¿A qué edad pueden ver dibujos?, ¿y usar el móvil?: así debe utilizar un niño la tecnología
La Tribu
La Asociación Española de Pediatría elabora el Plan Digital Familiar, una guía con la que propone soluciones al abuso de las pantallas
18 Jun 2024. Actualizado a las 14:03 h.
El tiempo que un niño pasa frente a las pantallas es una nueva variable de salud infantil y juvenil que los profesionales ya tienen en consideración. La Asociación Española de Pediatría (AEP) señaló que solo el 36 % de los menores cumplen las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en cuanto a su uso, una cifra que se reduce drásticamente al 16 % en pleno fin de semana.
El refrán que señala que cada niño viene con una barra de pan debajo de su brazo, bien podría añadir un smartphone de última generación en el otro. Los pediatras apuntan hacia el abuso de la tecnología como un nuevo factor de riesgo para la obesidad o sobrepeso de los jóvenes, que supera el 40 % de prevalencia en el entorno nacional, así como para el aislamiento, la depresión, la alteración de los patrones del sueño, las conductas adictivas, el ciberacoso o el acceso a la pornografía, entre otras.
Sin intención de demonizar las pantallas, que ya forman parte del día a día de jóvenes y adultos, las comunidades científicas se han hecho eco de las propuestas de control emitidas por la OMS en lo referente a niños y adolescentes, que presentan un mayor riesgo por estar en pleno desarrollo. Al igual que resulta innegable que los medios digitales han llegado para quedarse, tampoco se debe hacer caso omiso al hecho de que un empleo desmedido impacta sobre la salud a todos los niveles, desde el físico o psicológico, al social.
Por ello, la Asociación Española de Pediatría ha elaborado un Plan Digital Familiar para que cada hogar sepa cómo gestionar el mundo digital entre sus miembros. ¿El objetivo? Hacer de la prevención su plan de acción: «Es más sencillo instaurar hábitos de vida saludables que modificar aquellos que se hayan establecido», recuerda la entidad.
De 0 a 2 años: hablar, caminar y, ¿ver dibujos animados?
Las recomendaciones se organizan según la edad del menor. Durante los dos primeros años de vida, se experimenta un rápido desarrollo tanto físico como neurológico. «El aprendizaje marca gran parte de su crecimiento y lo adquieren mediante la imitación y repetición de las expresiones tanto verbales como físicas de sus cuidadores y otros niños», detalla la Aeped.
En esta etapa, los circuitos neuronales tienen mucha plasticidad y son altamente sensibles a los estímulos externos. De hecho el refinamiento de habilidades y conocimiento depende, en gran parte, de las oportunidades que tenga el menor para observar, copiar y experimentar de sus iguales, «así como de la interacción entre su genética y el ambiente que le rodea, contribuyendo todo ello de forma interactiva y compleja al proceso de desarrollo», precisa la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (Sepeap). Precisamente, como sus capacidad de memoria y atención son inmaduras, los medios digitales «no son los más apropiados para facilitar el aprendizaje», adelanta la AEP.
La asociación nacional explica que si bien los niños con más de 15 meses pueden aprender palabras a través de pantallas, «tienen problemas para la interpretación». Reconoce que los estudios científicos que abordan este abuso en menores de dos años son insuficientes, aunque «la ciencia ha demostrado los problemas derivados del uso excesivo de pantallas, como son la reducción de las horas de sueño o las dificultades socioemocionales y del lenguaje, entre otras», añade. Así, propone cinco medidas para abordar este problema y prevenir, en lugar de lamentar.
En primer lugar, sugiere que el uso digital solo se limite a videollamadas con familiares y amigos. Está claro que, en este caso, la tecnología ayuda a la interacción social y permite introducir en la vida del pequeño a personas que están lejos. Ahora bien, que se recomiende no es sinónimo de barra libre de pantallas. De hecho, el tiempo dedicado a ello debe ser corto y tener una finalidad concreta, «como cantar una canción, saludar o leer un cuento de poca extensión». De esta forma, se respeta el tiempo que el niño puede prestar atención. A su vez, se deben evitar los momentos de comidas o cercanos al sueño.
Momento para ver la televisión, un vídeo en youtube o leer un cuento digital. ¿Esto tiene cabida en la vida del menor? Hasta los dos años, no: «No hay un tiempo seguro por lo que hay que reducir, en la medida de lo posible, el uso digital en esta edad», expone la AEP. Muchos menos se pueden emplear para entretenerlos. Siempre que la pantalla esté presente, el pequeño tendrá que estar acompañado de un adulto, ya que no disponen de la capacidad de memoria ni de atención necesarias para procesar la información que ven. «Hay que evitar los denominados "dispositivos cuidadores". Si una persona los acompaña, hay que fomentar que interaccionen con el adulto, que repetirá y explicará lo que ven para procesarlo mejor», señala la AEP.
A esta edad, las pataletas forman parte del día a día. De hecho, son normales y según las gestione aprenderá a relacionarse con su entorno y sus emociones. Por ello, hay que evitar la tecnología para lo que en pediatría se conoce como «chupete emocional». La solución solo pasa por acompañamiento y paciencia.
Por último, si la familia ha accedido a permitir el empleo de tecnología por parte del pequeño, lo recomendable será vigilar el control de estímulos: «Hay que elegir contenidos sin cambios de imágenes rápidos, con colores estridentes o ruidos fuertes, ya que estos bloquean la capacidad atencional de los niños a esta edad», apuntan los pediatras.
De tres a cinco años: uno poco más de autonomía y nuevas respuestas emocionales
La etapa preescolar, que abarca de los tres a los cinco años, se caracteriza por cambios en el comportamiento y el desarrollo. A medida que siguen creciendo a nivel físico, también se hacen más autónomos. «Tienen relaciones sociales fuera del entorno familiar, comienzan las rutinas, al aprendizaje de reglas y tienen respuestas emocionales complejas», detalla la AEP. El lenguaje, la narración de historias y la habilidad social ganan peso.
Por este conjunto de rasgos, el uso de pantallas tiene que ser limitado y siempre debe ir acompañado de un adulto. La recomendación oficial se limita a contemplar menos de una hora al día, siempre y cuando se destine a programación de calidad. ¿La razón? «Se ha observado que los programas educativos estimulan el lenguaje, fomentan el desarrollo cognitivo y la socialización y pueden ayudar a los niños a aprender actitudes contra la violencia, empatía, tolerancia y respeto», detalla la entidad nacional.
Ahora bien, tirar de dispositivos electrónicos como técnica de distracción tiene el efecto contrario: alteraciones de conducta y aislamiento. Así, se recomienda que cada familia adopte distintas medidas que enseñen la autorregulación y la calma, a la vez que pongan límites.
La primera de las propuestas de la AEP es que siempre estén acompañados. Además, los adultos deben hacer de modelo de referencia. Así que, padre, madre, hermano, tío o abuelo, no queda más remedio que regular el uso propio; las normas son para todos los miembros de la unidad familiar. «A esta edad empiezan a entender los límites. El aprendizaje más eficaz es el ejemplo de los padres a los que imitan en sus comportamientos», exponen los pediatras.
Los expertos también ponen números a la capacidad de atención: «A los tres años es de 6 a 9 minutos, y a los cuatro, de 8 a 12». Un tiempo más corto que la mayoría de los programas de televisión o vídeos. Por esta razón, la AEP recomienda que los contenidos se adecúen a la edad. Para conseguirlo, propone el uso de recursos interactivos que inviten al niño a participar contestando preguntas o repitiendo, a la par que realizar videollamadas con familiares y/o amigos. En la misma línea, también es importante que el adulto administre los dispositivos y los espacios a los que el pequeño tiene acceso.
De 6 a 9 años, cuando ponen a prueba los límites
A partir de los seis años, los niños tienen más fuerza física, autonomía y son más conscientes de sí mismos y de sus cuerpos. Entran a la etapa escolar y, con ellos, comienzan a forjar relaciones con sus compañeros. Los amigos cada vez se vuelven más importantes, tanto para su diversión como para el desarrollo social. Además, «pueden tantear los límites, romper las reglas y probar nuevas identidades mientras buscan la aceptación del grupo». De los seis a los nueve años experimentan un rápido proceso de crecimiento. La AEP recomienda, como mínimo, una hora de ejercicio al día y, en este punto, es fundamental establecer buenos hábitos de vida.
Como parte de su proceso de maduración, «aumentan los tiempos de atención, son capaces de tomar decisiones más complejas, reflexionar, resolver problemas y contribuir de manera significativa en su familia y con sus iguales». A esta edad ya pueden utilizar la tecnología de forma más productiva, de hecho, puede ser una excusa para socializar con compañeros y familia. A nadie le resulta extraño que, por ejemplo, los videojuegos desarrollan relaciones significativas durante la etapa primaria.
Estas edades son críticas para generar un espacio de confianza mutua «que tiene que generarse para cuando se inicie el uso autónomo unos años más tarde». Por eso, la AEP sugiere que los padres y cuidadores trabajen con sus hijos en pactar los dispositivos que usan, el contenido y las personas con las que se conectarán en línea. Las pantallas tienen que tener moderación y un propósito equilibrado con la vida fuera de ellas.
La tecnología en sí, precisa la AEP, no es ni buena, ni mala. El problema en cuestión se pone encima de la mesa con el uso que se haga de ella. Por eso, para la asociación, es importante que las familias transmitan hábitos saludables a los menores. «En esta etapa es esencial el descanso, la alimentación saludable, el ejercicio físico regular, el tiempo en familia y los períodos de desconexión», comenta.
A medida que los pequeños se hacen más autónomas y utilizan la tecnología por su cuenta, la probabilidad de enfrentarse a riesgos aumenta. ¿De qué forma se pueden prevenir? Verbalizando los riesgos: «El ciberacoso, la información inadecuada para la edad, la pornografía, el quedar con desconocidos, el envío o la recepción de imágenes con contenido sexual», expone la AEP. La información, en este caso, es poder. De hecho, «es tan necesario que sean conscientes de los riesgos como de las posibles soluciones ante ellos», añaden los pediatras.
Si bien las redes sociales ponen, como mínimo, el costo de uso a los 14 años, los menores saben cómo esquivar este control tácito. Así, no queda otra que la vigilancia por parte de los padres: «Debemos preguntarnos si nuestro hijo está preparado y estar dispuestos a acompañarle de forma más exhaustiva y estar presentes y disponibles», apunta la Asociación.
Por último, los pediatras animan a que los adultos se conviertan en el ejemplo: «La mejor herramienta en la tarea educativa es el ejemplo. Los niños y adolescentes se quedan con poco de lo que decimos y están pendientes de lo que hacemos», indican.
De los 10 a 18
Y llegó la pubertad. La adolescencia es un período de cambio que conduce, al menor, desde la etapa final de la niñez hasta la edad adulta. «Están madurando física, sexual y cognitivamente, al mismo tiempo que desarrollan relaciones más complejas y matizadas con sus compañeros y buscan una autonomía mayor de los cuidadores principales», precisa la AEP. Los amigos se convierten, por resumirlo, en su todo. Son la conexión predominante, pues ofrecen un espacio seguro e independencia emocional de los cuidadores. Además, a medida que forjan sus amistades y reacciones románticas, también empiezan a establecer su propia identidad sexual. Este tipo de conexión psicosocial es clave a esta edad. Si bien sus cerebros todavía no han terminado de desarrollarse, «sí se vuelven más capaces pensar en el futuro y resolver problemas lógicos». Su autonomía en el mundo en línea se asienta, por lo que, a la par que corren riesgos, deben tener la oportunidad de recurrir a su familia como apoyo y orientación.
La AEP explica que las pantallas y medios digitales forman parte de la vida social, de la educación y de las opciones de entretenimiento de los adolescentes. Negarlo no tiene sentido. Por ello, recomienda que los padres hablen con sus adolescentes sobre las experiencias que están teniendo en el mundo digital: «Son ellos quienes deben establecer los límites de sus hijos e intervenir cuando sea necesario para que el menor esté seguro y saludable mientras desarrolla habilidades de buen uso», resume la entidad.
Para toda la familia
El entorno de los menores es igual de importante que lo que los propios niños hacen. Por ello, la AEP también recoge una serie de recomendaciones para toda la familia.
- Apagar los dispositivos electrónicos que nadie esté usando, «pues mantener las pantallas encendidas “como ruido de fondo” genera distracción para el aprendizaje de vocabulario, atención y juego de los niños».
- Evitar los soportes de pantallas, pues según explica la comunidad pediátrica, tenerlos aumenta el tiempo empleado en la tecnología, «y les impide ser conscientes del entorno que les rodea». Por el contrario, propone aprovechar los trayectos en coche o de espera para escuchar música, ver el paisaje y explicar lo que ven, juegos de palabras o simplemente, mantener una conversación.
- Tener en casa zonas libres de pantallas y tiempos de desconexión para que el niño sepa reconocerlos. En este sentido, es importante planificar actividades sin pantallas, pues «el cara a cara tiene una función en el aprendizaje, el desarrollo neurológico, así como en una adecuada salud mental»; a la vez que evitar su uso en el dormitorio o en el baño. «Ambos lugares son zonas que requieren privacidad y es innecesario el uso de dispositivos». ¿Solución? Crear un "aparcamiento" de tecnología.
- Por último, la AEP recuerda que los adultos deben fomentar un uso racional. Si bien los pequeños saben utilizar los dispositivos electrónicos de manera instrumental, como apagar o encender, desconocen el empleo racional. «Esto es el control de tiempo, los espacios de uso, la veracidad de los contenidos o la capacidad crítica, entre otros», detalla la entidad. Por ello, insta a establecer límites específicos, revisar periódicamente los dispositivos o prestarlos, en lugar de entregarlo como un regalo.