Nerea Sarrión, pediatra: «Muchas familias llegan agobiadas porque pasan el día con el bebé en brazos»
La Tribu
La experta precisa que los despertares nocturnos son normales «hasta los tres o cuatro años», cuando los ciclos de sueño se asientan
16 Oct 2023. Actualizado a las 17:08 h.
Nerea Sarrión, pediatra, sabe que la teoría científica y la realidad, en ocasiones, «son diferentes». Dice que ser madre le ha hecho entender «las miradas de preocupación de los padres cuando entran en la consulta», las lágrimas que parecen no tener justificación y cada una de las dudas que le ponen encima de la mesa. Piensa que ser madre le ha hecho ser mejor pediatra, porque algunas respuestas no están en los libros, «sino en la experiencia».
Sarrión atiende la llamada de La Voz de la Salud desde su casa. Nos cuenta que su hija mayor está algo «pachucha» y que espera que el virus no circule por el resto de miembros de la familia. Defecto de profesión, probablemente. Sabe que en su especialidad, quién no se actualiza, se queda atrás. Por eso, el estudio debe ser continuo: «Las recomendaciones de alimentación o de sueño, por ejemplo, van cambiando», y con ello, el consejo médico.
Ahora publica Cuidar lo que más importa (Lunwerg Editores, 2023), un manual «salvavidas» con las preguntas que más veces le hacen en consulta y, también en sus redes sociales. Allí acumula más de cien mil seguidores.
—Siempre se habla de la importancia de la empatía en la consulta médica. ¿Usted es de las que coge cariño a sus familias y pacientes?
—Desde luego, lo que me gusta de la atención primaria en pediatría es la relación tan cercana y el vínculo que se establece con las familias. Cuando confían en ti y están a gusto contigo, la relación que se establece es tan bonita. De hecho, mi cuenta en redes sociales nació porque me tuve que marchar de un centro de salud, ya que en aquel momento aún no había conseguido plaza, y quería continuar estando en contacto con las familias que llevaba más de un año atendiendo, y así no perder la relación tan cercana que teníamos. Todo empezó ahí, aunque ahora me siga más gente.
—Cuenta que, en tercero de carrera, le diagnosticaron una leucemia. Es una experiencia fatal para cualquiera pero, ¿piensa que pudo haberle reafirmado sus ganas de ejercer la medicina?
—Mi objetivo de estudiar medicina es lo primero que recuerdo. De hecho, cuando tuve la oportunidad de hacerlo, cogí la maletas y me fui de mi ciudad. Pero obviamente, cuando te hacen un diagnóstico y vives en primera persona lo que implica estar enfermo, cambian muchas cosas. Por aquel entonces tenía 20 años, estaba en tercero de carrera y era un estilo de vida que, de una semana para otro, cambió. Desde luego, te hace replantearte muchas cosas importantes que hasta entonces no tenían tanto valor. El papel de la sanidad y los profesionales, así como en la empatía a la hora de transmitir ciertas noticias a la familia es muy importante, eso es algo que me ha hecho ser mejor persona y mejor pediatra.
—¿Qué preguntas hace a los padres en consulta?
—Depende. En las revisiones infantiles,programadas por protocolo, valoramos todo: alimentación, desarrollo psicomotor, las relaciones sociales del niño o el sueño. Además, hacemos mucho equipo con la enfermería. La enfermería pediátrica está muy bien formada y es bueno que ellos estén con nosotros, especialmente, si tenemos en cuenta que en la sanidad pública el tiempo es tan reducido. Luego, además de las revisiones de salud, tenemos las consultas de demanda, en las que tienes que conocer los motivos y los antecedentes. Lo bueno de ser la pediatra de un niño en concreto es que ya vas conociendo a la familia y puedes hacerle un seguimiento.
—Al revés, ¿sobre qué le preguntan más los padres?
—Las familias que se estrenan con la maternidad y paternidad dudan de todo. Cuando llegan con el recién nacido preguntan sobre cada ruidito, sobre las deposiciones, que si la respiración; todo les genera dudas. Después, está la alimentación infantil o el sueño, que también suelen preocupar mucho. Y luego, cuando empiezan en la escuela o si tienen hermanos, tienen más preguntas sobre el manejo de la fiebre y de otras enfermedades, porque al final, se ponen muy malitos y eso genera muchas dudas.
—¿Por qué es habitual que tengan más infecciones durante los primeros años?
—Su sistema inmunológico es muy inmaduro, y hasta los dos o tres años requiere tiempo y entrenamiento. Por este motivo, en el primer curso de escuela infantil, tienen una media de diez o doce procesos respiratorios de catarro, además de vómitos, gastroenteritis y otros cuadros infecciosos. Todo esto disminuye poco a poco, a medida que su sistema inmunológico madura. Solo que, claro, cuanto más pequeño es el niño, coge más infecciones, más malito se puede poner y más frecuente es. Son cosas que hay que tener en cuenta.
—En el libro invita a hacer un uso responsable de los chupetes. ¿Qué significa? Usted, mejor que nadie, sabrá que tiene muchos detractores.
—Significa que no hay que optar siempre por el chupete ante cualquier circunstancia en la que el bebé llore. Al final, el llanto es una forma de comunicarse, solo que muchas familias, en cuanto lo escuchan se lo ponen y el niño lo mantiene durante muchas horas a lo largo del día. Por una parte, hace que sea más difícil retirarlo, y luego, que el uso prolongado de chupetes puede generar problemas en el desarrollo de la cara, y todo ello, problemas del lenguaje, masticación y otras consecuencias. Considero que el chupete está bien para calmar la necesidad de succión que tienen los bebés, porque les relaja, pero no se puede utilizar todo el día.
—¿Cuándo recomienda retirarlo?
—A partir del año, como mucho, a los dos, para evitar todas esas consecuencias negativas.
—¿Qué consejos daría para hacerlo?
—En primer lugar, no tenerlo accesible a la vista. El proceso de retirarlo es igual que cuando hablamos del destete. El pecho cubre esa succión necesaria, de tranquilidad y calma que el pequeño necesita. En esos momentos, cuando el bebé quiere relajación, por ejemplo, si se cae y llora, que el pecho o el chupete no sean la primera acción. Podemos darle, en su lugar, un abrazo. Hay que espaciar su uso de forma progresiva y no tenerlo siempre accesible siempre.
—¿Es normal que el bebé siempre quiera estar en brazos?
—Sí, es normal. Se habla de los segundos nueve meses porque, al final, lo que quiere durante los primeros meses es estar en brazos y sentir el calor que sus figuras paternas le aportan. Eso es bueno. Cuanto más apoyo y más sienta a sus cuidadores, poco a poco, más independencia y seguridad tendrá. Se ha visto que darle este apoyo que necesite es favorable para los peques. Y para cuando los padres no puedan cogerlo, hay otras alternativas como las mochilas de porteo. Muchas familias llegan a la consulta agobiadas porque pasan el día con el bebé en brazos. Hay que darles la confianza de que lo vean como algo normal y que, con el tiempo, pasará y podrán tener más huecos para sus momentos.
—¿Cómo es el sueño de un bebé? Dice que quién inventó la conocida expresión de dormir como un bebé, poco lo conocía.
—Su sueño se estructura de forma que pueda cubrir sus necesidades, que es alimentarse de forma muy frecuente y garantizar su supervivencia. Ellos no saben si han nacido en una ciudad española o en un sitio en medio de la selva; esos despertares frecuentes le aseguran tener a su figura de apego cerca, lo que garantiza su supervivencia. Además son ciclos inmaduros, no tienen las mismas fases de sueño que los niños mayores y adultos, y todo esto hace que tengan ciclos de despertares cada dos o tres horas durante las primeras semanas. Luego, poco a poco van mejorando. Los niños necesitan el contacto para sentirse seguros, cuando lo consigan, poco a poco tendrán la capacidad de dormirse solos y sin despertares. Pero esto es tiempo, igual que empiezan a caminar a partir de los doce meses, el sueño también tiene que madurar y requiere tiempo.
—¿A qué edad se establecen esas fases del sueño?
—Empiezan a establecerse a partir de los 4 o 5 meses, más o menos, pero no son se vuelven más maduras hasta los 8, 9 o 10 meses. Y los despertares son normales hasta los tres o cuatro años.
—Recomienda tener cuidado con las visitas. ¿Por qué?
—Debido al sistema inmunológico del bebé. Ahora mismo, en esta época, estamos hablando mucho del virus de la bronquiolitis, del que vamos a empezar a vacunar a los lactantes menores de seis meses. Al ser un motivo de infección que puede hacer que el niño se ponga muy malito y requiera ingreso en la UCI, es mejor no correr riesgos. En un niño de cinco o seis meses, la gravedad ya no es la misma. Debemos tener en cuenta el hecho de evitar o limitar las visitas y que, cuando las haya, tengan más precauciones de higiene. Otra cosa es cuando en la familia ya hay niños mayores, que ahí lo único que se puede intentar es mantener el cuidado de casa.
—Al mismo tiempo, la exposición al medio es necesaria. ¿Cómo se encuentra un equilibrio?
—Los bebés pueden salir a pasear desde el primer día, no hay inconveniente. Pero hay que evitar lugares muy aglomerados, y si alguien quiere conocerlo, en lugar de estar muchas personas en el salón de casa, mejor optar por hacerlo en la calle, al aire libre y en un ambiente abierto. No pueden estar expuestos a la radiación solar, pero salir a la calle sí, tapaditos en el carro y con una sombrilla, a la vez que evitando las horas centrales del día con más calor, o con más frío de cara al otoño o invierno.
—¿Hay que dejar que el niño se manche?
—Sí. Que se manchen, que jueguen al aire libre y que no estén en una burbuja, simplemente, que se evite que las personas enfermas estén a su alrededor. De hecho, aislarlos del mundo en sus primeros meses de vida puede aumentar el riesgo de alergias. Tienen que descubrir con sus manitas, ir descalzos en ambientes seguros. Esa exposición es favorable y buena.
—En el libro, insiste en la idea de que no dar lactancia materna al bebé no es un fracaso. ¿Hay familias que lo piensan?
—Sí, muchas. Hay que tener en cuenta que a nivel sanitario, médico, la lactancia materna tiene muchísimos beneficios, pero por motivos personales hay quien no quieren darlo, o muchas madres que intentan pelearla y, por diferentes factores, no lo logran. Muchas veces, se siente como un fracaso. Al fin y al cabo, hay que aceptar que tenemos diferentes alternativas y apoyar todas ellas. Se juzgan tanto a las que dan pecho, como a las que dan fórmula infantil.
—¿Qué hábitos deben instaurar los padres en esos primeros y famosos mil días de vida?
—La alimentación, actividad al aire libre, unos hábitos de descanso y una rutina favorable. Todo esto favorece que, a largo plazo, tenga una buena salud. En realidad, es lo mismo que debemos hacer los adultos. En ellos, es muy importante el periodo de embarazo y los dos primeros años, porque estos hábitos que establecemos se mantendrán en el tiempo, y además, se ha visto que se pueden prevenir enfermedades.
—¿Piensa que los adultos entendemos, realmente, lo que son las rabietas?
—Sí, pienso que sí. Pero es cierto que estamos en una sociedad en la que vamos corriendo, con prisas, estamos trabajando, y todo esto hace que perdamos la paciencia en cuanto a entender el comportamiento de los peques. Hay que tener en cuenta que forman parte del desarrollo. No lo hacen queriendo, sino que no saben gestionar las emociones. Requieren tiempo, paciencia y quizás los padres no disponen de media hora que se requiere para solucionarlas. Es un círculo vicioso.
—Si aparece una rabieta, ¿cómo debe reaccionar el cuidador?
—Recomiendo intentar prevenirla. Por ejemplo, hace poco tuve una de mi hija a raíz de que pasamos por una zona de juguetes en un centro comercial. Pues si sabes que, en esa zona, va a querer uno y tú no se lo vas a dar, intenta evitar ese pasillo. Si estamos en el punto álgido de la rabieta, no se puede hacer mucha cosa. Hay que acompañar, estar a su lado, evitar que se haga daño y esperar a que, poco a poco, vaya bajando esta sobreexcitación del niño. Esperar a su lado y ofrecerle la presencia, un abrazo, la mano. Es cierto que al cabo de unos minutos, se acabará acercando a ti, te aceptará, te dará un abrazo y ya se le habrá pasado. Hay que intentar mantener la calma, pero sé que es complicado no saltar.
—En el momento de empezar con la alimentación complementaria, usted explica que no es tan importante qué y cuánto come, sino cómo y con quién. ¿Por qué?
—Las familias se preocupan mucho por las cantidades de comida o de que se acaben el plato. Pero realmente, al principio, su alimento sigue siendo la leche. La comida sirve para que vaya explorando, para ir aprendiendo. Muchas veces, las familias, al ver que no comen una determinada cantidad que ellos creen, le ofrecen cosas poco saludables para que coman más. Si al niño le damos alimentos saludables, debemos dejar que coma lo que su cuerpo le pida. El con quién es importante porque los adultos somos su espejo. Si comemos con ellos y ven que todos tenemos lo mismo en el plato, aprenderán que equis alimento se toma y nos imitarán, porque es así cómo aprenden. En cambio, si primero comen los niños, y luego los adultos, de manera separada, no tienen este momento de aprendizaje. El momento de la comida es para estar todos juntos, desde que son pequeños hasta que son mayores. Es un momento de socializar y hay que intentar hacerlo, por lo menos, una o dos veces al día.
—¿Hay algo que deba primar en su alimentación?
—Durante el primer año la leche es el alimento principal, y luego, hay que asegurar que consuma alimentos de todos los grupos. Verduras,frutas, legumbres, y luego la proteína animal, en caso de las familias que la toman. En resumen, que sea una dieta mediterránea, variada, en la que se eviten los ultraprocesados y productos poco saludables.
—En una entrevista, un pediatra nos dijo que, hoy en día, los padres se centran mucho en el filete y se olvidan de la importancia de la patata. ¿Está de acuerdo?
—Sí. De hecho, se ha visto en los estudios que hay un exceso de consumo de proteína animal en los niños de nuestro país. Esto, a largo plazo, puede conllevar problemas de obesidad o sobrepeso. Si bien es cierto que la proteína es importante, también debemos recordar que otros alimentos tienen que estar presentes en la alimentación. Por este motivo, el plato de Harvard, que podemos tomar como referencia desde el principio, es un buen ejemplo. Además, cabe recordar que no debemos abusar de la proteína animal, y que podemos alternarla con fuentes vegetales, como las legumbres. En cuanto a los hidratos, es importante darles frutas y verduras en todas las comidas, de forma que ocupen la mitad del plato. Muchas veces ponemos la tortilla y no le añadimos nada más. Por eso, siempre hay que tener en mente cómo sería el esquema saludable.
—¿Cómo debe cambiar la rutina durante el día en comparación al atardecer?
—Se recomienda tener en cuenta los ritmos circadianos, que es el reloj interno marcado por el día y la noche. Este funciona gracias a la exposición solar y a la oscuridad. Durante el día es bueno que el niño tenga exposición a la luz solar, que vayamos caminando al cole, que hagan actividades físicas o que desayunemos con las ventanas abiertas. Al atardecer, deberíamos ir bajando esta intensidad de luz, para que favorezca la liberación de la melatonina, que es la que inducirá el sueño un par de horas después, con actividades tranquilas, evitar el ejercicio intenso y bajar las luces. Todo esto hará que el descanso cueste menos.
—¿Cuándo ibuprofeno y cuando paracetamol?
—Es importante saber que el paracetamol sirve para la fiebre y para el dolor; mientras que el ibuprofeno, además de la fiebre y el dolor, también reduce la inflamación. En la mayoría de casos, el paracetamol es suficiente para la fiebre, aunque si hay un dolor de garganta u oídos, el ibuprofeno podría ayudar más. Luego, depende de lo que tolere cada uno.
—Usted explica que las tos y los mocos son molestos, pero también son aliados. No sé yo si muchos padres estarán de acuerdo.
—(Se ríe) Cuando tenemos moco en la vía respiratoria, u otros elementos, tosemos para movilizarlo. Si no tosemos, este moco se queda ahí y aparece el riesgo de atragantamiento. Todo eso, al final, puede provocar una neumonía o una complicación a nivel respiratorio. Hay que tener en cuenta que la tos es muy molesta, pero es lo que hace nuestro cuerpo para limpiar la vía respiratoria. Luego, los mocos son una sustancia que acumulan las defensas. Son una barrera protectora para combatir las infecciones. Como madre, entiendo que sean desesperantes, porque hacen que los niños descansen mal, coman peor y estén incómodos. Pero hay que tener en cuenta que no existen medicaciones que curen los resfriados. Por mucho que cueste entenderlo, forman parte de las defensas del cuerpo para combatir la infección. Mucha paciencia, y poco a poco irán poniendo menos malitos.
—De hecho, dice que el mejor mucolítico es el agua.
—Así es, porque hidrata el moco y hace que sea más fácil de eliminarlo. Y cuando me preguntan si no le doy nada para tos, pues no. A los niños pequeños no hay que darle nada, otra cosa es cuando son mayores y la tos es más irritativa, que se les da algo para que descansen.