Regístrate gratis y recibe en tu correo las principales noticias del día

El apicultor que se hizo alérgico a las abejas y redescubrió la hostelería

Rosa Estévez
rosa estévez O GROVE / LA VOZ

AROUSA

Martina Miser

Marcos Otero tuvo que dejar las colmenas tras sufrir un shock anafiláctico

03 dic 2022 . Actualizado a las 19:12 h.

A Marcos, hacer miel le encantaba. Hace unos diez años, este grovense decidió buscar alguna actividad al aire libre que le permitiese reconectar con la naturaleza y descargar parte del estrés que acumulaba trabajando en las cocinas de restaurantes de la comarca. Formado en hostelería, pensó en poner en marcha un huerto, pero descartó la idea porque exigía demasiado tiempo. Y acabó descubriendo la apicultura, una ciencia en la que se inició poco a poco, con esfuerzo y llevándose «unha chea de picaduras cada día». Con el paso de los años, su actividad en los montes se había consolidado hasta tal punto que centró todos sus esfuerzos en cuidar «As colmeas do meco», su marca comercial, dejando atrás una hostelería que no era lo que él había esperado. En los montes tenía que lidiar con las velutinas y con los incendios, pero se sentía capaz de hacerlo. Sobre todo tras haber invertido en un buen traje de protección que lo había librado de ser la diana de las abejas.

No se imaginaba Marcos que aquel traje iba a acabar expulsarlo del monte. «Despois de moito tempo recibindo moitas picaduras, botei seis ou sete meses sen sufrir ningunha», recuerda. Pero, de repente, un día se acabó su buena suerte. Una abeja logró alcanzarlo con su aguijón e inmediatamente sufrió unas congestión de nariz. «Fun ao médico a preguntar e díxome que podía ser alerxia. Non o podía crer, se cando empecei levaba picaduras todos os días!», recuerda. «Pasara moito tempo sen levar ningunha e o meu corpo esquecera como responder ao veleno», indica. Sorprendido, Marcos no pensó entonces en lo que se le venia encima. «Pasoume algunha vez máis, pero sempre era iso, conxestión». Hasta que llegó el día: «Picoume unha abella na barba e díxenlle á miña moza, que estaba comigo, ‘imos para o médico agora mesmo’». Y es que en un instante notó como «o meu corpo empezaba a arder por dentro», y como la voz de su novia le llegaba lejana, extraordinariamente lejana, «como se houbera unha parede entre os dous».

Ocurrió en un monte de Sanxenxo, así que pusieron rumbo al centro de salud de Baltar, al que llegaron cuando Marcos ya casi no podía respirar. La inyección que le suministraron le devolvió la vida y le obligó a mirar de frente a sus circunstancias. «En canto saín do centro de saúde chamei a un amigo e pregunteille se quería quedar coas miñas colmeas». Por aquel entonces eran alrededor de 150.

Desde aquel día, Marcos está tratándose, reeducando a su sistema inmunológico para que el veneno de una picadura no le cause un daño como el sufrido en 2019. «Tal vez que se hoxe me picase unha abella non me pasaría algo así, pero a verdade é que non teño necidade de pasar por unha situación coma esa outra vez», reconoce.

Este grovense nunca ha tenido miedo a reinventarse, todo lo contrario. Aún trabajaba sus colmenas cuando comenzó a ir al mar, a recoger navaja y erizo. Y todo eso lo compaginaba con un trabajo de fin de semana en un local amigo de Sanxenxo al que le había diseñado la carta: «Acabara moi canso da hostalaría, pero o tema da cociña gústame, formárame para iso, e apeteceume facer aquel traballo».

Así que, tras quedarse sin abejas, tenía dos caminos ante él: el mar o los fogones. La decisión le llegó como una revelación. «Xa levaba un tempo pensando que ir ao mar é un traballo moi duro; andar á navalla é moi bonito, pero ao ourizo e máis perigoso». Así que la hostelería ganaba puntos, aunque recordar el estrés al que vivió sometido durante su primera etapa laboral se los restaba por otro lado. «Todo cambiou un día cando baixei mercar o pan. En vez de volver a casa polo camiño de sempre, collín outro. E entón vin o local no que agora teño a tapería, baleiro». A partir de ahí todo ocurrió muy rápido: hizo un par de preguntas, le contestaron con una oferta muy ventajosa y, sin darle más vueltas que las justas y necesarias, Marcos se convirtió en empresario de hostelería. «Abrimos o 16 de xaneiro do 2021», recuerda, y la acogida del público ha sido «moi boa, dende o primeiro momento». La hostelería quiso recibirlo con los brazos abiertos.

Martina Miser

«Non tiven ningún problema para atopar persoal; ofrezo o que me gustaría que me tiveran ofrecido a min no seu momento»

Marcos es ahora el dueño de su propio negocio. Reconoce que trabaja muchas horas, quizás incluso más que antes, pero que lo hace «cunha ilusión distinta» Como empresario del sector no ha tenido ningún problema a la hora de encontrar personal para atender su negocio. Quizás tenga algo que ver que él, antes que fraile, fue cocinero, y nunca mejor dicho. «Ofrezo á xente o que me gustaría que me tiveran ofrecido a min no seu momento», dice. El trabajo de la hostelería es muy estresante. «Hai momentos que son duros, que se acumula o traballo». Y sabiendo eso, entiende que hay que compensar a la plantilla, que en su caso está integrada por tres personas fijas y una cuarta que acude para hacer refuerzos en momentos puntuales y sustituciones. «Aínda que o local funcionou ben dende o principio, a situación está como está, así que os salarios van polo convenio», explica Marcos. Sin embargo, sus trabajadores tienen dos días de libranza a la semana —en verano bajan a uno, pero «os outros ben se cobran, ben se recuperan ao final da tempada»—. Además sus trabajadores tienen seis semanas de vacaciones al año: «Traballamos todos os festivos, e iso hai que compensalo», señala un hostelero que cree que es necesario que su sector normalice unas condiciones de trabajo adecuadas.

Apoyándose en un equipo en el que confía completamente, Marcos se concentra en la cocina. En su tapería ofrece «pratos deseñados, normalmente, para compartir entre dúas ou tres persoas», y en los que mandan los productos locales y de temporada elaborados de formas que rompen con la monotonía de las cartas de tapas tradicionales. «Dámoslle unha voltiña ás cousas», dice Marcos, el hostelero pródigo.