El París quiere volver, pero el Dakar se niega e imposibilita el retorno de la ruta de vinos más famosa de Santiago
Vivir Santiago
El cambio en el modelo de negocio del restaurante Dakar, ahora mucho más orientado a las comidas y cenas, se hizo precisamente huyendo de las borracheras de algunos clientes
10 Aug 2023. Actualizado a las 11:38 h.
Poca gente en Santiago de Compostela no conoce el París-Dakar. Los aficionados al mundo del motor sin duda, pero también aquellos amantes de la parranda al más puro estilo tradicional. Siguiendo fielmente su concepto original, el rali de las tabernas compostelanas dejó de hacerse en 1991, cuando sus fundadores e impulsores terminaron sus grados universitarios, tras haber tenido su origen solamente tres años antes. La tradición siguió viva pero en la clandestinidad, lejos de aquella asociación fundada especialmente para organizar el rali, la de los Amigos da Carallada Enxebre.
Si bien es cierto que los dorsales y los premios por completar el recorrido (una caja de vino) han desaparecido, siguen en pie muchos elementos de este brindis ambulatorio por la nostalgia. Muchos de los bares de la zona siguen poniendo sellos y dando las cuncas, pero ahora cada uno a su precio. Del mismo modo, algunos que formaban parte del tramo original han cerrado o cambiado de nombre, con lo que los puntos de avituallamiento de esta contrarreloj han cambiado.
Al París le gustaría volver. Contagiado por esas historias de leyenda, Fernando Romero, su gerente, no vería mal que se le vuelva a dar impulso a la ruta, que conoce desde hace muchos años a pesar de llevar las riendas del bar desde hace tan solo cuatro meses. Bajo su punto de vista, se trata de una forma interesante de crear ambiente sano, alejado de las competiciones por emborracharse, pero que forma parte de la cultura popular compostelana y que no debe ser denostada.
Por supuesto, tendría que darse una unión entre los hosteleros, pues esto es cosa de muchos. Ellos, no lo ven. Haciendo una pequeña encuesta tras llamar a sus puertas, dejan claro que pueden seguir sellando y dando vino, pero aquello del Ribeiro y las tazas está extinto visto con los ojos del presente. La masa no seguiría al París, a pesar de que a todos se les ablanda el corazón.
Desde el San Jaime, uno de los que ha estado presente prácticamente toda la vida, indican que ha habido algún intento hace años, pero que ahora se quedaría muy fuera de lugar retomar nada de aquello. «Aínda veñen preguntando algúns estudantes, sobre todo no inverno, pero nós por exemplo xa nin temos cuncas, só copas», subrayan, con cierta pena en la voz, desde la gerencia del local.
En el Dakar son los más reacios, hasta el punto de que ni el sello que acredita el paso por cada local siguen poniendo. «Estamos moi contentos de deixalo e non queremos volver para nada a iso», indican sus responsables, que renunciaron a ser la meta hace ya diez años. Tildan de «moi desagradable» todo lo relacionado con la prueba, tanto si se trata de la ortodoxa de hace décadas como de la laxa que sigue pululando por el Franco todavía hoy.
Allí todo ha cambiado mucho. La que un día fuera la calle de los vinos compostelana por excelencia hoy ha sido invadida por las tiendas de regalos y los turistas, menguando el número de bares y restaurantes, que han mutado en marisquerías o establecimientos de gastronomía más fina de lo que eran, aunque no hayan dejado de lado las tazas de Ribeiro de aquellos años ochenta y noventa.
La transformación comenzó justo después de aquel último París-Dakar ortodoxo, en el año 1993, con el Xacobeo de ese año por realizarse. La rúa do Franco fue mudando su piel y dejó atrás a los hosteleros de barril y taza para dar paso a los de copa de cristal fino. Cambiaron los precios, cambió la clientela y tanto como el peregrino como el picheleiro se echaron a un lado al paso de la locomotora del turismo. Desde aquellos años hasta hoy muchas cosas han cambiado.
¿Podría hacerse hoy un París-Dakar?
Teniendo en cuenta la inestabilidad del Sahel y la competición económica por llevarse el rali, que lleva ganando Arabia Saudí desde el 2020, es fácil decir que hoy un París-Dakar automovilístico de los de antes no podría realizarse. Lo mismo pasa en Compostela, primero por la negativa del Dakar, pero también porque la hostelería no tiene nada que ver con lo que era. Los últimos templos de las cuncas podrían ser el Orella, O Gato Negro, el Orense o la Cueva del Tigre Rabioso, pero poco más.
También influye el público que tendría, pues a día de hoy sería muy difícil que se formase una nueva asociación Amigos da Carallada Enxebre, por supuesto. Ellos se constituyeron como tal, con los costes aparejados. De todos modos, si hoy alguien mantiene vivo al París-Dakar picheleiro son los universitarios, atraídos por la leyenda que representa y por los galones que sigue otorgando a quien lo completa cuando llega al día siguiente, todavía de lado, a la facultad.