Tal vez lo hayan visto este verano en la playa más de una vez y de dos, no es extraño, sucede casi a diario. No me refiero a los que hacen caso omiso a los socorristas, aunque les piten y tengan que llamarles la atención porque se están bañando en zonas que no están permitidas porque son peligrosas; me refiero a esas otras personas que además de no hacer ni caso, se enfrentan a los vigilantes.
Acaba de suceder ante mis ojos y los de todos los bañistas que quedamos atónitos. Después nos extraña que haya tantos rescates este verano en las playas. Es tal la mala educación que no obedecemos ni cuando nos advierten del peligro en beneficio de nuestra propia integridad.
Los pobres chicos, los socorristas, tuvieron que meterse en el agua y vinieron más vigilantes desde otras zonas más alejadas del arenal para echar una mano a sus compañeros. Descuidando las otras zonas por culpa de unos insensatos. Los otros de la pandilla se enfrentaban a ellos entre las olas y se negaban a salir. Se veía el mar picado, había "resaca", corrientes de fondo, pero los otros ni caso.
Somos así, incluso cuando está en peligro nuestra propia vida, que ya es el colmo.