Manifestación patriótica en O Valadouro por un éxito en la guerra de Cuba

Martín Fernández

A MARIÑA

ARCHIVO MARTÍN FERNÁNDEZ

Todo acabó con un baile en la casa del rico propietario, Juan Orol, hasta altas horas de la noche

27 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La noticia llegó a O Valadouro como llegaban antes las noticias: en el coche de línea que traía el Correo. Fue a las once de la mañana del lunes 6 de junio de 1898. Las tropas españolas habían rechazado victoriosamente a los yanquis en Santiago de Cuba. El alcalde, Mariano Mon, dispuso de inmediato el disparo de multitud de bombas de palenque y organizó una manifestación “compuesta por todas las personas sensatas y patrióticas del distrito”. El sargento de cornetas retirado, Antonio Núñez, fue el encargado de llamar y marcar el paso del gentío por el pueblo acompañado de un redoblante. Hubo varias marchas a lo largo del día. Y todo acabó con un baile en la casa del “rico propietario”, Juan Orol, hasta altas horas de la noche. La Voz de Galicia del miércoles, día 8, recogió el singular episodio vivido en Ferreira.

En realidad, no tenía nada de raro. A finales del siglo XIX residían en Cuba cerca de 90.000 gallegos que se vieron incrementados por unos 24.000 jóvenes paisanos que fueron enviados a la guerra contra los mambises y las tropas americanas en un desesperado e infructuoso intento del gobierno por mantener la soberanía española en su última gran posesión de Ultramar.

El conflicto se vivió en Galicia de modo intenso, apasionado y cercano. Sobraban razones. No hay patria más sólida que la de los afectos ni distancia más corta que la que lleva al corazón. Quién más, quién menos tenía intereses o algún familiar o vecino en la isla. Y si a eso se suma una orquestada campaña de patrioterismo, belicosidad exacerbada y pomposas apelaciones al sentimiento, la gloria y el honor, todo encaja. 

Baile y cena en casa de Orol

La marcha ?para la que Andrés Canoura “opulento capitalista y comerciante” facilitara tres banderas- recorrió la villa al grito de “¡Viva España con honra!, ¡Viva el Ejército y la Marina!, ¡Viva Cervera!, ¡Viva el Rey y la Reina! y otros no menos entusiastas que eran contestados con verdadero ardor por la muchedumbre”.

El reportero se lamentaba de que, al no haber banda de música, varios jóvenes tuvieran que improvisar una orquesta que acompañó, tocando aires nacionales, al concurrido desfile que se disolvió a las tres de la tarde “en medio del mayor orden”. Luego, “a las cuatro”, volvió a reproducirse con mayor entusiasmo hasta las siete en que terminó con un baile en la casa de Orol “que la había ofrecido para ese objeto” y que continuó hasta las doce “no sin antes haber sido obsequiados los músicos con un espléndido lunch servido en la casa del señor Orol”.

Concluía así un día que el informador de La Voz resumió así: “Le aseguro, señor director, que este distrito no ha visto jamás espectáculo tan hermoso, el cual quiera Dios se repita con las noticias que desde allende los mares nos remitan nuestros hermanos que pelean por conservar la integridad de la patria y el honor nacional”.

Un caído de Foz en la batalla de Santiago de Cuba y 18 de San Ciprián en la de Cavite, en Filipinas

La mayoría de los soldados que participaron en las batallas de Santiago de Cuba y Cavite (Filipinas) procedían de los que no habían podido “redimirse” mediante el pago de 1.500 pesetas en lo que fue una de las mayores injusticias institucionales de la historia reciente. En la Relación de individuos del Departamento Marítimo de Ferrol que perecieron en esas batallas, según la RO del 22 de septiembre de 1899, figura que en Santiago murió José García García, de 30 años, de Foz, casado con Luisa Regueiro Costas. Sus padres se llamaban Juan y Leonor y él era fogonero en el crucero Oquendo.

La batalla de Cavite tuvo lugar en la bahía de Manila el 1 de mayo de 1898 y en ella la flota americana aniquiló la anticuada escuadra española: 77 marinos muertos, 280 heridos y siete barcos perdidos. La revista Galicia Moderna publicó el 12 de mayo de 1898 una noticia que decía: “Dieciocho (18) son las familias de San Ciprián (Vivero) que tenían individuos de las mismas a bordo de los cruceros Reina Cristina y Castilla, y que visten de luto desde la catástrofe de Cavite”.

En los siete barcos iban 279 gallegos distribuidos así: 93 en el Reina Cristina; 96 en el crucero Castilla; 14 en el Juan de Austria; 7 en el Antonio de Ulloa; 24 en el buque Isla de Luzón; 26 en el cañonero Marqués del Duero; y 19 en el General Lezo. La relación detalla los nombres aunque no dónde nacieron. Pero son muchos los apellidos de gran arraigo en A Mariña: Constantino, José y Santiago Montenegro, Barcia, Álvarez Mon, Lourido Sánchez, Devesa, Hermida Rodríguez, Fernández Pillado, López Ríos, Basanta, Legaspi, Trigo, Insua, Lago Villar, Cabarcos Gómez o Chao…

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Los ignorados consejos del tapiego Villamil y el desastre del 98

Los deseos del informador no se cumplieron. Y el 3 de julio de 1898, un mes después de la eufórica manifestación, la definitiva batalla de Santiago de Cuba puso fin a la guerra y provocó la independencia de Cuba. El conflicto fue corto, de febrero ?cuando los yanquis volaron el Maine para declarar la guerra y hacerse con Cuba- a julio.

En medio, en mayo, su flota del Pacífico destruyó a la escuadra española en Cavite (Filipinas). España reaccionó enviando a Cuba su mejor Armada al mando del Almirante Cervera pero era muy inferior a la americana y permaneció en la ensenada de Santiago evitando el combate en mar abierto. Pero los americanos bloquearon la bahía y asfixiaron a los españoles…

Fernando Villamil (Serantes-Tapia de Casariego 1845), capitán de navío al mando del destructor Furor, propuso varias estrategias para huir de aquella ratonera: atacar la costa de EEUU para que sus barcos se dispersaran para defender su propia costa, atacar de noche con torpedos, y otras. Pero el gobierno no lo escuchó y ordenó a la Armada abandonar Santiago. Cervera acató la orden aún sabiendo que iba a una muerte cierta. Y así fue: España tuvo 343 muertos, 151 heridos, 1889 prisioneros y 6 barcos perdidos y EEUU un muerto y 2 heridos. Fue el final. Y el cadáver de Villamil, fallecido en combate, nunca se pudo recuperar.

Era hijo de un abogado, Fermín Villamil, que gastó su fortuna en pleitos y en política. Fernando estudió Náutica en Ribadeo, ingresó en la Armada y estuvo destinado en Filipinas y Puerto Rico antes de enseñar en la Escuela Naval de Ferrol donde diseñó en 1887 el primer destructor que marcó tendencia en el mundo y lo convirtió a él en una celebridad. Protagonizó la primera vuelta al mundo a vela de un buque-escuela español y recogió la experiencia en el libro Viaje de circunnavegación de la corbeta Nautilus. Al reflejar su paso por los EEUU, en 1895, advirtió, sin que nadie lo escuchase, del poderío y peligro de la flota americana. Tres años después lo pudo comprobar: fue la que provocó el Desastre del 98 y la que acabó con su propia vida.