El superalimento de Galicia que pocos disfrutan
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La moañesa Josefa Miranda cultiva en un pequeño terreno el millo corvo que escasea en los campos
12 Mar 2020. Actualizado a las 16:40 h.
El millo corvo es un tesoro raro y delicado, una variedad de maíz que no todo el mundo conoce pero que en América es muy apreciado por su cualidades nutritivas y antioxidantes. En la familia de Josefa Miranda lo tienen cerca. Como cuenta la moañesa, de 84 años, «teño un terreniño pequeno cerca da casa e bótoo alí». Gracias a que se trata de una zona muy protegida de su entorno, está a salvo porque, según cuenta, el jabalí acecha y arrampla con todo lo que encuentra para comer.
Josefa dice que a los voraces mamíferos les gusta más el maíz blanco, «pero cando non teñen van a todo, ao roxo e aos de todas as cores. Comeron os que tiñamos noutro campo que está máis lexos e salvei o corvo porque está no eido, que senón tampouco», valora. Cuando está maduro, lo recogen y lo secan. «Antes había canastos e metíanse alí, agora hay que atarlles unha folla da mesma espiga e os penduramos na bodega», cuenta. Con ese maíz hacen pan para consumo propio. «Facemos unha bola de vez en cando, as veces de millo branco, pero como non quedou casi nada, pos de corvo, que é máis viñento», describe. En su casa del barrio de O Casal tienen un molino con el que lo convierten en harina, que según ella, es más fina y más rica. «Logo peneiramos a fariña, a amasamos con auga e sal e centeo, e facemos a levadura un día antes para despois botarlle a masa», relata.
Josefa reconoce que este tipo de maíz es difícil de encontrar. La fórmula para tenerlo es la de toda la vida: guardar. Una vez plantada y recogida la cosecha, cada año se reserva una parte para volver a plantar. «E así ao ano seguinte tes outra vez», argumenta la moañesa, que tiene muy claro a qué se debe la escasez: «Agora hay pouco porque non hay quen traballe o campo, pero nin con millo nin con nada, as leiras están a monte. E cando ven o xabarín, arrasa».
Si es en secano, en abril se planta el blanco y el corvo, y si es en regadío, en mayo. Había mucho millo corvo en el lugar de Meiro, que pertenece a Bueu, donde hacen una fiesta dedicada a este producto tan escaso, pero a los organizadores también les cuesta acumular existencias porque del menú disfruta antes el jabalí. Pero venden pan, harina, espigas y granos de maíz al peso.
La mujer no recuerda esa variedad en sus tiempos mozos. «De xove non existía ese millo por aquí, era branco todo, co que se facía o pan», y recuerda que después empezó a llegar el rojo que era más productivo, pero como se dejó de hacer pan en las casas también se perdió. «Daquela ninguén ía á panadería porque non había cartos nin panaderías, solo algún forno para que fora a xente que non o tiña na casa», asegura.
«Era unha inquisición»
No ha sido fácil la vida de Josefa Miranda. A los 12 años perdió a su madre, y como única hija quedó al cargo de su padre y sus tres hermanos, todos varones y mayores que ella. «Tiven que facer de nena e de muller», explica. Le tocó hacerse cargo de la casa, que en aquellos tiempos era un durísimo trabajo en el que no había electrodomésticos que suavizasen las tareas. Por eso insiste en que lo de hacer el pan «xa é vello», porque lo hacía de niña en una artesa, amasando con manos infantiles. «Eles axudábanme, pero me puxeron ao cargo de todo: enfornar e quentar o forno, iso e mil cousas máis, que tamén tiñamos unha parella de bois e había que apañar a herba, e facer de comer para cando viñan de traballar, e ía a comprar á praza que había días que nin podíai co cesto. Aquelo era unha inquisición, traballar desde que saía o sol ate que se metía. Unha historia, pero estamos aquí», atestigua la moañesa, que cuenta que de recién casada también anduvo con su marido al mejillón en una batea que vendieron cuando él enfermó. Ahora se apoya en sus dos hijos, que también disfrutan, como ella, de las cosas del campo.
Un poco de historia.
Una fiesta para su recuperación. La aldea de Meiro, en Bueu, celebra en primavera la Festa do Millo Corvo (declarada de Interés Turístico de Galicia), dedicada a la degustación de un grano color negro que dejó de utilizarse hace décadas y que la Asociación Cultural Meiro recuperó en 1998. Esta recuperación incluye todo el ciclo anual, desde la preparación del terreno hasta su recogida y molienda llevando a cabo técnicas tradicionales. Según algunos estudios, es un alimento que contiene una alta cantidad de antocianinas y propiedades antioxidantes y antiinflamatorias.