El cuatrienio municipal ha comenzado con denuncias casi diarias de los populares
08 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.El jueves 14 de septiembre, a las nueve de la mañana, una brigada de obras del Ayuntamiento de Vilagarcía estaba trabajando en la calle Arzobispo Lago para arreglar las zonas verdes y acuáticas. Arreglaban los desperfectos y eliminaban los detalles de dejadez denunciados en la prensa esa misma mañana por la oposición del grupo municipal del PP.
Este cuatrienio municipal, que se presenta emocionante y tenso, con un PP crecido y seguro y el PSOE más debilitado de los últimos años, ha empezado con un toma y daca de denuncias de la oposición sobre deficiencias urbanas y rurales y reacciones desde el Ayuntamiento eliminando cualquier anomalía al instante.
La situación no deja de tener su paradoja pues es como si el PP hiciera el trabajo al PSOE. Los concejales socialistas no necesitan recorrer el término municipal para arreglar baches, bombillas fundidas ni maleza invasiva, sino que ya van los del PP, denuncian y la brigadilla actúa ipso facto y a tiro fijo. Aunque, paradojas aparte, lo cierto es que el esfuerzo popular por estar alerta es encomiable y avisa de que el equipo de Alberto Varela no se puede dormir en los laureles de la mayoría absoluta, que, asegura todo el mundo, es lo que pasa en Vilagarcía cuando ganas por goleada.
Así que se ha acabado la política plácida y el equipo de gobierno ha de ponerse las pilas o el PP, cada vez más fuerte y seguro de sí, le irá comiendo terreno hasta volver a ser aquel partido de los tiempos de Rivera Mallo que conectaba con la Vilagarcía real.
En los años 90, José Luis Renda, entonces presidente de la Federación Arousana de Baloncesto y luego político de corto recorrido, impulsó una revista de básket que, creo recordar, se publicaba cuando el Inelga masculino jugaba en casa. En ella, escribía un servidor una sección bajo el epígrafe Misa, baloncesto y paella, tres actividades tradicionales de muchos vilagarcianos de entonces, que, tras asistir a misa, acudían al pabellón de Fontecarmoa y luego se reunían en familia a comer la tradicional paella dominical.
En esa línea de tradiciones acendradas y populares de la Vilagarcía real se mueve Ana Granja, la nueva líder tranquila del Partido Popular en Vilagarcía y de la oposición municipal. Ana, que precisamente era vecina del Callejón del Viento, prácticamente una adolescente, cuando empezó a publicarse esta sección a finales de los 80… Ana Granja, digo, está presente en cuanta actividad popular se celebra. Se la ve en el fútbol, en el baloncesto, en gimnasia rítmica… Y se comenta que se la ve. Eso es nuevo en una líder de su partido o, cuando menos, es novedad reciente tras muchos años de alejamiento de la vida ciudadana. ¡Qué tiempos aquellos en los que los discípulos de Seso Giráldez competían con los de Rivera Mallo en los entierros dando cabezadas y pésames en sepelios en los que no conocían ni al finado ni a ninguno de sus familiares!
Resulta curioso cómo, en la nueva política vilagarciana, hay bastantes jugadores de ajedrez de alto nivel. Están Julio Torrado por el PSOE, Juan Andrés Bayón por el PP, Gonzalo Bouza Brey por Podemos, César Roo por Izquierda Unida… Los políticos ajedrecistas interesan porque son buenos estrategas a largo plazo. El ajedrez es un juego que obliga a prever las jugadas con antelación, no se basan en un par de movimientos inmediatos como el juego de damas, sino en el largo plazo. El ajedrez exige capacidad de abstracción y visión de futuro. Las damas son más del aquí y ahora. Los políticos vilagarcianos de ayer eran buenos para las damas. Los jóvenes políticos actuales son ajedrecistas y eso garantiza amplitud de miras mientras no se malogren y prefieran comer por comer, dama por dama.
Ante estos cuatro años de gobierno municipal con sobresaltos de Alberto Varela y su equipo, los encuentros con vilagarcianos por la calle y sus comentarios auguran una gran división de opiniones. Uno de los grandes debates es si está sucia Vilagarcía. He escuchado esa acusación en camareras y comerciantes, que también se quejaban de la excesiva peatonalización. Claro está que esa peatonalización es lo que atrapa a turistas, visitantes de ocasión y jubilados de adopción.
Una señora me para en Castelao, me saluda, se presenta y me comenta lo bien que está Vilagarcía para, a continuación, desgranar varios casos de jubilados de Madrid y Barcelona que, sin conocer de nada la ciudad ni tener familiares, se han establecido aquí por lo llana que es (uno de ellos intentó quedarse en Vigo, pero no podía con las cuestas), lo accesible y paseable que resulta y lo bien que está. «Vilagarcía es la ciudad perfecta para jubilarse», concluye. A lo que replica un empresario con quien comparto un café razonando que, para jubilados, muy bien, pero para jóvenes con ansia de trabajo, no tan bien.
Un profesor, compañero de muchos años y hombre independiente y con criterio, ensalza la vida cultural vilagarciana y un artista ya maduro lamenta la falta de riesgo en la programación cultural. Y así, como siempre ha sucedido en Vilagarcía, la vida sigue entre opiniones encontradas, actitudes críticas saludables y Ana Granja dejándose ver y avisando de que el PP vuelve. Van a ser cuatro años muy interesantes.