¿El roscón de Reyes es más saludable que el Panettone? La tradición culinaria se mide en los ingredientes
Vida saludable
Los expertos en nutrición analizan la composición de los dulces más típicos de la Navidad y recuerdan que esta época es «para disfrutar»
04 Jan 2024. Actualizado a las 15:37 h.
Turrones, pannetones, mazapanes y polvorones, a estas alturas, el sabor dulce puede empezar a generar hartazgo después de un claro protagonismo desde el mes de octubre. En plena recta final, queda un último empujón: el roscón de Reyes. El clásico español por excelencia que hace acto de presencia en casi todos los hogares.
Si algo queda claro es que los dulces de Navidad no suelen estar hechos para mirar la etiqueta. En realidad, no llega a ser necesario. Todos los expertos consultados coinciden en que, como reza el dicho, «un día es un día», y mientras su consumo se limite a las fechas especiales, no hay que preocuparse por la calidad del alimento.
El cuento cambia para los fans acérrimos que esperan, con ansias, a la llegada del turrón y compañía. Para aquellos que hacen de esta propuesta un dulce oficial y quieren mantener un estilo de vida saludable en lo que a patrón alimentario se refiere —aunque en tener una vida saludable intervengan más factores—.
Según la Fundación Española del Corazón, «en la época navideña es habitual incrementar la grasa visceral, que se deposita en el abdomen. Esta tiende a incrementar mucho el riesgo de enfermedad de los vasos del corazón y del cerebro». Comer cantidades excesivas de este tipo de dulces también puede ocasionar «el descontrol de los niveles de glucosa en pacientes con diabetes, lo que genera un riesgo de enfermedad cardiovascular», indica la entidad.
¿Las opciones «sin azúcares añadidos» son mejores?
Por ello y en la línea de cuidarse más y mejor, muchos consumidores optan por buscar aquellas versiones —del turrón o del roscón— que cuenten con la etiqueta de sin azúcares añadidos. ¿Son estos una buena opción? Todo apunta a que no. «Por norma general, no son una alternativa saludable porque se endulzan con edulcorantes en lugar de azúcar», explica la dietista-nutricionista, Laura Jorge.
Ojo, esto no significa que uno sea mejor que el otro, sino que el sabor dulzón se mantiene. «Este producto nos ocasionará, de igual forma, el enganche al dulce. De tal manera que va a alterar nuestro umbral, lo que provocará que sigamos consumiendo otros productos dulces de mala calidad nutricional en el tiempo y seamos dependientes a buscar ese mismo sabor en exceso, sin llegar a disfrutar de cómo sabe la comida realmente», detalla. Cuando una persona está muy acostumbrada a tomar productos endulzados, es habitual que no llegue a percibir el sabor real de, por ejemplo, una manzana. La razón no es otra que su umbral del sabor. Por ello, cambiar el edulcorante por azúcar no hará mejor en este sentido.
No solo esto, sino que también se produce el efecto halo. «Muchas veces, en cuanto pensamos que algo es más saludable, comemos más cantidad, lo que al final, acaba siendo lo mismo», indica. Especialmente, en lo que a opciones ultraprocesadas se refiere.
Por último, es posible que los edulcorantes, «de tipo polialcohol» sienten mal a la microbiota intestinal del comensal, lo que podría producir gases, hinchazón y un mal momento digestivo. Así que no, la versión que parece más saludable no siempre lo es.
¿Qué significa «sin azúcares añadidos»?
Esta etiqueta nutricional tiene truco. Es fácil que el consumidor medio confunda «sin azúcares añadidos» con «sin azúcar» o «bajo en azúcar». Por definición, la primera implica que, en la elaboración del producto, «no se ha añadido ningún monosacárido, ni disacárido, ni ningún alimento utilizado por sus propiedades edulcorantes».
Es decir, que la industria no ha incluido en ese turrón —o de nuevo, roscón— azúcar blanco, ni moreno, ni de caña, ni fructosa, ni dextrosa, ni ningún otro sinónimo de azúcar que a alguien se le pueda ocurrir. En suma, tampoco podrá llevar miel o dátil como endulzante por eso de «no añadir ningún alimento por sus propiedades edulcorantes». Es más, si los lleva, debe indicar que «contiene azúcares naturalmente presentes». Puede que le suene. Por el contrario, sí puede contar con edulcorantes.
Por otro lado, si un producto alega que es «sin azúcar», este no podrá superar los 0.5 gramos por cada cien; y si es «bajo en azúcar», los 5 por cada cien. En este caso, si el endulzante es natural o intrínseco a algún ingrediente resulta irrelevante porque no se le ha añadido de forma extra, sino que es parte de sus componentes. Precisamente, por todo este lío de etiquetas y declaraciones, «siempre recomiendo que se acuda a la lista de ingredientes», detalla Laura Jorge, para así evitar que te vendan gato por liebre.
Siguiente pregunta. ¿Roscón de Reyes o Panettone: existe algún dulce que sea mejor que otro? Las expertas prefieren no entrar en comparaciones demasiado estrictas. «Hay que tener en cuenta que un postre es un postre y que va a llevar azúcar. Pero si solo se consumen los días marcados en el calendario y se gestionan bien las cantidades, no hay necesidad de preocuparse por cuál es mejor», señala.
Con todo, reconoce que, para el que lo quiera, ya se empiezan a ver propuestas que contienen buenos ingredientes: «Pan de higo sin azúcar añadido, turrones de buena calidad y algún bombón», añade. Con todo, sentido común, que cada uno escoja el que más le guste.
Si alguien busca algo más saludable, también debería ir más allá. Por ejemplo, si el usuario quiere una opción «más natural, protectora con nuestra salud intestinal y algo más reducido en calorías», lo ideal sería que buscase una composición «libre de aditivos, con un chocolate de calidad y que el dulce venga de la pasta de dátil o frutas prensadas», señala Ángela Elvira Carmona, dietista-nutricionista.
Por el contrario, si el usuario solo se centra en las calorías, la versión endulzada con edulcorantes podría tener algo más de coherencia. «Especialmente, cuando no caigamos en la trampa de comer muchísima cantidad por ser sin azúcar o ver que estamos menos saciados, que es algo muy habitual con estos productos», señala la experta.
Al final, no es cuestión de eliminarlos. En España, la comida es tradición. Por eso, renunciar a ella puede ser en muchos casos un quebradero de cabeza que cause más perjuicio que beneficio. «Si no queremos tomarlos sin límites debemos no tenerlos desde octubre. También se pueden ir combinando con la fruta y tener en cuenta las cantidades que se compran», precisa. Algo importante de cara al final de la Navidad, cuando en muchas casas todavía quedan postres por consumir.
¿Aceite de palma o de maíz?
Más allá del azúcar, es habitual que un ultraprocesado de este tipo pueda incluir aceites vegetales de mala calidad o harinas refinadas. «En nuestro día a día, son ingredientes que se deben evitar. Los primeros porque son inflamatorios», precisa. Y los segundos, porque carecen de la fibra y, por lo tanto, tienen un menor poder saciante y aporte de micronutrientes.
De hecho, según Carmona, todo aquello que diga ser vegetal goza de mejor fama cuando no siempre es así. «Por ello, en los dulces navideños, recomiendo evitar aquellos que incluyan aceite en sus ingredientes, por ejemplo, aceite de palma, aceite de colza o de maíz», precisa la nutricionista. Además, recuerda que priorizar los chocolates con un alto porcentaje de cacao será una mejor elección: «Aunque veamos que el contenido en grasas puede ser elevado, estas se deben a las características del cacao en sí, que tendrá menos azúcares añadidos», contempla. Ahora bien, ¿qué se le puede pedir a un postre navideño? «La clave está en disfrutarlos para después volver a nuestra rutina saludable habitual», precisa Laura Jorge.
Con todo, y para aquel que así lo quiera, se puede mejorar el perfil nutricional del roscón o del panettone —el aporte calórico ya es otra cosa—. Así, si alguien opta por su versión casera puede tirar de ingredientes como «el huevo, las harinas integrales, la canela o la esencia de vainilla para endulzar, el coco rallado, los dátiles, los frutos secos, los cacahuetes o la crema de cacahuete, la fruta desecada sin azúcares añadidos, el plátano o incluso la calabaza», indica la experta. De esta forma se evitan opciones como el azúcar, la harina blanca o grasas vegetales refinadas «que en ocasiones pueden generar conductas adictivas y digestiones complicadas», precisa Ángela Elvira Carmona.