Al mal tiempo, buena terraza: así es la odisea de conseguir una mesa exterior cubierta cuando llueve en Santiago
Vivir Santiago
Tapadas por sombrillas o toldos impermeables, por soportales en la zona vieja y por techos o galerías construidas a propósito de la climatología, así es como se adaptan los compostelanos a una primavera pasada por agua
02 Apr 2024. Actualizado a las 15:29 h.
Los días de lluvia, esos —tan frecuentes— en los que el agua cae del cielo con la fuerza suficiente como para hacer ruido al chocar contra los paraguas, no cambian las preferencias de los acérrimos a las terrazas, esas personas que prefieren tomar su café o su caña sentados en una mesa exterior aunque el viento choque de forma transversal contra los cuerpos. ¿Quién no tiene en su grupo a una persona que, aunque el termómetro marque cinco grados, argumenta que tampoco hace tanto frío, que se está bien fuera? Por eso, cuando el tiempo no acompaña en Santiago, las terrazas cubiertas son el bien más codiciado. Allí no varía la temperatura, pero por lo menos no hay riesgo de terminar con la ropa mojada. Una de cal y otra de arena. Las hay a lo largo y ancho de la ciudad, tapadas con sombrillas impermeables, por soportales en la zona vieja, por techos de hormigón construidos a propósito de la climatología o por los no tan largos toldos que enmarcan la puerta de entrada al interior. Así es como se adaptan los compostelanos a una primavera pasada por agua.
Escondido en unas galerías de la Rúa Xeneral Pardiñas está el bar Eirado, una de las terrazas cubiertas con más capacidad del centro de Santiago. Adolfo Martínez, dueño del establecimiento, explica cómo eligieron el local al ver los metros cuadrados que tenía como exterior protegido. De hecho, lo bautizaron con ese nombre por ser un patio entre casas. Cree que hay grupos de personas que, en días de lluvia, eligen expresamente el local por el hecho de poder sentarse en el exterior y estar igualmente protegidos, pero que estos son «muy poquitos» en comparación con los que había años atrás. El motivo, que ya no deja fumar. «Ahora, para eso, salen a la calle o bajan al portal», continúa, indicando que el tiempo cada vez les influye menos. También porque tienen una clientela fija, «trabajadores que bajan a tomar el café a media mañana y grupos de jóvenes que se reúnen a las tardes». Eso sí, aunque no varíen en función de la climatología, es consciente de que si eligen el bar como opción de todos los días es por el hecho de ser una galería cubierta.
En Virxe da Cerca está el Momo, otro de los bares compostelanos conocidos popularmente por su amplia terraza interior, ambientada como si se tratara de un jardín. Javier Rivera, dueño del establecimiento, señala que el exterior se cubre de dos formas diferentes, parte con una bóveda acristalada y, al fondo, con sombrillas. Explica que en la primera, al considerarse interior, no se puede fumar, pero en la segunda sí. Por eso, «si no hace mucho frío», sí que nota la cantidad de personas que, cuando llueve, eligen estas mesas: «Con este tiempo, la gente va primero a la parte descubierta que está resguardada. Quieren salir y quieren un sitio en el que no se estén mojando». En un intento de delimitar el tipo de personas que suele elegir la terraza apunta a los grupos jóvenes, esos que frecuentan bares de toda la vida, como el Patacón, situado en la misma recta que el Momo y que también dispone de una amplia terraza cubierta, o el Altamira, en Rosalía de Castro, que restaurante que comparte esta misma característica del espacio exterior protegido.
Soportales como sombrilla
Pero, ¿qué pasa con el resto de bares? Paseando por Compostela en un día gris, parece que falta algo. Hay menos gente, eso es cierto, pero los paraguas desplegados ocupan el largo y ancho de la calle. En Porta Faxeira, uno de los puntos de la ciudad en los que se agrupan más terrazas por metro cuadrado, las sombrillas no están desplegadas y las mesas que cubre el toldo, en las que se sientan algunos valientes lo más pegados posible a la pared, están igualmente mojadas. «Cuando hace sol no queda ni una mesa vacía. Cuando llueve así, igual se sienta algún peregrino que llega con chubasquero de plástico», dice el trabajador de una de ellas. Lugar turístico por excelencia, los exteriores de estos bares y restaurantes están «más vacíos de lo normal» cuando hace mal tiempo. Este mismo explica que, si la previsión meteorológica no acompaña, dejan sin desplegar algunas de las mesas.
Aunque en abril lluvias mil, como dice el refrán, ya entrados en la primavera a los compostelanos les cuesta renunciar al aire libre. Bajando hasta la plaza que forman algunos locales como el Marte, Las Vegas o el pub Garoa, sí que hay mesas exteriores que se resisten a la lluvia. Al ser un conglomerado cubierto por sombrillas impermeables, los grupos se aglutinan en el interior, dejando desiertas las mesas y las sillas que quedan a los bordes. «Llega un punto en el que sabes todos los trucos para no mojarte estando fuera», explica Laura, una joven sentada a la mesa junto a tres amigos más, que aseguran conocer ya a qué bares pueden ir cuando las precipitaciones obligan a ponerse a cubierto. A ellos, «ya caiga el diluvio universal», nada les convence para tomar su consumición en el interior: «Prefiero mojarme antes que tomar la caña dentro». Incluso admiten que, a veces —en días fríos como los que se están viviendo—, es complicado convencer a los acompañantes de aguantar una hora u dos a la intemperie. Por eso también, haciendo lista de los establecimientos aptos para amantes de las terrazas, mencionan aquellos armados con radiadores cerca de las mesas: «Así ya no hay excusas».
Mencionan, por ejemplo, los de la Rúa do Vilar y los de la Rúa Nova, ya que las mesas de los bares se esparcen a lo largo y ancho de los soportales. Ahí, el cobijo ya es a prueba de viento. Por mucho que sople, el agua no llega a las mesas y tampoco hará que se caigan unas sombrillas a veces endebles para la climatología de Santiago. Pasa también con los bares de la Plaza de Cervantes, donde no hacen falta sombrillas y toldos: es el propio urbanismo del casco histórico el que cobija a los amantes de las terrazas. En verano, también del sol. En otros establecimientos de la Rúa do Preguntoiro, como el Riquela, tienen unas cuantas mesas protegidas por el techo, pero carentes de pared al frente, que cumplen la función de terraza a prueba de lluvias. Otros lugares en los que las terrazas son clave no corren la misma suerte. En Mazarelos, por ejemplo, al estar cubiertas por sombrillas, quedan desprotegidas de las precipitaciones. En la Praza da Universidade y en la de San Paio, también.