La Voz de la Salud

Patricia Fernández, ludópata rehabilitada: «Un día gané 14.000 euros, podría haber pagado mis deudas, pero seguí jugando»

Salud mental

Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD
Patricia Fernández posa en Vigo con su libro, «Fuera de Juego», en el que cuenta su historia con la ludopatía.

Esta viguesa de 38 años lidió, durante ocho, con la adicción al juego; ahora comparte su testimonio para concienciar acerca del funcionamiento de esta enfermedad

28 Oct 2024. Actualizado a las 13:19 h.

Patricia Fernández tenía otros problemas en los que pensar cuando comenzó a jugar en casinos online. Recuerda que un día, mientras estaba en el trabajo, le salió un anuncio de luces y colores que le ofrecía un bono de bienvenida. Probó suerte. No atina con la cantidad que introdujo en esa primera tragaperras, aunque cree que no fue mucho. «Serían unos dos euros, y tal vez gané diez», dice. 

Volvió a caer en la trampa una o dos semanas después. «Empiezas poco a poco y con cantidades muy pequeñas», explica esta viguesa de 38 años y educadora infantil. Hace ocho, no le faltaba empleo, pero ella y su expareja atravesaban un bache económico. 

El juego online le pareció, por aquel entonces, una buena salida. Cada cierto tiempo le llegaba un nuevo bono que le animaba a intentarlo. En otras ocasiones, lo hacía con su propio dinero. Y sin saberlo, se fue metiendo en una espiral de monedas, préstamos y deudas. «Te llega un bono de 50 euros. Luego, esos 50 te parecen poco, y ya metes 100, porque si con 50 ganaste 100, con 100 ganarás 300», indica. Ella lo llama la mentalidad ludópata. «Solo piensas en todo lo que puedes ganar, pero nunca en todo el dinero que vas perdiendo y que dejas atrás».

Mantener esta adicción salía caro en todos los sentidos. «Pides préstamos porque con un sueldo no te llega», precisa. Lamenta que las entidades de créditos no profundicen en cada caso que aceptan: «Les da igual que tengas un problema y que el préstamo sea para eso. Simplemente te lo dan y ya te buscarás la vida para devolverlo. No te preguntan por qué lo pides», dice. 

Patricia sabía, suponía, que algo no iba bien cuando lo ocultaba. Cuando visitaba casinos en línea, precisamente, para que nadie se enterara. También cuando mentía. Aunque ella creyese que el problema no era suyo como tal, sino de los juegos que nunca acababan de darle el premio. Un premio que sabía que vendría: «No te das cuenta. Siempre tienes el pensamiento de que debes diez mil euros, pero te va a tocar un premio gordo de 15.000 con el que lo podrás pagar», detalla.

Y así, lo que antes eran 50 euros, se convirtieron en un mínimo de 300. La excepción se convirtió en norma. Pasó de jugar una vez cada dos semanas a hacer de ello un hábito presente todos los días. «En una ocasión, salí del trabajo a las cinco de la tarde —recuerda—, me metí en el coche y me puse a apostar. Cuando miré el reloj, eran las siete. Ese día, gané 14.000 euros. Podría haber pagado mis deudas y parar». No lo hizo. «Pensé: “Meto 14.000 y gano 28.000”». Sin embargo, los perdió.

«En las apuestas "online" no lo valoras. Pierdes la referencia física. Solo ves que son números que suben y bajan»

A su nueva pareja —quien no sabía nada— le dijo que había salido tarde de trabajar. Otra mentira más, como aquella vez que tenía que hacer la compra y, de camino al supermercado, pidió otro préstamo. En su cuenta bancaria no había dinero. «En las apuestas online no lo valoras. Pierdes la referencia física. Solo ves que son números que suben y bajan». El funcionamiento no es diferente al de un casino físico. Hay luces, colores, sonidos y, «cuando la plataforma ve que te vas a retirar, te salta un bono de recompensa o un muñeco que te da un “regalo extra”», explica. Así que en la siguiente visita, no solo esperaba un premio, sino también una pequeña recompensa. 

Hace unos dos años, la situación se volvió insostenible.Tenía tantos préstamos acumulados, tantas entidades que reclamaban el pago, que llegó a plantearse la posibilidad de quitarse la vida. «No veía salida». En una búsqueda desesperada de soluciones, de algún tipo de ayuda, encontró en Twitter —ahora X— un perfil de un «ludópata rehabilitado» que ofrecía apoyo en caso de ser necesitado. Era @NoApuestes. «Me salió su teléfono y ponía que si alguien estaba en una situación de urgencia, que lo podían llamar. Así lo hice y él [el usuario de ese perfil] me dio esperanza. Un poco de luz. Me hizo recapacitar». Ese día, se lo contó a su pareja.

La voz al otro lado, David Santacruz, de Barcelona, recuerda el grito de auxilio de Patricia, aunque por aquel entonces, mucha gente le contactaba. «Mi intención era ayudar a la gente que lo necesitase, pero al mismo tiempo, también me ayudaba a mí», explica el catalán de 44 años. Tomó la decisión de abrirse ese perfil una mañana de fin de semana, cuando se despierta y, tras reflexionar sobre todo el dinero perdido en apuestas deportivas, se convence de que las cosas no pueden seguir así. «Hablar del problema con otras personas me suponía un alivio, porque me hacía ver que no era el único. Para mí fue una rehabilitación», cuenta. Desde la pandemia, se ha ido desconectando, aunque de vez en cuando, visita su perfil de X y encuentra un mensaje de auxilio en su bandeja de entrada. 

Volver a empezar

Patricia Fernández, educadora infantil de 38 años, cuenta su historia con la ludopatía.XOAN CARLOS GIL

La aceptación y apoyo del entorno es un factor clave en la recuperación de la ludopatía. Patricia lo encontró en su pareja. También en su familia y amigos. «Primero me buscó una terapia, y después un abogado. Recurrimos a la Ley de Segunda Oportunidad, me la concedieron y me quitaron casi todas las deudas», celebra. En este sentido, pudo empezar de nuevo. 

El trabajo psicológico supuso más esfuerzo. «Yo no reconocía que era ludópata. Creía que jugaba de vez en cuando, pero no me ponía la etiqueta de enfermedad. Yo decía: “No soy ludópata, sino que juego para conseguir dinero”. Y claro, esa es la clave de la ludopatía». Las caras con las que se encontró en la terapia grupal le sorprendieron. «La mayoría eran chicos jóvenes, jugadores de fútbol profesional que se meten mucho en las apuestas deportivas. Otros eran empresarios o gente de criptomonedas, que es un tipo de ludopatía también». Las mujeres, eso sí, eran minoría. De 30 personas, solo eran dos. «En nosotras está peor visto o menos hablado. Muchas, directamente, no acuden a terapia y lo solucionan en su casa». Lamenta que la adicción siga teniendo estigma. 

En su caso, contarlo supuso el 80 % del avance. Ya no eran necesarias las mentiras ni los préstamos. El abordaje terapéutico se dividió en varias fases. Primero, se establece una autoprohibición del juego. La persona se inscribe en el Registro General de Interdicciones de Acceso al Juego, una aplicación del gobierno de España que impide el acceso al juego online, a las loterías presenciales o a los locales de juego como los casinos o salas de apuestas en los que sea obligatoria la identificación. Patricia también aceptó que alguien llevase un control de su cuenta bancaria. «La tienes que tener compartida con un familiar para que pueda ver qué dinero entra o sale. Además, tienes una cantidad de dinero, primero diaria y luego semanal según lo que necesites», recuerda. Así, tenía que justificar cada compra mediante tickets y apuntarla en un diario. «Esto se limita a la primera y segunda etapa de la terapia, luego en la tercera ya no tienes que llevar ese control, y vuelves a disponer de tu dinero», explica. 

Después de tantos años de secretismo, comparte su experiencia en un libro que acaba de publicar Fuera de juego. Lo hace con la intención de ayudar, de que otros vean su historia y tengan la prueba de que hay salida. 

 


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