La fiscalía pide desestimar la denuncia del arousano condenado por narcotráfico
05 jul 2018 . Actualizado a las 11:45 h.«Fuera, fuera, fuera». Las voces airadas de decenas de mujeres envolvieron ayer a Laureano Oubiña a su salida del juzgado de Vilagarcía. En esta ocasión, el cambadés, condenado por tráfico de hachís y blanqueo, había acudido al edificio de A Mariña como acusación: pretendía ajustar cuentas con Carmen Avendaño, a la que denunció por injurias al entender que había insinuado en un programa de radio que había traficado con «otras drogas» diferentes al hachís. Su abogado presentó esos hechos y pidió una condena simbólica, de un euro. La defensa solicitó la libre absolución para Avendaño. Y la Fiscalía pidió al juez que desestime la demanda. A su juicio, en este duelo de derechos fundamentales -el derecho al honor de Oubiña, la libertad de expresión de la mujer que fundó Érguete- gana el segundo. La condición de Oubiña como personaje público y la importancia de la libertad de expresión como «garantía de una sociedad libre» son los argumentos que esgrimió el Ministerio Público.
Siguiendo el juicio, un nutrido grupo de compañeras de Avendaño la arropaban dentro y fuera de la sala. Para ellas, lo que ayer ocurrió en Vilagarcía era un despropósito. Un esperpento. Un intento del cambadés de ganar notoriedad y vender «el libro que dice que escribió». Carmen Avendaño mantenía el temple, como tantas veces lo ha hecho a lo largo de los años. Antes de entrar a la sala, donde hace doce años se enfrentó por una causa similar con Marcial Dorado, reconocía estar deseando acabar con esta historia. Y una vez ante el juez, se reiteró en lo dicho en el programa de radio.
«No mencioné nada que no fuese el hachís», dijo. Cuando relacionaba al cambadés con «otras drogas» se refería al tabaco. También explicó que «si contesto más a este señor que a otros» es porque Oubiña «es un bocazas». Luego matizó esa palabra. «No tiene continencia en sus declaraciones. Y si ataca a la asociación a la que represento y dice cosas que hieren a las familias, tengo que contestarle». Avendaño fue firme. Y aprovechó para reivindicar los peligros del hachís y denunciar los beneficios penitenciarios que, a su juicio, disfrutan quienes cimentan sus negocios en esa lacra. Para ella, Oubiña forma parte de esa realidad. «Que se vaya a la puñeta. Que haga su vida y que no haga más daño», dijo.