Su retorno al Partido Popular tiene el sabor del desagravio
14 oct 2011 . Actualizado a las 06:00 h.Cuentan, quienes le conocen, que tras ser defenestrado sin contemplaciones por el tándem que Xosé Cuíña y Pablo Crespo formaban en el PPdeG, José Luis Rivera juró volver, no sin antes aplicar aquel antiguo proverbio chino que recomendaba aguardar pacientemente la derrota del enemigo desde la puerta de la propia casa. El veterano político arousano, el único que se mantiene en la corporación municipal de Vilagarcía desde las primeras elecciones locales, en 1979, está a punto de cumplir su promesa. Su retorno al hogar conservador, que él contribuyó a construir, desprende un inequívoco aroma a desagravio. Rivera comerá el turrón en el Partido Popular, como el hijo pródigo que vuelve a casa por Navidad.
El líder de Independientes por Vilagarcía, formación fundada hace trece años a su imagen y semejanza tras una multitudinaria cena de adhesión celebrada en el Ciprés, ha demostrado una extraordinaria habilidad en el manejo de los tiempos políticos. El éxito de la escisión en los comicios de 1999 condenó a las siglas populares a una prolongada travesía por un árido desierto electoral. Reforzado en su autoestima tras conseguir entonces tres concejales, supo dejarse querer para, finalmente, rechazar las invitaciones a la reintegración que Miguel Ángel González Estévez, designado por Rafael Louzán para hacer olvidar a Manuel Bouzas, cursó en cuanto tomó posesión como presidente local del PP. Coqueteó con todas las aventuras que un cierto galleguismo centrista ha querido resucitar en las dos últimas décadas, desde la Coalición Democrática Galega de Enrique Marfany a la Terra Galega que capitaneó Xoán Gato. Pero jamás se comprometió a nada. Solo la retirada de su gran contrincante, el socialista Javier Gago, le hizo olfatear que algo estaba cambiando en Vilagarcía y la hora de moverse había llegado.
El gran cosechador de votos
La retirada de Gago desencadenó en el PSOE una suerte de purga que dejó a Rivera como uno de los pocos concejales capaces de cosechar votos por sí mismo, sin necesidad de recurrir a grandes fastos electorales. El mitin en las distancias cortas, siempre pagando una primera ronda en caso de que el discurso se desarrollase en un bar, la memoria de las ayudas prestadas durante los ocho años en los que ocupó la alcaldía y los pequeños logros arañados desde una posición de llave exprimida al máximo fueron suficientes para que el de Cornazo ganase su último órdago. Se trataba de lograr representación y que el PP de Tomás Fole no redondease la mayoría absoluta en mayo para reforzar su figura como garantía de gobernabilidad. Y la apuesta funcionó como una máquina bien engrasada. El nuevo alcalde pudo comprobarlo en su carne con las derrotas sufridas por Ravella sobre Fexdega y la solicitud del crédito ICO.
Hombre de familia, que se autodefine ideológicamente como liberal, conservador, de centro derecha reformista, demócrata y católico practicante, José Luis Rivera quiere cerrar el círculo en el Senado. Lo prometido es deuda.
el perfil josé luis rivera mallo