Amelia González, fundadora de Casa Solla: «El restaurante, en nada, subió para arriba como la espuma»
Pontevedra

Bueu homenaje este sábado a esta hostelera de Poio, madre de Pepe Solla
18 Mar 2025. Actualizado a las 12:48 h.
Corría el año 1961 cuando Amelia González y José González Solla, fallecido en el 2020, abrieron Casa Solla en Poio. Más de seis décadas después de su fundación, este sábado, y en el marco de la tercera edición de las Xornadas Gastronómicas en Feminino, Amelia González será homenajeada en la casa consistorial de Bueu (12.30 horas). «Moita xente da hostalaría de Bueu pasou pola cociña da Señora Amelia, e por iso é unha muller moi querida, que estaba detrás da cociña de Casa Solla aínda que sempre permanecese agochada», destacó Antonio Rosales, de la Asociación de Empresas Hostaleiras.
—¿Cómo se siente con este homenaje?
—Encantada. Nunca esperaba tener así un homenaje. Cuando me lo dijeron quedé flipaba.

—¿Cómo fue el momento en el que se lo comunicaron?
—Vino Toño [Antonio Rosales] hasta aquí. Había llamado y luego vino aquí para hablar un poquito de cómo empezara todo esto. Empezó como un merendero y mi marido siempre quiso tener un restaurante. Cuando nos casamos, en el año 61, fue feliz porque dijo: «Esta es la mía. Ahora nos casamos y hay que hacer un restaurante como Dios manda, que es lo que quiero yo.» Y ahí empezamos. Con muchísimo trabajo porque cuando me casé no sabía nada de nada, pero él me llevó de la mano y llegamos a donde llegamos.
—Imagino que ha cambiado mucho.
—Mucho, mucho. De tener un merendero a tener un restaurante... pero él como lo tenía en mente. Empezó que había que tener los mejores productos, tanto pescados como carnes, o mariscos. Era lo que él quería y así fue que el restaurante, en nada, subió para arriba como la espuma.
—Entiendo que en aquellos primeros momentos no se imaginaba la repercusión que iba a tener Casa Solla.
—No, no. Veníamos de ese merendero y llegar a un restaurante. Gracias a Dios nos fue de maravilla. Subió como la espuma, que de allí a nada ya éramos conocidos.
—Y ahora no solo es conocido en Galicia, sino en todo el mundo.
—La verdad es que sí. Al empezar, mi marido dijo que «restaurante solo, no, tenemos que ir a bodas». Y comenzamos con bodas y de maravilla.
—Entiendo que el perfil de la clientela de Casa Solla ha ido cambiando con los años, ¿no?
—Sí. Mientras nosotros estuvimos, no, porque era nuestra clientela, la de antes, la de la cocina tradicional que era lo que funcionaba. Y fue muy bien. Fuimos de maravilla. Después de muchísimos fue cuando Pepe [Pepe Solla] quiso venirse al restaurante y dedicarse de lleno. Él venía para hacer un cambio. Estuvo mucho tiempo con nosotros, con nuestra cocina, hasta que un día dijo: «Papá, quería ponerme pero con la cocina que viene ahora, la cocina de ahora, dejar la tradicional y vamos a la nueva cocina». Y ahí empezó. Los principios no fueron muy fáciles porque que la gente que venía estaban con nuestra cocina, que les encantaba. Pero, claro, él insistió: «Voy a seguir porque esto es lo que va a funcionar.». Y así le fue también, que el cambio de Pepe fue maravilloso. Su cocina no es tradicional, que es nueva cocina, pero le va bien. Está encantado.
—Volviendo al homenaje de este sábado, imagino que, además de una sorpresa, le supuso un cierto orgullo que se acordaran de usted.
—Sí, claro. Eso fue lo que más me sorprendió porque esta gente que viene de Bueu y acordarse de mí... Es que ellos [Antonio Rosales y su mujer] estuvieran aquí haciendo prácticas. Debieron de pensar en hacer un homenaje a una señora y se acordaron de mí. Y yo, claro, encantada, porque que se acuerden de una después de tantos años es muy emotivo.