El diagnóstico de los expertos es claro y crudo: sobra droga y su precio está por los suelos, las organizaciones especializadas son cada vez más violentas y no tienen límite presupuestario; frente a la falta de medios policiales y juzgados, que alimentan la tormenta perfecta en Galicia y España
12 ene 2024 . Actualizado a las 11:35 h.El narcotráfico es un fenómeno criminal imposible de parar. Nada nuevo. Faltan medios policiales y judiciales para frenar la llegada de grandes alijos a España por el Atlántico, pero también la distribución y venta en tierra. Nada nuevo. Las organizaciones criminales se han internacionalizado, aúnan intereses en busca de más beneficios. Nada nuevo. Tampoco que las tecnologías utilizadas por el narco lo vuelve invisible ante sus captores, que nada pueden hacer mientras debaten si intervenir esas comunicaciones supone una violación de su intimidad. A mayores: la violencia entre organizaciones rivales va en aumento. Eso tampoco resulta nuevo, aunque sí más reciente en Galicia y en España. No tanto en Europa del Este o Centroeuropa. Qué decir de Sudamérica o Centroamérica.
La actualidad recogida en medios de comunicación supone el mejor termómetro. Es semanal, cuando no diaria, solo en Galicia. Pero oírlo de boca de quienes encarnan la lucha contra el narco en estas latitudes resulta pavoroso. Conocen mejor que nadie la realidad de la calle, las costas y la que surca clandestinamente el Atlántico. El miércoles se citaron en A Estrada, en la Academia Galega de Seguridade Pública. Jueces, fiscales, guardias civiles, policías nacionales, funcionarios de Vigilancia Aduanera, prisiones o especialistas en seguridad internacional y terrorismo. Los convocó la Fundación Galega contra o Narcotráfico. La perspectiva no fue regional. El prisma aportado partió de lo internacional, que está directamente relacionado con las Rías Baixas por su papel protagonista en el tablero global del crimen organizado.
«Uno sale con peor cuerpo del que entró por la crudeza de la realidad», explica Fernando Alonso, gerente de la entidad organizadora: «Sabemos la realidad, pero oír que cuesta tanto solo contenerla, con todos los esfuerzos que hace el Estado, es duro», añadió.
Los presentes aportaron soluciones, algunas reiterativas y que invitan a preguntarse por qué no están superadas. La principal: una, clamorosa, implica mayor transparencia y coordinación entre unidades especializadas. También se subrayó la necesidad de atacar al bolsillo del narcotráfico. Nada nuevo tampoco. El Congreso de Bamio, organizado por el mismo agente social, ya concluyó hace 30 años, de la mano de los primeros espadas de la lucha judicial contra el narco, que ese era el camino a seguir. Pero tres décadas después, la situación es peor. Ya no solo por la falta de juzgados, o investigadores policiales; los narcos son más violentos. De gatillo fácil. «Importan los métodos de su países de origen a una zona con una cultura ajena a semejante escenario», concreta Alonso.
Coherencia legislativa
El diagnóstico clínico para frenar la expansión de la gangrena generada por el narco en Galicia o España implica la prescripción de varias recetas. Las plantean los facultativos que intentan cortar esta forma de pandemia al demandar que los sistemas legislativos de los países implicados puedan aunarse para que unos no persigan a estos criminales montados en Ferraris, mientras otros van en un dos caballos. Macarena Arroyo, fiscal delegada Antidroga en el Campo de Gibraltar, aportó la experiencia en su territorio comanche. También el nuevo fiscal delegado Antidroga en Pontevedra, Servando Caíño, o Juan Carlos Carballal, magistrado titular del Juzgado de Instrucción número 4 de Vigo.
La ponencia de Abel Rodríguez, capitán de la Guardia Civil que intervino en la jornada del miércoles, resultó especialmente ilustrativa. Concretó con un ejemplo elocuente lo que implica esa escalada de violencia asumida por el narco da terra cuando recordó el día en que un investigado, mientras su vivienda era registrada, encañonó a la comitiva judicial con una escopeta. Otro caso, más reciente, cristalizó en el último operativo contra el narco en la comunidad. Trabajaba principalmente hachís, y tenía su zona de confort en Cangas. No dudaban en protegerse de posibles ataques de la competencia o de sus captores policiales con armas cortas de fuego.