Ignacio Morgado, neurocientífico: «Si no existiese el placer, puede que se hubiesen extinguido las especies»
Salud mental
El catedrático en Psicobiología alaba el conocimiento sobre el cerebro que se produjo en el último siglo, pero reconoce que todavía quedan cosas por saber como el origen de las enfermedades mentales
27 Apr 2023. Actualizado a las 18:00 h.
¿Qué mecanismos hacen posible la inteligencia y el comportamiento humano? La ciencia todavía desconoce aspectos esenciales del funcionamiento de la mente humana o de la comunicación entre el cerebro y el resto del cuerpo, pero los últimos años han sido especialmente importantes para establecer muchos avances. Este órgano es el más complejo que existe en el universo conocido y solo los apasionados de su estudio son capaces de acercarse a cómo se estructura y organiza. Ignacio Morgado, catedrático emérito de Psicobiología en el Instituto de Neurociencia y en la Facultad de Psicobiología de la Universidad Autónoma de Barcelona, es uno de los mejores neurocientíficos de España, consideración reconocida en varios premios académicos y de divulgación.
Es un apasionado del cerebro, habla del con entusiasmo y en cada respuesta se percibe la intención de dar a conocer todo lo que sabe. Durante su carrera ha investigado sobre los mecanismos del sueño, las raíces biológicas de las ambiciones, el amor o los sentimientos. El catedrático ha combinado su labor de investigación, con la docencia y la divulgación. Entre sus múltiples obras destacan Aprender, recordar y olvidar; La fábrica de las ilusiones; Emociones corrosivas; Deseo y placer; Los sentidos o Materia Gris.
Ahora, publica El cerebro y la mente humana, «para saber más sobre nosotros mismos, lo que siempre nos permite comprendernos más, relacionarnos mejor con los demás y, en definitiva, ser mejores personas».
—Se suele decir que se conoce muy poco acerca del cerebro. ¿Es esto cierto? En el libro explica que el paradigma sobre su estudio comenzó a cambiar a partir de 1746.
—En realidad, no es cierto. Si consideramos todo lo que hemos aprendido, sobre todo desde que Santiago Ramón y Cajal, hace ya más de un siglo, estableció la Teoría de la Neurona, en la que se dio cuenta de que el cerebro está integrado por células individuales, las neuronas, igual que otros órganos del cuerpo, hemos aprendido una gran cantidad de cosas sobre cómo está organizado anatómica y morfológicamente, sobre las sustancias químicas que tiene, los neurotransmisores, las corrientes eléctricas que circulan por las neuronas o la forma en la que se relacionan con otras. A veces, cuando viene alguien a mi despacho en la Universidad Autónoma de Barcelona preguntándome al respecto, tengo una respuesta muy fácil. Le dejo caer en sus manos un libro de ciencia neurológica que debe pesar, por lo menos, tres kilogramos. Sabemos mucho, lo que no quiere decir que lo sepamos todo. La gran asignatura pendiente son las enfermedades mentales, por qué se producen y cómo curarlas.
—¿Qué es la mente?
—La mente es una función del cerebro. Es algo que surge cuando las 85.000 millones de neuronas que hay en nuestro cerebro trabajan. Así surge un fenómeno emergente que es la subjetividad, la imaginación, la conciencia, la mente y los procesos mentales. No podríamos decir nunca que la mente es un producto del cerebro. Un libro es separable del lugar en el que ha sido impreso. Pero la mente no es separable del cerebro, no la puedes alejar.
—Quiero pararme en la parte de sentir nuestro cuerpo, ¿en qué se diferencia el sistema que se encarga de decirnos que una superficie está muy caliente del sistema que nos dice si tenemos sueño?
—Son procesos mentales diferentes. Un proceso es la percepción, que comienza con la sensación de tacto, de dolor o de temperatura, por ejemplo. El cerebro la procesa y va más allá, cuando siente calor piensa que algo se está calentando, y empieza a pensar en qué puede ser. Una cosa es el sentido básico y otra es razonar lo que está sintiendo para llegar a la conclusión de que algo que no debería calentarse, lo está haciendo. Ese es el proceso sensorial. Muy diferente del proceso mental que generan los sueños, un proceso que hace que, de manera inconsciente, cada noche estemos haciendo trabajar a nuestras neuronas de forma diferente a cómo trabajan durante el día. Por un lado para que se recarguen, pero también para que recopilen la información recogida, la reanalicen, la repasen y creen memorias consistentes de lo que hemos aprendido. Son dos sistemas muy diferentes, el del tacto y la percepción, del de sueño y la formación de la memoria u organización de la información.
—¿Cómo es posible que se produzca el síndrome del miembro fantasma?
—Este fenómeno nos demuestra que quien siente es el cerebro, porque puedo tener la mano amputada y sin embargo, seguir notando dolor, tacto o temperatura en esa mano. Saber cómo lo hace posible, que siendo este órgano el que crea la sensación la traslade a ese miembro, todavía es una de las grandes incógnitas. No sabemos cómo lo hace, pero sí estamos seguros de que es una ilusión. La ilusión de que cuando alargo mi mano para coger el móvil es mi mano la que toca el móvil, ya que en realidad es el cerebro el que está creando la percepción consciente de que toco el móvil o cualquier otra cosa.
—En el libro señala que el sistema de percepción sobre nuestro cuerpo es tal que, a medida que envejecemos, podemos sentir dolores en ciertas partes del cuerpo y echarle la culpa al sofá o colchón y, sin embargo, se debe a que ciertas partes del cuerpo se van debilitando, que notamos ese peor estado de las vísceras. ¿Cómo es posible?
—Claro. Cuando somos jóvenes tenemos tal sensación de bienestar, de comodidad, de sentirnos bien y sanos, que creemos que eso está garantizado para siempre. Pues no. Ese sentimiento de bienestar depende de un conjunto de neuronas que recorren nuestro cerebro, las cuales están controladas por el sentido interoceptivo. De la misma forma que el sentido de la vista es el que nos hace ver, este sentido es el que nos hace sentirnos cansados, o descansados; cómodos o incómodos; con el malestar de la fiebre o sin él. Depende de una serie de neuronas que con el tiempo debilitan su funcionamiento, su capacidad de funcionar, y así desarrollan la capacidad para hacernos sentir bien o no.
—¿Cuál es la función del dolor?
—Nos indica que algo está funcionando mal en nuestro cuerpo, que lo repasemos y que lo arreglemos cuanto antes. Porque si continúa, podremos perder alguna función fisiológica, alguna capacidad se puede dañar algún miembro, podemos llegar a situaciones de enfermedades que de no corregirlas puede ser muy graves.
—¿Dónde se produce?
—Es el cerebro el que lo genera. Lo sentimos porque hay una serie de neuronas repartidas por diferentes zonas, que se activan de una forma especial, y aparece el dolor. Puede ser más o menos intenso según la causa o en función de cómo lo percibimos. Por regla general, si sabemos que va a durar poco lo soportamos mejor que cuando pensamos que no va a calmarse porque viene de algo muy grave. El dolor tiene mucho que ver con la situación en la que nos encontramos. Por ejemplo, si estamos en un momento de tensión, escapando de algo, y nos damos un golpe, no lo sentiremos tan fuerte como si nos diésemos un golpe contra un cajón que está medio abierto un día cualquiera en el que estamos calmados y relajados. Una cosa es el dolor que sucede cuando te duele una muela y otra el sufrimiento que acompaña a ese dolor y que depende, en gran parte, de dónde piensa la persona que viene.
—Explica que el sentido del olfato es de los más primitivos. ¿A qué ayudaba en un primer momento?
—A todo. Los animales más primitivos que vivían en el mar, y millones de años después fuera de él, empleaban sobre todo los sentidos proximales. El olfato, y más tarde, también el gusto para detectar comida agua, calor, temperatura, sexo y depredadores o peligros. La vista vino después. En el mundo en el que vivían los animales primitivos había que detectar primero las cosas que sucedían en la proximidad, que son el tacto, el olfato y el gusto.
—Es más, usted señala que fue en el momento en el que nuestros antepasados primates pasaron de caminar a cuatro patas a ser bípedos, sentidos como el del olfato o el gusto cobraron menos importancia en beneficio de la vista.
—Exacto, porque se alzó la cabeza y los ojos ya no miraron al suelo, sino al horizonte. Conjuntamente, el oído empezó a detectar sonidos procedentes del horizonte en combinación con la vista. La combinación visión-audición es muy importante para conseguir establecer el comportamiento y movernos de la forma adecuada.
—De la misma forma que el olfato era muy importante en el pasado, cuenta que hoy en día el olor es utilizado para, por ejemplo, estimular el gasto en los centros comerciales. ¿Por qué?
—Eso es impresionante porque se ha visto que olores que no llegamos a percibir conscientemente, pero que están ahí, pueden afectar más a nuestra conducta que los que percibimos conscientemente. Es un misterio. Pero se ha comprobado en algunos experimentos. Eso sí, habría que replicarlos para estar seguros porque tampoco se han hecho muchas veces. Pero se vio que cuando en un dentista se insufla en la sala de espera un olor agradable en muy poca cantidad para que el paciente no sea consciente de que huele algo, la gente entra más relajada. O por ejemplo, si el olor en el supermercado es agradable, la gente se queda más tiempo, lo que puede relacionarse con un mayor gasto. Los misterios del olfato son tremendos y todas estas cosas demuestran que en el pasado estuvo muy ligado a las necesidades vitales de supervivencia y reproducción que tenían nuestros ancestros.
—Llegamos al capítulo en el que explica la vista. Hay una parte, y permítame que se la cite entera, que me cuesta entender: «La sensación de luz que invade nuestra mente cuando nuestros ojos están abiertos es tan fuerte que creemos que está ahí fuera. Sin embargo, no es así, porque la luz no existe fuera de nosotros y los ojos no pueden captarla. Que es el cerebro quién la crea”». Le pregunto, entonces, ¿qué veo?
—Esto es lo más difícil de hacer creer a la gente porque cuando una persona abre sus ojos en un día soleado, por ejemplo en la Ría de Vigo de su Galicia natal, ve toda esa luz, ese cielo y mar, las dos orillas llenas de esos colores. Pero resulta que fuera no hay nada, es decir, que todo lo que hay es energía y materia que nuestro cerebro capta y transforma en luz y colores. Lo mismo ocurre con las moléculas que producen el olfato o el gusto.
—¿Qué importancia tiene el movimiento para nuestro cerebro? Siempre estuvo ligado al humano y en cambio, ahora, se tiende a todo lo contrario, al sedentarismo.
—Tengo colegas científicos que dicen que el movimiento es la razón de ser del cerebro, que ha existido siempre para movernos y hacer que nos movamos porque el entorno en el que vivimos cambia y tenemos que adaptarnos. Cuando sentimos frío, tenemos que movernos para ir a donde hay calor, y si no tuviéramos un cerebro, a lo mejor estaríamos quietos y pereceríamos por causas del frío. El movimiento cambia mucho a lo largo de la vida. Pasamos de poder estar más activos a menos. Las piernas nos permiten adaptarnos al mundo en el que vivimos y las manos nos permiten coger cosas, traerlas hacia nosotros y adaptar el exterior a nuestras necesidades. El movimiento es muy importante porque se ha comprobado que la actividad física, la actividad motora del organismo, facilita el funcionamiento general de todos los procesos metabólicos y fisiológicos, también el trabajo de las neuronas y todos los procesos mentales.
—¿Qué es el placer?
—El placer es un sentimiento no homeostático, es decir, un sentimiento que no tiene que cubrir una necesidad del organismo. Es un sentimiento incentivo, es algo que nos gusta y, por lo tanto, tenemos que buscarlo, pero no lo hacemos por necesidad absoluta o primaria. El hambre, por el contrario, es una motivación homeostática, es decir, una motivación que busca corregir algún desequilibrio que ha ocurrido en el metabolismo, en el sistema energético del cuerpo y si no le pones solución, puedes morirte. Sin embargo, la naturaleza ha creado el placer para motivarnos a buscar cosas que pueden venirnos bien, entre ellas, ha creado el placer para ser la base de una conducta reproductiva. Si no sintiéramos placer en la conducta sexual posiblemente no nos reproduciríamos, porque hay que pensar que no deja de ser una conducta agresiva, de presión motora y conductual. Por lo tanto, la naturaleza lo ha creado en buena medida para generar la necesidad de reproducirnos. Si no existiese el placer, puede que se hubiesen extinguido las especies.
—En el sueño tiene mucha importancia una sustancia llamada adenosina, ¿de qué forma se relaciona con dormir?
—La adenosina es una sustancia que nos hace quedarnos dormidos y que se va acumulando en el cerebro a medida que pasa el día. Parece ser que se forma como resultado de moléculas, de sustancias químicas, relacionadas con el metabolismo energético, con el movimiento, la actividad, de tal forma que la actividad física hace que esas moléculas implicadas en la energía generen adenosina. Es por eso que cuanto más nos movemos, más cansados nos sentimos y así más sueño nos entra.
—¿Cuáles son los límites de la mente humana?
—Por el momento, una de las grandes incógnitas es saber cómo el cerebro crea la imaginación, la subjetividad o la conciencia. Esa es una limitación que creo que nuestro cerebro no está capacitado para entenderlo. Las otras limitaciones son las que más preocupan a la gente, la cura de las enfermedades mentales. Necesitamos saber el origen preciso de las enfermedades mentales, por qué se producen, para que conociendo bien ese origen se pueden abordar y curar. Estamos sometidos a unas amenazas muy grandes de las alteraciones neurológicas, de la neurodegeneración del cerebro porque las personas cada vez vivimos más años y cuanto más, más probabilidad hay de que surja una enfermedad neurodegenerativa, una enfermedad del cerebro. El alzheimer es una de las más amenazantes.