En su memoria
29 jun 2024 . Actualizado a las 12:47 h.Baralla, Lugo, Valladolid, París, la Amazonía brasileña, Celeiro, Viveiro y numerosas poblaciones gallegas, asturianas o leonesas son algunos de los escenarios de la fructífera obra del carismático José Manuel López Seoane. Miles de pacientes han sido asistidos por este hombre sobresaliente por su inteligencia y por su privilegiado ojo clínico. Imposible resumir aquí la dilatada trayectoria de un médico de vocación que se licenció en Valladolid y estudió Reumatología en París, con la idea de auxiliar a quienes padecen, en esos momentos tan complicados como la enfermedad o las lesiones, cuando el cuerpo y el alma duelen.
Con una visión holística y el espíritu humanitario que le caracterizaba, ayudar en lo posible al bienestar del prójimo era la prioridad de quien cuidaba personas atendiéndolas como querría que hicieran con él. Sobran testimonios de su dedicación permanente a un oficio con el que se volcó, sin regatear esfuerzos ni tiempo, en los centros sanitarios y en las prisiones gallegas donde ejerció estos últimos años, en otro claro ejemplo de su compromiso con quienes lo pasan peor.
Natural de Baralla, nunca dejó de recordar y de presumir de sus raíces, de su madre farmacéutica y de su padre que dirigió la Comisaría de la Policía Nacional en Lugo. Vivía intensamente todo, dedicándose con pasión al estudio, a la medicina, a viajar, a la gastronomía, a la pesca recreativa y a la lectura, ávido de conocimientos en un sinfín de materias porque para él aprender era tan esencial como mimar a su amada familia.
Generoso como pocos, defendía con vehemencia y rigor sus convicciones, entregándose a sus principios e ideales. Comprometido, quijote de causas ganadas y de otras con menos suerte, nunca renunció a intentarlo, por difícil que fuese la meta. Locuaz, largas y enriquecedoras tertulias sobre lo humano y lo divino reflejaban la extensa cultura de un ser tan racional como bueno por naturaleza.
Meses atrás, con la misma abrumadora serenidad y entereza que mantuvo hasta el final, contó que estaba pendiente de unas pruebas para comprobar el alcance del problema de salud que había detectado. Lamentablemente, volvió a acertar en el diagnóstico, pero, combativo como siempre, buscó probables soluciones, peleando por una curación que por desgracia devino en imposible.
Honesto y agradecido por una existencia con sobrados motivos para sentirse orgulloso, todo giraba permanentemente alrededor de las mujeres de sus ojos: Carmen y Jana, fruto de su relación con Yolanda, y Raquel, su hija con su amada Sole, leal pareja y compañera.
Con ellas siento la gran pena por el viaje que has emprendido en ese tren que te conduce a la inmortalidad, amigo con quien tuve el impagable privilegio de compartir muy buenos momentos y otros que no lo eran tanto. Jose, te has ido con tu proverbial discreción, pero te quedas porque quienes hemos tenido la fortuna de sentirte cerca te recordaremos hasta que llegue nuestra hora.
Cae la lluvia en tu Viveiro de adopción este gris 28 de junio, inusualmente frío y triste, como si la Tierra también te llorase en este rincón del norte gallego.