El bum de los clubs de lectura: libros, café y buena conversación para vencer a los hombres grises

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MONICA IRAGO

En la librería vilagarciana Hojas de Lorien funciona un club de lectura que no para de crecer; el último libro compartido fue «Momo»; el próximo será «Frankenstein»

07 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Va creciendo al mismo ritmo que nosotros, engordando con cada sueño al que renunciamos, dando un estirón con cada ilusión perdida, con cada afición abandonada. Y de repente, un día alguien nos dice que hemos madurado y en el espejo ya no estamos nosotros, sino ese ser gris que llevamos dentro. Un representante del banco del tiempo que no nos permite perder ni un minuto, ni un segundo siquiera, en hacer algo que no sea productivo. De esos seres, devoradores de vida, advertía Michael Ende desde las páginas de su novela Momo. Es, en teoría, una novela infantil. Pero en el club de lectura que se reúne en la librería Hojas de Lorien (Vilagarcía) las páginas han sido leídas y releídas por ojos adultos que han encontrado en aquel texto de 1972 algunas claves del mundo que habitamos medio siglo después.

Momo ha sido el título del mes de septiembre en la pequeña librería de la calle Edelmiro Trillo. Anabel Roca, la responsable de este pequeño paraíso de libros leídos y queridos, decidió hace ya tiempo hacer caso a sus clientas —las mujeres llenan la tienda— y poner en marcha un club de lectura. Un espacio en el que poder desgranar los libros, compartir impresiones, aprender cosas nuevas. Aquellas primeras reuniones fueron corriendo de boca en boca, de lectora a lectora, y a estas alturas Anabel tiene que organizar varios grupos por cada libro que pone sobre el tapete. Escoge cada título con el mismo mimo con el que hace todo lo demás: en octubre toca Frankenstein. La obra de Mary Shelley, un clásico visitado y revisitado tantas veces por tantos creadores posteriores, será el centro de unas conversaciones que se despliegan con calma en la parte de atrás de la librería, en un rinconcito lleno —como no podía ser de otra manera— de libros.

A las ocho y media de la tarde, la reja a medio bajar de la librería indica que en el interior aún hay movimiento. Abrimos la puerta y avanzamos entre las estanterías llenas de libros y detalles, siguiendo el murmullo de voces y risas que llega del fondo del local. Allí, entre butacas y sillas cómodamente tapizadas, Anabel ha desplegado una mesa sobre la que hay bonitas tazas de café y tentadores bizcochos: la escena parece sacada de una novela. Ocho mujeres y un hombre —ellas siempre ganan— tienen ante sí sus ejemplares de Momo; la mayoría han colocado también con cierto esmero libretas abiertas y llenas de anotaciones.

Todas estas personas han llegado al lugar que ahora ocupan por un motivo. En algunos casos, como el de Alba, porque tras varios años absorta en la preparación de unas oposiciones, ahora ha vuelto a reencontrarse con su amor por la lectura. «Y las novelas que leía antes y que me encantaban, ahora las detesto», dice. Buscando nuevos horizontes llegó a Hojas de Lorien y a su club de lectura. Y es que la librería tiene un magnetismo que atrapa. «Entras aquí y te encuentras con que la gente habla de libros, que parece algo muy obvio pero que en realidad es algo muy raro hoy en día», cuenta Marta, otra de las habituales. Ella fue quien introdujo en el grupo a Arancha, que ha llegado hace poco a la ciudad y que ha encontrado entre las páginas de los libros una buena manera de hacer amistades. Cristina también llegó a las reuniones del club de lectura atraída por la posibilidad de intercambiar opiniones y puntos de vista con otras personas sobre los libros que lee. «Eso amplía horizontes», dice. Y Nerea, que suele compartir sus lecturas en redes sociales, quiso dar un salto al mundo real y probar a «reunirse y hablar de libros con gente». Haizea y Brais, dos amigos que en gustos literarios son como el perro y el gato, se apuntaron a la reunión dispuestos a descubrir nuevos géneros literarios, nuevas voces, nuevas opiniones sobre libros compartidos.

El club de lectura sirve, pues, para abrir muchas puertas. Pero también para tender puentes entre la literatura y la realidad. La lectura de Momo, permite mirar a nuestro alrededor y encontrar paralelismos aterradores entre su mundo imaginario y el nuestro. En 1972, Ender «clavó» su futuro, nuestro presente, en el que nos hemos obsesionado con la productividad, con sacar partido a cada segundo de nuestro día: niños con agendas llenas de extraescolares, entrenamientos deportivos en inglés para aprovechar bien la tarde... Y luego, la paradoja de las pantallas y las nuevas tecnologías, en las que nos sumergimos durante horas al menor descuido.

¿Pero qué es, exactamente, eso de perder el tiempo? ¿Acaso los hombres de gris no estarían horrorizados ante un club de lectura como este en el que nos hemos colado? Probablemente sí, y esa idea provoca unas cuantas sonrisas. Anabel, que es la armadanzas de todo esto, comparte su receta: un foro como este exige cuidar la elección de los libros. El primero que propuso fue La sociedad literaria del pastel de piel de patatas de Guernsey, de Mary Ann Shaffer y Annie Barrows, una historia en la que la literatura, como siempre, es un arma de resistencia.