Ni blanco ni tinto, el vino que hace furor ahora es naranja

Manuela Viñales, J. B. REDACCIÓN/LA VOZ

AL SOL

GianlucaPiccin

Esta bebida alcohólica no es nueva, sino todo lo contrario: se remonta a Georgia hace 8.000 años

11 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

En verano las ganas de tomar bebidas frías aumenta, y cada año diferentes cóctel, smoothies y brebajes toman el protagonismo de la temporada. Este año el vino naranja, u orange wine, es una de las tendencias que lleva a miles de jóvenes españoles a los bares para probarlo. 

Alejandro Paadín es un sommelier gallego graduado en Ingeniería en Diseño Industrial y Desarrollo del Producto. Su carrera está enfocada al sector de la divulgación enogastronómica. El profesional describe el proceso de esta nueva bebida como «vinificación como tinto, pero con uvas blancas». Esto quiere decir que al no utilizar uvas tintas, no se obtienen los pigmentos de ellas, y en cambio adquieren unos tonos más dorados y amarillos, que cuando se oxidan se tornan anaranjados.

Explica el éxito del vino entre los más jóvenes como una tendencia del consumidor y el mercado. «Estamos buscando productos más ecológicos, productos con menos intervención química, productos sanos, por decirlo de alguna manera», aclara, «esta vinificación no es más healthy ni más natural, pero parece que el hecho de consumir algo ancestral le otorga la cualidad de saludable». Por otro lado, manifiesta que no es el usuario habitual de vino quien consume esta tendencia, sino que su público es joven y cosmopolita.

El especialista comenta que no es nuevo, sino todo lo contrario: sus orígenes se remontan a Georgia, hace 8.000 años, donde era conocido como vino ámbar. Alcanzó su fama en Europa a partir de los años ochenta, ya que su método resaltó en una época donde todo estaba tecnificado: «Fue un poco rupturista». El nombre, orange wine, fue acuñado por primera vez por un periodista inglés, que probó la bebida en el norte de Italia, específicamente en la frontera con Eslovenia, en una vinificación tradicional, y por su color naranja lo denominó de esa manera. 

Hay diferentes métodos para realizarlo: «Se puede trabajar con una fermentación total, es decir alcanzar el final de la fermentación con las pieles; o fermentar solo un poquito». Una de las posibilidades es el método georgiano con los amber wines, donde los fermentan soterrados bajo tierra, así pueden controlar la temperatura de manera más exhaustiva, donde alcanza los 10 grados, en vez de los 30 o 35 grados que podría alcanzar durante la fermentación fuera. 

En España, el proceso comenzó a hacerse hace décadas. Según el enólogo, las primeras vinificaciones eran rudimentarias y no lograban controlar la técnica: «Podíamos tener vinos muy cargados de color con muchísima astringencia y con sabores de vinagre, porque subía mucho la acidez volátil, un efecto secundario, es decir vinos duros y muy reacios». A su vez, estaban asociados con pequeños productores que no dependían solamente de la venta masiva de vinos, sino que podían atreverse a innovar. 

«Hoy hay grandes grupos bodegueros que están haciendo sus propios orange wine, con maceraciones un poco más cortas, controlando muy bien las temperaturas y el frío», declara. Comenta que hay muchas bodegas en Galicia que lo están haciendo, como Martín Codáx, La Pérdida y José Cruzat. 

Al ser vinos con la acidez volátil más elevada, suelen tener más tanicidad y muchas notas especiadas. El profesional destaca que fusionan muy bien con platos con actitudes similares como los de cocina fusión, asiática y sudamericana, ya que trabajan con especias, cítricos, picante y curris. Pero a la vez, gastronómicamente es un vino muy versátil porque toma la frescura de los blancos, y los taninos de los tintos.

No es para todos ya que, como explica el enólogo, «no son económicos en términos generales, porque no son vinos que tienen la dinámica de producción habitual». Es decir, que llevan mucho tiempo de producción y esto produce riesgos: «Cuantos más meses vas teniendo la maceración o las hojas de la propia fermentación alcohólica, más cosas pueden salir mal». Sin embargo, Alejandro Paadín concluye:  «Son vinos que pueden ser muy divertidos».

Mateo, uno de los ideadores de GluGlú wines, un bar de vinos en A Coruña, cuenta que mucha gente pide vino naranja en su establecimiento: «Nosotros tenemos tres o cuatro opciones por copa  y cada semana las vamos cambiando, entonces siempre hay nuevos que probar».

Describe su sabor como más floral, con notas de frutas amarillas como el melocotón. También comenta que suelen ser vinos con mucha estructura, y más seco que un blanco. Sin embargo, aclara que: «Depende, el tipo de uva, la región, el tipo de fermentación, el tiempo de contacto con las pieles, el método que se use para la crianza. Cada vino orange es un mundo».

«Es probablemente la manera más antigua de hacer vino», comenta. Al igual que Alejandro Paadín, sostiene que esta elaboración se está recuperando porque «el consumidor tiende hacia un consumo consciente a nivel sostenibilidad y a nivel salud, busca productos de mejor calidad, menos intervenidos y más naturales». Pero no es un producto novedoso, según Mateo, porque siempre estuvo. Se perdió un poco cuando la industria del vino se tencificó y empezó a hacer vinos más fáciles, pero volvió. Ahora esta tendencia está llegando a los consumidores: «Yo creo que se va a quedar para siempre», aclara. Justifica esta idea con la premisa de que antes no estaba la posibilidad de conocer a los pequeños productores que «elaboran el vino de manera tradicional, natural, respetando la uva, los procesos y los tiempos».

Los precios de una copa de vino naranja en su bar oscilan desde 4.50 hasta los 7 euros, y son unidades limitadas de botellas.