Cuando rotulé una pancarta para los reyes y hoy, ¿qué?

Ricardo Timiraos

A MARIÑA

Salvador Sas | EFE

24 dic 2024 . Actualizado a las 18:10 h.

El 28 de julio de 1976, los entonces Reyes de España, Juan Carlos y Sofía, visitaron Lugo. Para dicha efeméride dos amigos míos, marineros de las plataformas, me pidieron una pancarta que rotulé: “Queremos confiar en ti”.Y allá marcharon con aquella ilusión. Después llegaron las decepciones, con los años, una tras otra y todavía duran.

Hoy mis amigos desde ese cielo que dicen que existe, se preguntarán por qué confiaron en mí. Evidentemente, después de aquel trilero reinado, supongo que ya habrán visto cómo medran los republicanos. A estas alturas de la vida todavía no hemos encontrado la sangre azul y supongo que Dios no juega a hacernos gracias. Siempre algunos hombres le atribuyen sus ideas y así hay reyes por la “gracia de Dios” y, generalmente para desgracia de otros hombres. Mi Dios nunca jugó a estas vulgaridades y es Amor. Su gracia está a buen recaudo. Franco tampoco nunca fue gracioso, más bien patético, pero nos colocó a la “Joya de la corona” con calzador. Y en este país, ducho en asonadas, mandó siempre más un dictador que la voluntad popular.

Pero absurdo sería circunscribir el lodazal al personaje en cuestión, porque en realidad al hablar de lodazal, trato de describir ese enfrentamiento cainita entre los diputados y senadores, con sus cohortes de jaurías dialécticas que atacan con ferocidad y ensañamiento a sus adversarios. Sí, estoy hablando de nuestros próceres que libremente hemos elegido.

A mí siempre me gustó la gente que habla claro y, por desgracia, los políticos nunca me inspiraron confianza. Así que a nuestros representantes los veo en las noticias y siguen sin gustarme. Cierto es que a lo largo de la vida uno tiene ocasiones de hablar con alguno y, evidentemente, parece que hay de todo; sin embargo, a los que salen en el telediario los noto agresivos, altivos, dogmáticos, intransigentes, obsesos con su ideología, barriobajeros y muestran una escasísima catadura moral que asusta. Se les llena la boca de palabras que hablan de valores y altura de miras, pero su proceder recuerda más a las enseñanzas de Maquiavelo al Príncipe. Todo vale para vencer, conservar el poder y desprestigiar al adversario. Los bulos, las patrañas, las descalificaciones, las mentiras, las acusaciones... son el pan de ellos de cada día. Y a mí me parece que todo ese panorama esconde unos fines muy oscuros y me lleva sospechar que los padres de la patria sean en realidad una amalgama de correveidiles que entretienen al personal con el miserable juego de “y tú más”. La picaresca no la inventaron ellos. La traemos de serie en el ADN. Y que somos un país de golfos es un viejo axioma. A este respecto decía un viejo amigo mío: “¡Ojo con los que se visten con la banderita!, habitúan a esconder su patrimonio en paraísos fiscales. Y otra experiencia mía es que el dinero tiene cara y reverso.

Si a todo lo antedicho le sumamos que mucha gente honrada, seria, formada, con trayectoria vital prestigiosa y respetable y vemos que huye de la política, quizá podamos comprender que ese corsé de los partidos esté ocupado por una gente quizás idealista, quizá golfista (de golfo), por lo general bastante mediocre, oportunista, con ínfulas y ganas de notoriedad, con una escala de valores acomodaticios y volubles, que aceptan el sueldo y otras prebendas como “servidumbres del cargo”, con una formación, generalmente escasa, con mucha titulitis inflada, cuando no falsa... y sobre todo estrecha de mente, ¿qué podemos esperar?.A mí eso me recuerda aquello que decía Machado: “Es propio de aquellos con mentes estrechas, embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza”. Es propio de los fanáticos vivir de esa manera.

Esta gente dice tener principios éticos y morales, pero me da la sensación de que no los usan porque se gastan. Por ejemplo, se les olvida, y lo vemos con los emigrantes, aquello de dar posada al peregrino. Se deshumanizan. Sus valores los guardan en la cartera de la codicia, a la que curiosamente tan aficionados son. Miren como será que la mayoría de los grandes líderes encuentran puertas giratorias donde chupan hasta las bisagras. Mamandurria que se extiende por los allegados en múltiples recovecos. Son personajes listos que, desde distintas opciones, dicen luchar por ideales, lo cual les confiere una legitimidad incuestionable; sin embargo, la percepción de mucha gente es que se trata de vividores que se apuntan al partido a sabiendas de que se van a garantizar las habichuelas para ellos y los suyos. Y, si alguno hubiere que pudiese vivir sin esa necesidad, siempre está la droga del poder para satisfacer su ego. Desgraciadamente, parecen los taumaturgos que recuerdan a los vendedores de crecepelos de las películas de vaqueros. Pienso que debe ser muy duro vivir con la conciencia de que no te crean. Recuerdo que decía Nietzsche: “No me preocupa que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti “.

Y en este punto he de decir que procuro observar lo que piensa un pueblo donde, desgraciadamente, la decepción ha hecho tanta mella que vive en la eterna desconfianza, la abulia, la indiferencia y el pasotismo. Está tan arraigado ese dolor que impregna la filosofía vital de la gente y que ve que todas sus desilusiones rematan con el triste y viejo mantra: “Es lo que hay”.Y lo que hay es abandono, tristeza, impotencia, cansancio, indolencia, desesperanza y emigración...y la gente se harta de vivir viendo destruirse las ilusiones una tras otra y abocando a las personas por caminos duros y difíciles, por senderos de desolación que acaban en el citado alcoholismo, drogas y una serie de negatividades desgarradoras.

Ante tal tesitura, y con tan deficiente clase política, quizás precisemos otra mucho más sana, mucho más limpia y honesta. Y aquí es donde quiero que quepa aquella celebre frase de mi “viejo Profesor” de las dos Españas el citado Machado : “Jóvenes, haced política, sino alguien la hará por vosotros y hasta contra vosotros”. Porque visto el deplorable estado de nuestro hemiciclo, quizá sea conveniente renovar a sus señorías con otro tipo de gente que realmente genere esperanzas. De entrada urge la reforma educativa para corregir esos modales maleducados, esas mezquinas intransigencias, esas posturas encorsetadas, esas ideologías maltrechas, esas puertas giratorias... ' Hay tanta indecencia, tanta trampa, tanto bulo, tanto asco... que la gente decente se espanta. Y si la corrupción milita en todos los partidos, también la practica esa inmensa caterva de negociantes que pululan alrededor de la administración del erario público. Son gentes habituadas a dar mordidas para hacer negocios, sean carreteras, hospitales, mascarillas o botas para la dana. Estas meretrices - el adjetivo aquí vale perfectamente para hombres- compran y venden hasta la honradez de sus padres, incluso su alma al diablo cual Fausto, para lograr sus objetivos. Vivimos absortos en la codicia de esa deshumanizada calaña de buitres.

Y es, quizás, en este punto donde más se desilusiona el ciudadano. Todos sabemos que no hay mejor herramienta política que acusar a alguien de corrupto y que, casi siempre es su entierro político; sin embargo, es territorio escabroso; porque la política llega a tal estado de putrefacción que una persona honorable se puede convertir en un proscrito y un ladrón ser alabado como a un héroe. Y ni que decir tiene que la justicia también participa de ese macabro juego de la política.

Con este panorama parece que resultan evidentes y urgentes buscar soluciones y estar ojo avizor a lo que se avecina, porque la cosa no parece pintar bien. No hay más que ver lo que que ocurre en nuestro entorno y como está el mundo. Cada día proliferan más guerras y problemas a las que no somos ajenos. Se oyen cada día más truenos de intransigencia, de vueltas al pasado, de justificación de genocidios, de nueva esclavitud por explotación laboral, de desprecios de la ciencia... y el problema es que, igual que nos colonizan con la cultura americana, colonizan también el pensamiento con un Capitalismo que ya se pasó de frenada y un Comunismo que solo afecta a los parias de la Tierra, porque los capitalistas son casta dirigente. Y a nuevos tiempos, nuevas filosofías.

Hoy vivimos con poca reflexión. Muchos jóvenes desconocen lo que supone la dictadura y están a merced de bulos, desinformación y tergiversaciones históricas que tratan de desestabilizar una imperfecta democracia. Personajes de escasa o nula catadura moral utilizan medios y redes sociales para crear confusión, caos, desánimo e intransigencia. Ver los resultados electorales de algunas gentes, asusta. Y si asusta, es porque la sociedad parece permanecer impasible ante lo que se avecina. Quizás aquí convenga recordar aquello de Bertolt Brecht: “Cuando la hipocresía comienza a ser de mala calidad, es hora de decir la verdad.”

La conclusión que extraigo es que ellos y yo hablamos idiomas diferentes.

* Ricardo Timiraos, profesor y escritor.