsia del intestino, «como técnicas que la complementan como la enteroresonancia y la ecografía abdominal», añade el doctor Hinojosa. 

¿Qué no comer y qué comer con enfermedad inflamatoria intestinal?

Una de las grandes preocupaciones de los pacientes es la alimentación, no solo por estar bien nutridos, sino por saber qué es lo que pueden comer y qué no. La investigación en este campo es creciente, aunque los expertos todavía no tengan demasiadas respuestas. «La dieta saludable, mediterránea, con productos frescos y menos ultraprocesados puede ayudar. Sabemos que algunos componentes, como conservantes o emulsionantes pueden dañar la barrera intestinal, aumentar el contacto de gérmenes proinflamatorios con la mucosa y generar un estado inflamatorio que, al final, es el que debuta con la enfermedad», indica la doctora Teresa Diz-Lois, que reconoce que todavía les queda mucho por confirmar. Para la doctora Ripoll, es importante que los pacientes sepan que pueden correr el riesgo de desnutrición, por lo que «deberán contar con una dieta que cubra todos sus requerimientos proteicos y calóricos». 

Precisamente, para paliar déficits nutricionales que puedan derivarse «de la propia inflamación en el tubo digestivo o la falta de absorción» se puede suplementar al paciente con ciertos nutrientes. «Es muy frecuente que en la enfermedad de Crohn, si afecta al intestino delgado, haya déficit de hierro, vitamina B12 o ácido fólico», explica la especialista del CHUP.

El patrón a seguir depende de si el paciente está en remisión o en pleno brote. Cuando la enfermedad no se manifiesta, «solemos recomendar que la persona coma de todo. Es muy importante que lleve una dieta muy sana y, sobre todo, suficiente en fibra», precisa la dietista-nutricionista especializada en trastornos digestivos, que incide en la importancia de este último nutriente. «Muchas veces, a raíz de tener un brote que causa diarrea, la gente la elimina de sus comidas. Por eso es importante aprovechar los momentos de remisión de la patología para reintroducirla de forma progresiva», indica. No se trata de una recomendación menor, de hecho, tiene el objetivo de reducir un factor de riesgo en el desarrollo de la enfermedad: la microbiota intestinal. «Hay que darle de comer fibra a nuestras bacterias intestinales», detalla la experta. 

Una vez que el paciente debe convivir con un brote, la intención de los expertos sigue siendo que se restrinja, en materia de nutrición, lo menos posible. Con todo, existen una serie de pautas a cumplir. «Tendremos a limitar la fibra insoluble», cuenta Gómez, que lo explica de forma resumida: «Cuando hablamos de este tipo de fibra, nos referimos a las pieles, ya sea a las de verduras, de las frutas, de las legumbres, de los cereales que sería el sábado, y también lo recubre al maíz o a los guisantes, porque suele ser un poco más irritante». 

A su vez, el menú diario también depende del tipo de afectación. Si es de predominio estenosante, con un cuadro suboclusivo, «las personas tienen que limitar el consumo de alimentos ricos en fibra no soluble o de semillas puesto que empeoran los síntomas», indica la doctora Ripoll. En esta misma línea, si hay diarreas, deberán limitar el consumo de garzas: «La afectación de la mucosa va a impedir la absorción de los lípidos lo que favorece la mala deposición fecal», añade la experta en Aparato Digestivo. 

Con una perspectiva general y como recomendación a todos los pacientes, se pauta una dieta blanda de protección gástrica o de fácil digestión, la cual propone alternativas para que las comidas sean fáciles de digerir y las técnicas culinarias contribuyan a ello: «Sigue tres puntos. El primero es que cualquier alimento cocinado se va a digerir mejor que un alimento crudo; después, que cualquier alimento sin piel y refinado se va a digerir mejor que cualquier alimento con piel e integral; y, por último, que cualquier alimento triturado se va a digerir mejor que cualquier otro que no lo esté», precisa Virginia Gómez. Esto no significa que en la dieta debe basarse en purés, sino que se tenga en cuenta para ingestas con altas cantidades de fibra, como las legumbres. Además, tampoco se pueden tomar ultraprocesados «que si de normal la persona no los toma, en pleno brote, menos».


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