La peatonalización de Arcebispo Lago y su mobiliario han despertado la previsible polémica
22 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.En Vilagarcía pasan cosas que no suceden en otras ciudades, pero estamos tan acostumbrados a ellas que no les damos importancia. En Vilagarcía, por ejemplo, las reinonas compran los sábados ramos de flores por puro deleite. No son ramos de flores para honrar a los muertos ni para seducir a los vivos, sino ramos de flores para disfrute propio, para el placer y el gusto de las reinonas, que se los llevan a casa y alegran con ellas los rincones y las mesas.
Las reinonas son todas las vilagarcianas o, cuando menos, todas aquellas que acuden al mercado de los sábados y son bautizadas así por La Morena, un gitana muy dispuesta, zalamera y profesional que vocea su mercancía textil en la subida a Vista Alegre y se dirige a su clientela femenina con este apelativo: “Reinonas, acercaos, reinonas, que aquí prima la calidad, todo es de firma y La Morena está liquidando”. Ella, o sea, La Morena, tiene una voz tan poderosa que no necesita megáfono para imponerse por encima de otras voces más tímidas que anuncian ‘calzoncillos maravillosos’ o ese eslogan ya clásico, auténtico hallazgo del márketing vilagarciano de mercadillo, que se escucha los martes y los sábados entre el Con y Conde Vallellano: «Rubias, ¿quién anda sin bragas por un euro?».
Pero lo más bonito del mercadillo sabatino, los martes se ve menos, es el hábito tradicional de que las señoras vilagarcianas compren un ramo de flores porque sí, para disfrute personal, un lujo menor, pero significativo, paradigma del buen gusto, de la estética, del saber vivir… Cada sábado, una porción de pan de Bandeira, Carral o Cea, medio kilo de fanecas y un ramo de flores. Así por los sábados de los sábados. Y es tan habitual, casi rutinaria, esta costumbre que no nos fijamos en su excepcionalidad, en que pocos lugares tienen tan asentada esta tradición del ramito sabatino.
No sé si este gusto por las flores está detrás de la decoración floral de la Praza de Galicia o si simplemente se trataba de espantar a los suicidas involuntarios que se lanzaban de cabeza a sus flamantes fuentes. Ahora regresan las fuentes y las flores. Acaba de presentarse el proyecto de peatonalización de Arcebispo Lago y, efectivamente, vuelve a estar presidido por las fuentes y las flores. Los arquitectos, que siempre procuran encontrar una teoría y una filosofía para justificar ideológicamente sus propuestas, aunque se trate de una simple pared de ladrillo visto, explican que la razón de tanta agua estriba en que esa calle, antiguamente, era una marisma. Con ese razonamiento, Vilagarcía entera debería ser una fuente. Lo de las flores no lo justifican, pero ya les regalo yo una teoría con fundamento: es para homenajear a las señoras vilagarcianas, que llevan décadas, quizás siglos, comprando en el mercado ramos de flores, que luego se llevan a casa felices y ufanas por Arcebispo Lago.
Rey Daviña, Praza de Galicia...
Cuando se peatonalizó Rey Daviña, hubo polémica, cuando se humanizaron (término muy de arquitectos con conciencia) las plazas de Galicia e Independencia, hubo quejas. ¿Alguien pensaba que la peatonalización de Arcebispo Lago iba a irse de rositas? De eso nada. Fue presentarse y enseguida saltaron las alarmas: si ponemos agua en vez de árboles, estamos contribuyendo al cambio climático, dicen por un lado; para qué tanta agua si lo que sobra en Vilagarcía es precisamente eso, agua, argumentan en mi entorno; ¿cómo vamos a ir al mercado si no podemos pasar con el coche?, se escandaliza un buen amigo. Ya está liada y solo se ha presentado el proyecto.
He seguido periodísticamente de cerca peatonalizaciones en Santiago, en Vilagarcía, en Oviedo y en Cáceres y en todos los casos se ha producido el mismo proceso: quejas vecinales y de comerciantes primero, rasgarse de vestiduras durante las obras, escepticismo al inaugurar y entusiasmo al cabo de un mes de funcionamiento. Tras asistir a tantas peatonalizaciones con polémica, he acuñado un eslogan irrefutable: ‘Quien peatonaliza gana’.
Aunque el caso de Vilagarcía es distinto. La nuestra es una ciudad de arquitectos. No conozco el caso de ninguna otra urbe donde los arquitectos hayan tenido tanto poder municipal. En los equipos de gobierno u oposición que han pasado por Ravella, siempre ha habido algún arquitecto con mucho peso. Recuerden estos apellidos y nombres con los que fueron y son conocidos o recordados: Ferreira, Freijeiro, Ildefonso, Berride, Paola… Si nuestra política municipal ha estado y está tan trufada de arquitectura, es lógico que en la ciudadanía haya también gusto por la opinión, la crítica y la valoración del diseño urbano.
Debates por bancos y tumbonas
Fíjense: mientras en cualquier ciudad estarían encantados por tener tantos bancos y tumbonas en el nuevo mini paseo marítimo de Vilaxoán (ocho bancos en 50 metros), aquí se critica lo que se considera un despilfarro y un desaguisado estético. ‘Nos agobian tantos bancos y tumbonas’, clama el imaginario colectivo con sensibilidad de diseñador exquisito. Aunque para bancos, la Praza da Independencia: están por todos lados.
Así es Vilagarcía o así quieren que sea nuestro gobierno de arquitectos y nuestro mercadillo de floristas y gitanas con gracia que nos tratan de reinonas: una ciudad para pasear mucho y sentarnos más, vestidos de firmas con truco y criticando primero lo que nos entusiasmará después, mientras vamos dejando ramos de flores por búcaros, calles y fuentes, muchas fuentes.