Querido maestro: me enseñaste a leer, escribir, educación y respeto. Y sobre todo el lenguaje de las mareas o de los vientos de tierra -A Medela- o mareiro -Pé dos Farillós-. Te gustaba ir con mi tío Manolo de Rego a pescar con cucharillas entre las rompientes del Escaramelado buscando un sargo, pero también desembarcando en la Baixa con panferra y esquieiro a la captura de pulpos y percebes.
Nos inculcaste la devoción por la patrona de los mares. Nuestras madrinas colocaron escapularios en nuestro cuello desde la más tierna infancia. El día del Carmen ocupabas la presidencia civil de aquella misa mayor, procesión y salve marinera que entonaban por petición expresa de Don Rosendo- arcipreste de Santa María en Lieiro- , la Orquesta Variedades. El tercer día, rodeado de amigos, alumnos, Paco, Modesto y María Elena, junto a tu esposa Elena Franco, amiga de mi madre, disfrutabas entre sardinas asadas y muñeiras que interpretaban aquellos chicos, parientes de los Murado, Brisas do Landro, con su padre, el inefable Pepe Randa a la cabeza.
La flota estaba atracada y engalanada en La Concha. Buenas mareas al bocarte y comenzaba la costera del bonito. La Cofradía intercedía para que los barcos fueran los principales donantes para sufragar los gastos que gestionaban los de la Comisión de Fiestas del Carmen, parroquia a parroquia, cocina a cocina, permisos, horarios, construcción del palco en la plazoleta frente a nuestra Escuela.
Aquellas estirpes de alumnos, hijos de la mar y el viento. Navegantes. La saga de los Díaz -Manola, Amadora, Joaquín, Pepe, Marcelino, Tomás, Anselmo- La saga de los Coldeira, Pernas, Mosquera, Pillado, Rey, Bermúdez, Paleo, Murado, Ponte, Fra., Ríos, Baltar, Basanta, Correa, Ron, Diéguez, Salgado, Fernández, González, García, Martínez, López, Candia, Rivas, Torres, Martínez, etc.
Me parece verlo con Don Marcelino, capitán de Carabineros Reales. Pepe do Lugar y Pastor. Siempre elegante con traje bien planchado, y zapatos negros relucientes. Religioso. Culto como pocos. En su casa hoy todavía el día del Carmen me parecerá ver luz en el despacho. Preparando las lecciones para futuros patrones o esos magníficos dibujos indispensables para peticiones a Lugo.
Tengo mis dudas. No sabría decir si la fiesta del Carmen sigue teniendo el significado que tuvo cuando éramos un puerto, tanto para cabotaje como para pesca, o cuando los astilleros de la ría construían en madera de carballo aquellos buques que el día de su botadura eran razón y tradición para una fiesta con magnífica comida en el restaurante del gran Paulino Díaz y sus hijos.
Ahora a mediados de julio dicen que tenemos turistas. Antes eran sagas de veraneantes que saludaban al Maestro. Su trabajo trascendía hasta Lugo. El apellido Rivera era y seguirá siendo honra en la Vila do Landro. El día 12 en Celeiro, cuando acudí para recordar a los náufragos de aquella galerna en 1961 pedí a la patrona de nuestros mares bendición para presentes y ausentes, como siempre hizo y habría hecho nuestro inmortal Maestro.