El grupo levantó edificios de 6 plantas en Bermeo, en una parcela mucho menor que la de Cuca
20 ene 2013 . Actualizado a las 07:00 h.Bermeo, 17.144 habitantes, menos de la mitad que Vilagarcía y 5.000 más que O Grove. Antigua cabecera de Vizcaya, el principal puerto del País Vasco hasta que a finales de la Edad Media Bilbao le arrebató el cetro. Lo que nadie pudo quitarle fue su intensa relación con el mar y su larga tradición conservera, que gana carácter industrial a finales del siglo XIX. El número de fábricas se multiplica, siendo Garavilla la mayor de todas ellas. En septiembre, el grupo celebró su 125 aniversario por todo lo alto. Seis plantas, en Mundaca, O Grove, Vilaxoán, Cabo de Cruz, Manta (Ecuador) y Agadir (Marruecos) alimentan a una de las seis grandes empresas españolas del sector y colocan cuatro marcas en el mercado: Isabel (su fetiche, que en 1961 sustituyó a la etiqueta original, La Equitativa), Garavilla y, desde su compra por 10 millones de euros a la familia Pita en junio del 2011, también Cuca y Massó.
Pese a su importancia histórica y socioeconómica, más allá del puerto no queda gran cosa de Garavilla en su villa natal. «Hay un chalé camino de Bakio», indica una mujer desde el barrio viejo bermeotarra. El chalé al que se refiere es la antigua vivienda de la familia Garavilla, construida junto a la fábrica modélica que Teodoro de Vidaechea diseñó en 1916. Hace diez años, la conservera vendió su factoría matriz, que desapareció víctima de la piqueta.
«Era bastante terreno, alrededor de 5.000 metros cuadrados», explica el departamento de Urbanismo del Ayuntamiento vizcaíno. En realidad, no es más que la cuarta parte de la superficie que Conservas Cuca posee en Vilaxoán (sobre 20.000 metros cuadrados) y Garavilla está a punto de clausurar para trasladar a las 69 trabajadoras que disfrutan de un contrato indefinido a O Grove.
Sostiene la dirección del grupo vasco que no le interesa desarrollar urbanísticamente la parcela de Vilaxoán, a orillas de la ría de Arousa. No ocurrió lo mismo en Bermeo. En el 2001, la venta de su propiedad original le permitió a la conservera vasca financiar su traslado al polígono industrial de Lamiaren Aranburu, en el vecino municipio de Mundaca. La distancia es prácticamente inapreciable, 2 kilómetros (la gente de Vilaxoán tendrá que recorrer cada día 60 kilómetros) que permiten a Garavilla un mejor acceso al puerto de Bermeo, a caballo de ambos ayuntamientos, y una parcela de 31.000 metros cuadrados. Cuestión curiosa. De esta superficie, apenas 7.000 metros han sido edificados con la nueva zona de fabricación y las oficinas centrales del grupo. Son instalaciones punteras, que han costado 6 millones de euros, aunque su nave es la menor de las seis que posee la compañía. De hecho, los terrenos de Vilaxoán admiten todavía una ampliación en 5.000 metros cuadrados, de acuerdo con el PXOM. Paradojas: la factoría de Bermeo está preparada para acoger a una plantilla de 150 trabajadoras, las mismas que empleaba Cuca en los buenos tiempos.
«Es una ciudad», aprecia un vecino mientras observa los edificios de 6 y hasta 9 plantas que se levantan sobre lo que un día fue La Equitativa. «Unas 280 viviendas», calcula el Ayuntamiento, que en diciembre otorgaba licencia de habitabilidad al último de los bloques que ensombrecen el viejo caserón de José Garavilla, cedido al pueblo pero sin uso, del que andamios y redes cuelgan como telarañas.