Del Hortensia a la dana de Valencia

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

VITOR MEJUTO

El informe de que ocho concellos arousanos tienen zonas inundables nos pone en alerta

10 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace 15 días, el lunes 28 de octubre, el Diario Oficial de Galicia publicó una actualización del Plan Especial de Protección Civil ante el Riesgo de Inundaciones (Inungal). Se revisaba y actualizaba el plan 23 años después y su objetivo era y es reducir el riesgo de inundaciones en los municipios gallegos más vulnerables, que son 170, es decir, más de la mitad de los 315 concellos de Galicia.

La publicación de este plan hubiera pasado sin pena ni gloria si al día siguiente no hubiera estallado la tragedia de la dana valenciana. Pero tras las catastróficas inundaciones, nos hemos puesto en estado de alerta. La pregunta es por cuánto tiempo.

En la lista de esos 170 ayuntamientos con alto riesgo de inundaciones aparecen ocho arousanos: Valga, Pontecesures y Catoira con riesgo alto; Cambados, Ribadumia y Vilanova con riesgo medio; y O Grove y Vilagarcía con riesgo bajo. Son ocho concellos con Áreas con Riesgo Potencial Significativo de Inundación (ARPSI) y hemos empezado a temblar ante la posibilidad de que un ciclón, una borrasca o una ciclogénesis traigan consigo la desgracia. ¿Por cuánto tiempo estaremos alerta? ¿Cuánto tardaremos en relajarnos, hacer caso a los negacionistas del cambio climático y acomodarnos en el escepticismo convencidos de que, al fin y al cabo, casi nunca pasa nada?

Sabemos que Vilagarcía está en terrenos que le robamos al mar y que algunas de nuestras calles más céntricas discurren por encima de arroyos y riachuelos. De vez en cuando, la lluvia descarga con virulencia sobre la ciudad, nos asombran las fotos de Rey Daviña convertida en un embalse y al día siguiente procuramos olvidar el problema, no vaya a ser que nos angustie más de lo razonable.

¿Se acuerdan del Hortensia? Fue en octubre del 84, nos marcó y cambió la manera de informar sobre el tiempo y de avisar de los peligros meteorológicos. Aquel 4 de octubre de hace 40 años, nos refugiamos en las habitaciones interiores de nuestros domicilios temiendo que el viento reventara los cristales. El huracán penetraba por unas ventanas que no conocían aún el Climalit y aprendimos a temer a los elementos furiosos como no lo habíamos hecho antes, cuando las tempestades no tenían nombre y el anonimato facilitaba el olvido.

El Hortensia dejó seis muertos en España y un herido en Vilagarcía. Acabó con 68 bateas de O Grove, Cambados, Vilanova y A Illa. Ni ese jueves 4 ni al día siguiente, los alumnos de A Illa pudieron venir a clase al instituto de Fontecarmoa porque la motora que unía A Illa con el continente suspendió sus viajes. Aún surcaba la ría cada mañana temprano, en el viaje de ida, y al mediodía, en su viaje de vuelta, el barquito de color verde que unía Vilagarcía y Rianxo y sufrió serios desperfectos en su casco. Casi todos los invernaderos de Cambados fueron destrozados, se fue la luz, se cortaron las carreteras…

Evidentemente, el Hortensia no tuvo efectos tan graves como la dana de Valencia, pero sí marcó un antes y un después. Cuando el temporal Klaus nos atemorizó 25 años más tarde con vientos de 200 kilómetros por hora, ya sabíamos de qué iba la cosa, aunque nos hubiéramos relajado bastante. Pero el temporal que nos marcó de verdad fue el Hortensia. Tras él, aparecieron las alertas de colores y durante unos años, ante cualquier previsión con peligro, se suspendían las clases y los barcos eran obligados a quedarse en los puertos.

Al principio, estas medidas preventivas se aceptaron con resignación, pero poco a poco fuimos dando paso al escepticismo y la ironía. Nuestro razonamiento era que los gobernantes se habían puesto histéricos y, en cuanto caían cuatro gotas, mandaban a los niños a casa provocando problemas de conciliación, ordenaban amarrar los barcos en los puertos, provocando la ruina de pescadores y mariscadores, y asustaban a los turistas, que no venían a Galicia provocando el cierre temporal de hoteles y restaurantes.

El Hortensia también influyó en la forma de informar del tiempo. La meteorología televisiva dejó de ser un apéndice del Telediario para cobrar vida propia y tener minutos exclusivos. Al bautizar los fenómenos atmosféricos peligrosos, la información del tiempo se dramatizó hasta convertirse en un espectáculo: parecía el anuncio de un filme de catástrofes donde los villanos eran borrascas y ciclones llamados Klaus, Katrina, Lorenzo, Leslie, Filomena o Kirk.

El problema es que tanto dramatismo nos vacunó contra el peligro y perdimos el miedo. Los ciudadanos normalizamos los avisos de catástrofe y los gobernantes prefirieron ser prudentes antes de arruinar un fin de semana turístico, frenar la productividad o volver locos a los padres con los niños en casa. Lo de Valencia ha supuesto un recordatorio de que la tempestad sigue ahí y toda prudencia es poca. El mapa de zonas con riesgo de inundaciones es un aviso que no va a caer en saco roto y señala el peligro de los arroyos y ríos Valga, Louro y Ulla en Valga; Pozas, Gondomil, Catoira y Ulla en Catoira; Ulla en Pontecesures; O Con, Guillán, Leiro, Lomba, Sordido y Santa en Vilagarcía; Lobeira y Umia en Cambados; Fondón y Chanca en Meaño; Umia y Ribadumia en Ribadumia; Sisto, Landeira y Umia en Vilanova; Rasoeiro en O Grove y Umia y Marís en Vilanova.