En realidad no existe premio suficiente que consuele el esfuerzo de todo un año. Ni siquiera esas vacaciones que tu teléfono ni tu mail son capaces de coger. Tampoco esa cena del curso de zumba que creíste interminable. Uno ya ni aguanta el ataque del tercer cubata.
Ahora que los festivales musicales tienen más de festivo que de música, se han convertido en el plan perfecto, el premio ideal, formando un cocktáil de diseño perfecto mezcla de música, turismo, alguna droga y mucho, mucho alcohol. No sé qué narices hago aquí sentado y no me voy a uno.
Sí lo sé, la verdad. Desde mi primer festival todos me parecen el mismo, como con las películas de sobremesa de los domingos: solo veo el principio y el final, siempre me duermo en el transcurso. Así creo haberlas visto todas.
Me pasó aquel julio en el Contempopranea (Badajoz). Llegamos al primer concierto de las siete de la tarde con 50 euros en la mano sentenciados a comprar tickets y coger ese punto extra que te dan las copas y te hace estar más receptivo que un lunes por la mañana. Vimos el primer grupo disfrutando cada canción, comentando con desconocidos la jugada como críticos musicales expertos impacientes esperando que saliesen Los Planetas, ese grupo que durante años puso banda sonora a todos los movimientos de mi vida.
Demasiado tiempo hasta que llegase la hora. Perdí la noción de lo que sucedía a mi alrededor y todo era un cúmulo de luces, guitarrazos y bailes desincronizados, hasta que una mano en el hombro me giró hacia el escenario y me pareció ver al grupo granadino. Después todo en blanco. Volví a la consciencia de camino al cámping sorteando coches en una carretera general.
Lamenté la pena de que mi -entonces- grupo favorito no hubiesen tocado La caja del diablo. Todos, al unísono, escupieron una carcajada tal que podría asegurar llegó a los oídos del cantante: «Fue la primera canción del concierto Isaac». Bajé la cabeza avergonzado y traté de recomponer la noche en mi cabeza. Nada. Nada de nada. Volví a algún otro festival con el mismo resultado. Quizás no sirvo para esto. Quizás debería conformarme con las películas de sobremesa de los domingos.