La Voz de la Salud

Ángela Hernández, dermatóloga pediátrica: «Suprimir alimentos o quitar suavizantes para prevenir la dermatitis no tiene evidencia»

Enfermedades

Lucía Cancela La Voz de la Salud
Ángela Hernández, dermatóloga pediátrica, durante un congreso en A Coruña.

La doctora, coordinadora del Grupo Español de Dermatología Pediátrica, señala que las causas de la dermatitis atópica todavía son desconocidas

27 Jan 2024. Actualizado a las 13:02 h.

La piel es el órgano más grande del cuerpo humano pero, a su vez, es el más frágil en los primeros años de vida. Cambia a medida que el pequeño cumple meses hasta convertirse en un tejido totalmente competente a partir del primer año. Este viernes y sábado, las enfermedades cutáneas en edad pediátrica son objeto de debate en la reunión anual del Grupo Español de Dermatología Pediátrica, que se celebra en A Coruña. Su coordinadora, Ángela Hernández, dermatóloga del Hospital Infantil Niño Jesús, en Madrid y de la Clínica IMDA, explica que la enfermedad más común es la dermatitis atópica y que, pese a las hipótesis, todavía se desconoce su causa. «En muchos casos los padres intentan las supresiones alimentarias, quitar suavizantes de las lavadoras, cambiar las ropas y modificar hábitos de vida para prevenir el brote, cuando no existe evidencia sobre su eficacia», recuerda la miembro de la Academia Española de Dermatología y Venereología. 

—¿Las familias hacen muchas consultas sobre la piel de sus hijos?

—En realidad, cuando el bebé está sano, no vienen a preguntarnos cómo deben cuidarlo. Acuden a consulta cuando observan una zona áspera, que pica, algún crecimiento anormal sobre la piel lisa, o alguna lesión pigmentada. Hablaba antes de los lunares, pero algunas veces, las lesiones pigmentadas pueden asociarse a enfermedades sistémicas, del sistema nervioso, y en general, los padres no consultan pero si hay el más mínimo hallazgo que les sorprende o les causa incertidumbre, vienen inmediatamente. Como es lógico, los padres quieren prevenir y curar enfermedades. 

—La piel evoluciona a medida que una persona cumple años. ¿Cómo es la del recién nacido?

—Cuando el niño nace, pasa bruscamente de un ambiente aséptico, húmedo, y con un PH por debajo de 7, a un entorno donde entra en contacto con los microbios, hay aire que puede secarle y, además, tiene que cambiar este PH, porque la piel necesita uno específico, más ácido, para que no haya ninguna enfermedad. Así que, en los primeros meses de vida, tiene una piel incompetente respecto a la etapa adulta, porque es más fina, filtra peor las radiaciones solares; es más frágil ante la fricción porque la parte de la epidermis no está unida con tanta firmeza a la parte de la dermis como lo estará posteriormente; y, en suma, la dermis, que es justo la capa que está por debajo de la epidermis es más fina. Además, tienen dificultades para la termorregulación, ya que las glándulas sudoríparas todavía no funcionan bien, lo que aumenta el riesgo de que el niño se quede frío o tenga hipertermia o sudaminas, que son obstrucciones de las glándulas sudoríparas cuando hace mucho calor. 

—Es una piel que todavía se está desarrollando, ¿qué cuidados necesita? 

—Existen algunas claves, pero hay que pensar que cada cultura del mundo cuida la piel de una forma distinta, lo que nos da a entender que hay mucha diversidad a este respecto. De manera genérica, los cuidados van cambiando con la edad. Si me centro en el bebé, que abarca hasta cuando empieza a andar, hay varias cosas. En los baños hay que tener cuidado con la hipotermia y poner el agua a una temperatura adecuada, que oscila entre los 38 y 40 grados. No se puede frotar con mucho vigor y hay que usar jabones suaves, que en la infancia se entienden como aquellos que no son tensioactivos. Estos hacen mucha espuma y arrastran mucho la grasa de la piel, lo que no viene bien al niño. Tampoco conviene utilizar los que cambian el PH, como el lagarto, que pese a que la cultura popular diga que limpia muy bien no es recomendable por esto mismo. 

—¿La hidratación también tiene que estar?

—Así es. Es el principio básico general. Es buena y hay que aplicarla una vez al día, con una crema que no tenga perfumes ni otras sustancias que puedan producir alergias o reacciones en la piel. 

—Señala que hay que evitar los perfumes y a muchos se nos viene a la cabeza un olor muy característico a bebé, presente un amplio abanico de productos de higiene. 

—Sí, aunque es cierto que cada vez se utilizan menos estas opciones perfumadas. Precisamente, algunos critican la ausencia de olor en las cremas para los niños pequeños y esto es algo que tiene que ver con sus componentes grasos. Se quejan de que tienen un olor peculiar. Más allá de esto, si la piel del niño está sana, a medida que crece, tampoco necesita cuidados extraordinarios. Creo que hay que hacer una rutina con juicio.  

—A los menores de seis meses tampoco les puede dar el sol. ¿Se debe utilizar fotoprotector a una edad infantil?

—La delicadeza de la piel del bebé tiene distintas connotaciones cuando hablamos del verano y de la exposición al sol. Por una parte, es una piel más fina que filtra peor las radiaciones solares, con lo cual, hay que protegerla. No tiene una buena termorregulación, con lo que puede tener sudaminas, crisis de hipertermia y de deshidratación. El problema que supone el calor, cuando alguien no suda bien, es que el cuerpo no lo puede liberar. Pero al mismo tiempo, si un bebé suda, se puede deshidratar, que es otro de los problemas que tienen los bebés porque no pueden pedir agua. En relación con todo esto, hay que elegir protectores solares minerales, que utilizan sus componentes para que la radiación solar rebote, no para transformarla y absorberla, como sucede en algunos de empleo adulto. Los minerales tienen moléculas grandes que no dejan pasar las radiaciones solares. En resumen, el bebé no se puede exponer a ellas, ni usar fotoprotector, con menos de seis meses, y siempre tienen que estar en ambientes frescos, para no deshidratarse. 

—¿Los cuidados de los que hemos ido hablando se mantienen en la etapa escolar?

—A partir del primer año de vida, la piel ya es competente. De hecho, si no lo es, puede deberse a distintos tipos de enfermedades. Lo que destacaría de la etapa escolar es que el niño se expone más a los traumatismos, juega con sus compañeros y se puede contagiar de enfermedades infecciosas como las verrugas o los hongos, y luego, pasa mucho tiempo en la calle, especialmente durante las vacaciones, y está mucho tiempo expuesto al sol. Teniendo en cuenta que el 50 % de la radiación solar se recibe en la infancia, esta es la época de la vida en la que la educación y concienciación para la protección solar es más importante. 

—¿Cuáles son las enfermedades que ve con más asiduidad en consulta?

—La dermatitis atópica, las infecciones víricas como las verrugas o los moluscos, y las lesiones pigmentarias como los lunares o nevus melanocíticos

—¿Qué define a una piel atópica?

—Es una piel inflamada o que sufre procesos repetidos de inflamación. La dermatitis atópica es una enfermedad inflamatoria que cursa en brotes recurrentes. Esta inflamación se produce por causas desconocidas. 

«La incidencia de la dermatitis atópica crece poco a poco y los motivos son diversos»

Ángela Hernández, dermatóloga pediátrica, durante un congreso en A Coruña.Marcos Miguez

—La Academia Española de Dermatología y Venereología recoge que esta enfermedad está más presente en niños que viven en áreas urbanas. Además, los datos muestran que su incidencia ha crecido, durante las últimas dos o tres décadas, en países industrializados. ¿Qué hipótesis manejan para explicarlo?

—Sí, la incidencia de la dermatitis atópica crece poco a poco y los motivos son diversos. Algunas hipótesis defienden que los hábitos, como el uso de calefacción, o la polución, pueden ser las causas. Pero no deja de ser algo hipotético. Realmente, no hay nada que demuestre que si el niño atópico que vive en la ciudad se va al campo se le pase la dermatitis. No es así. Es verdad que tiene que haber factores ambientales que aumenten la prevalencia de la enfermedad o la frecuencia, pero no tenemos una idea clara o control sobre ellos. 

—Se estima que la dermatitis atópica afecta a entre el 10 y el 20 % de los niños españoles. ¿Cómo se debe cuidar?

—Hay que distinguir una dermatitis en fase inflamatoria de una en fase no inflamatoria. Cuando no hay inflamación, la hidratante repara y fortalece la barrera cutánea, y es una herramienta muy sencilla de aplicar, que todos los pacientes o cuidadores de pacientes conocen. Pero cuando hay brotes inflamatorios, y las lesiones están rojas, pican y deterioran la calidad de vida, hay que utilizar tratamientos antiinflamatorios específicos. 

—¿Se mantiene en la etapa adulta?

—El pronóstico de la dermatitis atópica es bueno de manera general. La mayoría de los pacientes, al alcanzar los primeros años de vida, van teniendo brotes cada vez más espaciados y, en muchos casos, menos intensos. En los estudios más largos, el pronóstico es que el 80 % de los niños a los 8 años ya no tienen brotes de lesiones inflamatorias. Es verdad que hay un porcentaje que continúan con la enfermedad a lo largo de la vida adulta, y suelen ser los que presentan una dermatitis muy grave y no respondían bien a los tratamientos cuando eran niños.

—¿Se puede prevenir el brote?

—Es imposible prevenir los brotes de dermatitis. Y, como es una enfermedad eminentemente infantil, lleva a que en muchos casos los padres intentan las supresiones alimentarias, quitar suavizantes de las lavadoras, cambiar las ropas y modificar hábitos de vida sobre los que no hay ninguna prueba respecto a la eficacia de prevenirlo. Como es lógico, el niño alérgico al huevo no debe comerlo, pero no por la dermatitis, sino por la alergia. 

—Hay una corriente de la salud que defiende que la sociedad actual vive en entornos demasiado limpios. ¿Está de acuerdo?

—Esto es la teoría higienista, que tiene tanto detractores como defensores. Esta corriente dice que en áreas rurales, el niño está más expuesto a microorganismos y viven con menos higiene ambiental —porque al fin y al cabo, los animales son animales y el niño juega en la naturaleza— y esto conlleva una protección hacia el niño de forma que su inmunidad se acostumbra a las agresiones. Sin embargo, y como digo, esto no se ha podido demostrar. Creo que cualquier cosa hecha con sentido común es buena para mantener la piel sana. La higiene excesiva, con jabones inadecuados o lavados muy frecuentes, puede deteriorar la barrera cutánea, pero así mismo me parece que no lavar a un niño que tiene dermatitis atópica o una piel contaminada, no tiene sentido. En esto hay que individualizar casos, pero con coherencia.

—Es decir, que se puede mantener la ducha diaria.

—Sí, aunque el niño atópico, en general, se beneficia de una ducha no muy larga, con agua no muy caliente, y con los jabones de tipo syndet, que quiere decir que no son tensioactivos y que respetan muy bien la grasa. 

—Los lunares preocupan en la vida adulta, ¿deben hacerlo en la etapa infantil?

—Ante cualquier incertidumbre hay que consultar, pero cuando hablo de lunares en los niños incido más en la necesidad de protección solar preventiva de problemas de cara al futuro, que en el verdadero riesgo de malignización de un lunar de un niño pequeño, que es muy bajo. Por supuesto, un lunar puede cambiar, sangrar o picar, y habría que consultarlo con el médico, pero la incidencia de cáncer de piel de tipo melanoma en un pequeño es muy baja. 


Comentar