Una delegación de la ONU en O Grove

Rosa Estévez
rosa estévez O GROVE / LA VOZ

O GROVE

MONICA IRAGO

La cafetería y el hotel Isolino son el presente y el futuro de un negocio que nació como taberna en el año 1934, y que durante la Transición se convirtió en un punto de encuentro social y de intenso debate político

03 jul 2021 . Actualizado a las 22:42 h.

Cuando volvían a O Grove, los mecos que habían pasado parte de su vida en Nueva York se sorprendían al ver cómo habían crecido los edificios de la calle Castelao. Así que la principal arteria comercial de esta villa arousana fue rebautizada como A Catorce. Ese es el marco de la cafetería y del hotel Isolino, un negocio que forma parte de la historia de O Grove. Lo abrieron, en el ya lejano 1934, los padres de Isolino Álvarez. «Era unha taberna, con barriles de viño que traían de Castrelo, de Cambados». En ese negocio, en el que se jugaba la partida y se conversaba, enredaba Isolino cuando era un crío.

A los doce años, aquel chaval dejó de jugar y se incorporó como botones en el Gran Hotel de A Toxa, que fue la escuela de tantos y tantas grovenses que luego se dedicaron a la hostelería. Corría el año 1949, y para entonces la calle de la de Isolino había comenzado a cambiar: se habían abierto cines y salones de baile que habían multiplicado el bullicio en esa zona del casco urbano meco.

El pequeño botones creció profesionalmente. Primero se fue a Pontevedra, a trabajar en la boite del mítico Hotel Universo. Con 24 años, Isolino se marchó a Torremolinos, que por aquel entonces «seguía sendo un lugar virxe, o turismo estaba empezando». Isolino dejó aquel rincón para volver a casa: su padre había fallecido, su madre estaba enferma y necesitaba ayuda. Y el hijo mayor regresó a O Grove con la cabeza llena de ideas y las manos dispuestas a trabajar duro. Eso fue, exactamente, lo que hizo.

MONICA IRAGO

La taberna Isolino -así se llamaba su padre- se convirtió en bar. En la parte trasera abrió sus puertas, a finales de la década de los sesenta, el Grove's Club, un pub pionero en el que se podía tomar una copa, escuchar música y disfrutar de la noche. «Daquela non había ambiente nocturno nin en Sanxenxo», comenta Isolino.

La familia Álvarez Boullosa -porque este negocio es cosa de familia- siguió innovando y trabajando. Con la década de los setenta, la de Isolino dio un cambio radical. El local creció, se hizo más amplio y confortable, preparándose sin saberlo para los tiempos que estaban por llegar: los de la Transición. «Foi unha época moi ilusionante, vivimos un cambio tremendo», comenta Isolino echando la vista atrás.

Él vivió con particular intensidad aquel paso de la dictadura a la democracia. Porque la de Isolino se convirtió en un punto de reunión y discusión política permanente. Era un espacio en el que los concejales y militantes de todos los partidos disfrutaban de la recién conquistada libertad para debatir hasta la extenuación asuntos locales, gallegos, estatales y de política internacional. No es de extrañar que el bar acabase siendo bautizado como «la ONU». Y a Isolino le tocó jugar el papel de observador internacional: «Eu o que fixen sempre foi manter un respecto exquisito polas ideas da xente». «Tiñamos un espazo, en fronte da barra, onde os partidos colocaban os carteis electorais. Dunha vez veu un a queixarse de que tiña posto o do partido de Bea Gondar. Eu díxenlle que aquí colocabamos os carteis de todo o mundo. ‘E logo o teu non está?'», recuerda el veterano hostelero, cuyo local fue escenario del nacimiento de la agrupación del PSOE de O Grove.

Andando la década de los setenta, dio la de Isolino otro salto: abrió el hostal que, con el paso de los años, acabaría transformado en el hotel que es hoy. Un pequeño número de habitaciones en el centro de una localidad que despertaba a un nuevo tipo de turismo. Grandes artistas, como Rafael Alberti, se alojaron en este negocio que siempre ha sabido adaptarse a los tiempos, que nunca ha tenido miedo a innovar. Hace ya muchos años, por ejemplo, Isolino decidió gastarse unas buenas pesetas en adquirir una máquina para hacer helados. Cerró la operación durante una de las ferias multisectoriales que a finales del siglo XX llenaban Vilagarcía de inventores e inventos. Aquella heladera adquirida en Fexdega fue todo un éxito en O Grove, donde llegó a decirse que el verano no comenzaba hasta que Isolino ponía a funcionar su máquina de helados. No es lo único que se ha dicho de él. Corre la leyenda de que fue, durante mucho tiempo, el hombre «que sabía todo o que pasaba no pobo». Él ríe con discreción. Y aprovecha el momento para reivindicar el trabajo de toda su familia. De los que fueron antes que él, de los que lo acompañaron en su viaje, y de los que ahora llevan el rumbo de un negocio histórico.

Dónde está

  • Está en la calle Castelao de O Grove, la arteria de la localidad en la que, años atrás, había cines y bailes. «Estábamos no centro de todo», recuerda Isolino.