Campana sobre campana

AROUSA

Padre e hijo continúan con una tradición que han mantenido durante siglos. El proceso artesanal es el secreto de los campaneros de Arcos da Condesa

30 nov 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Pocas veces nos hemos parado a pensar quién hace las campanas que, a diario, marcan el ritmo de la ciudad, de los pueblos o incluso de las aldeas. Desde los tiempos más remotos, estos instrumentos han adornado los campanarios pero su presencia, en ocasiones, pasa totalmente desapercibida para la ciudadanía.

Alejados de estas divagaciones y dedicados al trabajo artesanal, Enrique López García y su hijo, Enrique López Ocampo, cuidan con esmero el arte de hacer campanas, siguiendo la tradición de sus antepasados desde 1630.

El taller, conocido como A casa dos campaneiros, está situado en una antigua vivienda de piedra. Aunque el obradoiro inicial lo fundó Felipe Blanco Ocampo en otro lugar de Arcos, en Ameal, fue Melchor Ocampo quien lo trasladó a Badoucos en 1889.

La nobleza de los materiales, el proceso artesanal y la calidad sonora de las campanas es lo que distingue el trabajo de estos caldenses. López Ocampo, explica que no se ha cambiado ninguna parte del proceso desde la apertura del taller, aunque reconoce que les cuesta mucho competir con otras empresas que utilizan procesos industriales. Aún así, padre e hijo lo tienen claro, no cambiarán el modo tradicional de producción, es el sello de su identidad.

Campanas con historia

Del taller de Arcos salieron las campanas de Bastabales del Obradoiro, que inspiraron a Rosalía de Castro, y otras con destino a Senegal, México o Argentina. En España, se restauraron y afinaron un importante número de campanas en Santiago, con motivo de los últimos Xacobeos. Pero quizás, el encargo que más les llenó de orgullo fue el de realizar las de la catedral de la Almudena, en Madrid, entre 1998 y 1999, porque «pudiendo elegir otras empresas de toda España, nos han escogido a nosotros», afirma López Ocampo.

Padre e hijo pueden tardar cerca de tres meses en crear el sonoro instrumento, y como bien explica el hijo, el precio depende del tamaño y del peso, que «puede oscilar desde los mil euros hasta lo que se quieran gastar», asegura el joven Enrique.

El coste también depende de la cantidad de cobre que lleven. En concreto, las campanas de la Almudena alcanzaron las dos toneladas de peso y midieron 1,75 de ancho por 1, 85 de altura.

Premio a la profesión

Una de las mayores alegrías que se llevaron estos campaneros fue recibir el premio de las Asociación de Empresarios dos Vales do Ulla e Umia (AEVU) en el 2003. La sociedad limitada Ocampo Artesanos Campaneros recibió la sorpresa del preciado galardón que se otorga a la actividad empresarial artesanal. Enrique López reconoció que le causó mucha alegría porque «nunca hasta ahora se habían acordado de nosotros», indicó. El patriarca que es bastante escurridizo a la hora de conceder entrevistas, prefiere que su hijo sea la cabeza visible del negocio.

Entrar por el aro

El joven Enrique López se resistió, al principio, a seguir con la tradición de sus padre y lo intentó con la carpintería de yates: «Lo hacía porque me gustaba más y también por ser un poco rebelde, pero al final no me quedó más remedio que entrar por el aro», bromea Enrique.

En cambio, ahora López Ocampo confiesa que el día que tenga hijos, le gustaría que estos continuasen con la tradición: «A mí lo que me gustaría es que aprendiesen el oficio y después si se les da por hacer otra cosa, pues ¡qué se le va a hacer!», afirma el joven