En la Meseta, el marisco son langostinos de Burgos y la ría de Arousa es el gastroparaíso
13 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.En mi barrio de Cáceres, la Festa do Marisco de O Grove ha vuelto a ser tendencia. En los años posteriores a la pandemia, las excursiones populares a la ría de Arousa en el puente del 12 de octubre dejaron de programarse para dejar sitio a viajes más espirituales. Cambiaron los excursionistas el paseo en barco por la ría comiendo mejillones y las raciones mecas de vieiras y nécoras por una santa novedad que llenaba de estupefacción a los sibaritas del barrio. En vez de viajar a O Grove, se puso de moda viajar a Granada para visitar la tumba de Fray Leopoldo de Alpendeire, un beato a quien el coronavirus elevó a un estatus de veneración parejo al San Antonio, San Judas o Santa Rita. Parece ser que antes de la pandemia ya era popular en Andalucía como santo conseguidor y la Covid acabó de entronizarlo de Madrid hacia abajo.
Este año, sin embargo, la cordura sensual se ha impuesto al atavismo milagrero y, a finales de agosto, en los escaparates de las multitiendas, en las farolas y en las marquesinas del bus urbano volvieron a aparecer las propuestas populares de Excursiones Pedro y Mari, Autocares Luciano y Viajes Vicente ofertando viajes a la Festa do Marisco: cuatro días por 350 euros en habitación compartida y pensión completa que no incluía las raciones de camarones.
Hay que entender las ensoñaciones de los españoles de tierra adentro cuando ven un pasquín en una farola anunciando marisco «a esgalla». Más allá del telón de grelos, el marisco más popular es el langostino criado en piscifactorías de Burgos o Valladolid. Si bien es verdad que la situación está cambiando y, desde hace un lustro, es muy común en los restaurantes de la Meseta y Extremadura que aparezcan en la carta vieiras al horno. Por el precio de la ración (15 euros ocho piezas) es imposible que sean vieiras. Y, efectivamente, cuando llegan a la mesa, descubres que son humildes volandeiras chilenas.
Cuestión aparte son las almejas, que, en las pescaderías que frecuento, suelen provenir de A Illa y de Rianxo. Otro producto que triunfa tras la pandemia es el pulpo. Antes, era prácticamente imposible encontrarlo. Si acaso, conseguías unas rodajas envasadas de potón. Ahora es distinto. En el interior de España, no hay restaurante sin pulpo y eso sí, lo preparan como les parece, que suele ser de manera aberrante: asado con salsas picantes, acompañado de queso, en un cruasán con mahonesa y otras salsas… A la gente le gusta, qué le vamos a hacer, pero es una blasfemia gastronómica y jamás se me ocurre pedirlo. Además, se está extendiendo una teoría extraña según la cual, el pulpo a feira sería un invento de los pastores trashumantes de León y los arrieros maragatos, que bajaban a Extremadura con pulpo seco de Marín, llegado hasta el monasterio de Oseira como tributo a los monjes. Los maragatos, ya en Extremadura, aliñaban el pulpo con aceite de aceitunas manzanilla cacereña y pimentón de la Vera. Y de la Maragatería pasó a Galicia. En fin, teorías.
Sé que una ración de ocho vieiras no puede costar 15 euros porque no olvido cuando pedí vieiras por primera vez hace 40 años en O Grove, me sirvieron solamente una y me soplaron 600 pesetas. Enseguida aprendí que había que comprar las vieiras en octubre en la lonja de Cambados, congelarlas y llevarlas a casa para sorprender en Navidad, pues fuera de Galicia eran poco conocidas y aún no se había puesto de moda el Camino de Santiago.
Para entender ese desconocimiento, baste la anécdota de dos motoristas de la Guardia Civil que, el día siguiente del 12-1 a Malta, me pararon por Salamanca, descubrieron mi cargamento de 100 vieiras y, en vez de pedirme guías o facturas, se interesaron por saber qué demonios era aquello tan raro y quedaron encantados con la explicación y las recetas que les facilité.
O Churrasco de Rubiáns
La Festa do Marisco es lo máximo en crustáceos, bivalvos y cefalópodos, atrae a ministros, reyes eméritos, gobernantes en general y famosos de toda condición. Y ya se acaba. Pero el marisco «a esgalla» sigue. Cuento los días que faltan para el Black Centollo. Disfruté tanto el año pasado que este año repito como sea. Ya saben que el Black Centollo es esa locura que se ha inventado Juan José García Gerpe en O Churrasco de Rubiáns.
El local lo abrió su padre en 1979 y no ha parado de crecer hasta llegar a tener varios comedores para 300 comensales. Estuve en él al poco de su fundación, cuando el recordado socialista Seso Giráldez dio un mitin en uno de los comedores y, a mitad del acto político, las chicas de un club de alterne próximo entraron a tomar algo, se acercaron a escuchar y acabaron sentándose en unas sillas detrás de Giráldez. Fue el mitin más berlanguiano en la historia del PSOE vilagarciano.
Muchos años después, Juanjo se hizo cargo del churrasco familiar y no ha dejado de inventarse propuestas modernas: el Churras-Car, que dejó chico al McAuto, la salsa O Churrasco, que ha llegado al Club del Gourmet de El Corte Inglés, o este Black Centollo, que el año pasado despachó 1.500 piezas y es mi Festa do Marisco favorita.